Dilema Fundamental: Federalismo, Centralismo O Monarquía.

Dilema Fundamental: Federalismo, Centralismo o Monarquía.

Tras el fracaso del primer imperio encabezado por Iturbide en 1823, la nueva nación trató de alcanzar todo aquello que anheló cuando buscaba su independencia con un nuevo tipo de organización política. El sistema republicano parecía ser la opción obvia, las antiguas trece colonias angloamericanas lo habían establecido y prosperaban, lo mismo habían intentado los revolucionarios franceses. La labor parecía sencilla, tomar la vía republicana y para ello seguir como modelo la constitución de los Estados Unidos. Pero la tarea del Congreso Constituyente enfrentó una disyuntiva que despertó el más acalorado y reñido debate; ¿sería la distribución del poder federalista o centralista?

Una república federalista tiene como base la autonomía interna de los estados o provincias que integran la federación. La mayor parte del poder de decisión jurídica se encuentra repartido entre cada entidad y el poder central apenas se encarga de lo mínimo indispensable para asegurar el funcionamiento de la unión. En el sistema centralista la autoridad central o federal concentra para si el poder o control, siempre por encima de las provincias, rige incluso la política provincial.

En el congreso constituyente de 1823-1824 el líder en la defensa del Centralismo fue el antiguo insurgente Fray Servando Teresa de Mier, quien junto con el historiador Carlos María de Bustamante, representó los intereses del alto clero, los grandes hacendados y los oficiales del ejército, los sectores conservadores del nuevo país. A favor del Federalismo hablaron Miguel Ramos Arizpe, representante de Coahuila y el renombrado estadista zacatecano Valentín Gómez Farías, quienes hablaron por la mayoría de las remotas provincias, así como por criollos y mestizos liberales.

Los federalistas sostenían que la cruenta lucha por la independencia había sido hecha no sólo para librarse de España sino también de autoritario centralismo. Ponían como ejemplo de las bondades del sistema, el importante y notorio desarrollo alcanzado por los federalistas vecinos del norte. Invocaban las ideas de la Ilustración sobre la soberanía popular y asociaban al centralismo con despotismo.

Los conservadores rebatían que los casi trescientos años de vida colonial creaban una inercia que dificultaba el súbito cambio al federalismo, aún más dentro de una inexperta y naciente democracia. Argüían que la favorable experiencia federalista en los Estados Unidos se debía principalmente a que ese país se formó de varios territorios que habían sido independientes uno del otro, a diferencia del pasado propio, siempre unidos en una centralizada Nueva España. Señalaban también que aunque no del todo democrático, el centralismo sería más eficiente en los difíciles años que el nuevo país estaba por enfrentar.

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