Diario De México
Enviado por karoliinska • 12 de Mayo de 2013 • 3.103 Palabras (13 Páginas) • 315 Visitas
Indudablemente, la historia es la gran maestra del hombre. Quien la desestima o la ignora, niega en cierto modo la posibilidad de construir un futuro mejor. El conocimiento del pasado debe convertirse en un instrumento del análisis actual y sumarse al análisis político y económico. En 1805 comenzó a circular el Diario de México, primer periódico de circulación diaria. Lo más asombroso es que, buena parte de la problemática que se trataba por entonces, la seguimos discutiendo en la actualidad.
Las primeras luces del siglo XIX iluminaron a una Nueva España que parecía reflejarse en la eternidad. A lo largo de su historia, el más grande virreinato de América había sorteado toda clase de escollos. Durante casi tres siglo, temblores, inundaciones, epidemias, motines y reformas políticas y económicas amenazaron la joya más preciada de la corona española, pusieron en riesgo a su legendaria capital y cimbraron hasta la última columna del palacio virreinal. Pero sobre la adversidad cimentó su fortaleza. El año de 1800 anunció el arribo del siglo XIX mostrando a la Nueva España más sólida que en toda su historia desde 1521. Tocada por la divinidad, el vasto reino gozaría, quizá, de un regalo de los cielos que sólo Dios poseía: la eternidad.
Quien eso creía, no parecía estar equivocado. A pesar de la marcada desigualdad social señalada desde 1804 por Alexander von Humboldt, el territorio novohispano, con sus casi cuatro y medio millones de kilómetros cuadrados y seis millones de habitantes, tenía recursos suficientes para presentarse al mundo como el “cuerno de la abundancia”. Al menos en las ciudades, la gente vivía disfrutando de la paz y tranquilidad del inicio del siglo.
La ciudad de México lucía como el mejor ejemplo del promisorio futuro. Desde 1789 el virrey Revillagigedo, “superior a todos los que tuvo la Nueva España”, había transformado la capital limpiando sus plazas, empedrando las calles principales, estableciendo el alumbrado público y reordenando por primera vez en la historia el comercio ambulante. Hacia 1805 la ciudad contaba con casi 150 mil habitantes. Tenía entonces 304 calles, 140 callejones, 12 puentes, 64 plazas, 19 mesones, 2 posadas, 28 corrales y 2 barrios. Y desde ese año podía ufanarse de tener la primera publicación cotidiana de la historia mexicana: El Diario de México.
“Amable Lector...”
Fundado por Jacobo Villaurrutia y Carlos María de Bustamante -célebre creador de los mitos históricos del siglo XIX-, el Diario de México comenzó a circular a partir del 1 de octubre de 1805 y vio su fin el 4 de enero de 1817.
Entre 1805 y 1807, el novedoso periódico dio cuenta de la vida cotidiana a través de sus cuatro páginas diarias, mostrando una sociedad que parecía estar suspendida en el tiempo. A pesar de las graves contradicciones sociales, no se percibía cambio alguno y la ciudad continuaba su andar al ritmo de las campanas de Catedral. Ni siquiera la “Consolidación de Vales Reales” implementada en 1804 y por la cual los bienes inmuebles de decenas de particulares tuvieron que ser rematados, despertó a la sociedad de su letargo. Al menos, no, en ese momento. El largo periodo de calma anunciaba en el horizonte la tormenta que iniciaría en 1808 -con el intento independentista criollo- y que en 1810 se convertiría en una tempestad de dimensiones incalculables.
Pocos lo advirtieron, y entre el reducido grupo, varios eran lectores del cotidiano periódico. Hacia 1808, el Diario de México tenía 396 suscriptores. 250 residían en la ciudad de México y 146 eran de los llamados “foráneos” quienes recibían su ejemplar en lugares como Querétaro, Veracruz, Colima, Puebla, Villa de Córdoba, Orizaba, Coscomatepec, Izúcar, Perote, Atlixco, Apam, Silao, Patzcuaro, Sayula y Guadalajara.
Entre los suscriptores destacaban los canónigos, maestros, científicos, militares, jueces, abogados, comerciantes, uno que otro hacendado y siete mujeres –de la ciudad de México-, de rancio abolengo y de las cuales una era monja.
El contenido del Diario abordaba los más diversos temas. Era un deleite leer las noticias de ciencia, recitar los sonetos y letrillas, comentar los consejos de moral para la vida diaria y los anuncios de propiedades a remate; aprenderse los cantos religiosos para las ceremonias más importantes del año; relatar los asuntos históricos, conocer de música, acercarse a la literatura, mantener un cuerpo sano con los consejos y recomendaciones de medicina y sobre todo reflexionar en torno a la velada crítica que los editores hacían de la situación virreinal, donde salía a relucir la educación, la política y la cultura.
Con sus escasas cuatro páginas, El Diario de México fue un espacio público para la discusión. Los lectores se enfrascaban en debates escritos, cuestionaban, respondían y refutaban. Al lado de notas amables, poesías o consejos, aparecían las opiniones del público lector que generalmente firmaba sus intervenciones con curiosos seudónimos o simplemente con iniciales que dieron forma al mejor retrato de una época que, en 1808, tocaba a su fin.
El Mito Genial
En su edición del 2 de noviembre de 1807, el Diario publicó una carta firmada bajo el nombre de “Gil Gazapero”, titulada “Sobre las riquezas de México”. Su percepción no podía ser más lúcida y atinada: “Aunque en México hay riquezas, no es rica la ciudad, porque todo lo que se acuña, sale del reino, pasando por pocas manos: porque a excepción de un corto número de comerciantes acaudalados, los demás giran con capital ajeno, perteneciente en la mayor parte a personas de fuera del reino”.
El diarista o editor apuntaba al término de la carta –no sin cierta intención descalificadora- que ese tipo de cuestiones requerían de “muchos conocimientos especulativos y prácticos, mucha crítica para saber analizar, aplicar y deducir”, sin embargo, había decidido publicarla para que los “curiosos discurran”.
Junto con el editor, otros lectores diferían con la visión de don Gil. Ya desde entonces había quienes consideraban a la pobreza “un mito genial” y la respuesta de un “curioso” llegó a los pocos días: “Los miserables, que dice el Gazapero –respondió un anónimo lector- son en mi concepto los que la pasan mejor en México. Ellos no necesitan casa, ni muebles, ni ropa y con cualquier cosa que coman, está contento su paladar y satisfecho su vientre. Creo que no pasan en México de 800 personas de ambos sexos, las que andan descalzas de pie y pierna, los más de los hombres sin camisa, y sin más ropa que una frazada vieja”.
Y como eran tan pocos, la solución al problema de la pobreza
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