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EL ARTE PALEOCRISTIANO.


Enviado por   •  14 de Diciembre de 2016  •  Apuntes  •  1.901 Palabras (8 Páginas)  •  228 Visitas

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EL ARTE PALEOCRISTIANO

Como ya hemos dicho, la venida de Cristo y el progresivo desarrollo del cristianismo produjeron  un cambio fundamental en la estructura del imperio romano. Durante mucho tiempo coexistieron dos modalidades artísticas diferentes, o más bien, dos formas distintas de entender el arte: por un lado estaba el arte romano, en pleno periodo de decadencia pero con un glorioso pasado; por otro, un incipiente arte cristiano que en sus primeros años de vida tuvo que permanecer en la clandestinidad. De hecho, hasta los tiempos del emperador Constantino el arte paleocristiano (el de los primitivos cristianos) tuvo que vivir escondido debido a las diferentes persecuciones que sufrieron los seguidores de esta religión. De ahí su escaso desarrollo, sobre todo en el terreno de la arquitectura. Sin embargo, en el año 313, cuando Constantino promulgó el Edicto de Milán, el cristianismo no sólo quedó reconocido sino que pasó a ser la religión oficial del estado. Su momento de esplendor, a partir de ahora, dará lugar a unas tipologías y a una iconografía que estará en el inicio de todo el arte medieval europeo.

El arte antes del Edicto de Milán

Las primitivas sociedades cristianas en el seno del imperio romano y en la clandestinidad, solían utilizar para sus reuniones simplemente las viviendas de los fieles más acomodados. Es cierto que hubo pequeñas iglesias pero, para no despertar sospechas, no tenían por fuera nada que pudieran distinguirlas. En ellas y en las casas particulares se celebraban las reuniones dominicales.

Las catacumbas nunca fueron lugar de reunión. Eran sólo lugar de enterramiento y en realidad estaban reutilizando las viejas canteras abandonadas de las que los romanos habían extraído la piedra para sus edificios. Por eso están formadas siempre por una  complicada red de galerías en cuyas paredes se abrían huecos rectangulares en los que se colocaba los restos de difuntos. A veces se formaban cámara, como la que vemos en la imagen, y los cuerpos de los mártires se honraban señalizándolos con un arco que formaba un nicho que los contenía. Desde el Edicto de Milán, las catacumbas se convirtieron en lugares de peregrinación y los enterramientos pasaron a la superficie, casi siempre alrededor de las iglesias.

El joven cristianismo se apartó mucho de la vieja norma judía que prohibía las imágenes, probablemente porque había surgido de un medio clásico saturado de ellas y comprendía su poder. De hecho, al principio reutilizaron las figuras paganas cambiando su significación. Está claro que no podían cambiar bruscamente los medios de expresión si querían comprender el cristianismo a unas gentes educadas en lo romano. Por eso lo que cambia es sobre todo el significado. La vid, por ejemplo, tan empleada en la decoración romana, se convertirá en la sangre de Cristo y el pez, representará su imagen.

La pintura que aparece en las catacumbas siempre es una pintura tosca que carece a todas luces de las dotes ilusionistas y de la técnica de la pintura romana. Es un arte de siluetas planas con perfiles rotundos en la que no hay profundidad y apenas aparece el paisaje. Lo importante es la iconografía, con un claro sentido docente, y entre todos los temas destacan las alusiones a Cristo. Una de ellas, de herencia evidentemente clásica, es la que le presenta como el pastor que cuida las ovejas, tal y como aparece en la Catacumba de San Calixto en Roma. El resto suelen tener un marcado carácter salvador con temas como Daniel en el foso de los leones, o directamente eucarístico.

Después del Edicto de Milán

A partir de ese momento, la arquitectura cristiana estará patrocinada por el estado. Como en caso de las artes figurativas, muchos tipos arquitectónicos paganos perviven en el arte cristiano como, por ejemplo, la basílica, que, sin embargo, sufrirá algunos cambios importantes.

La basílica, cuyos mejores ejemplos muy modificados se conservan todavía en la ciudad de Roma, es el edificio destinado a las reuniones dominicales y a la celebración de la eucaristía. Desde el principio presenta una planta que se convertirá en prototipo para toda la arquitectura cristiana posterior: tiene un patio porticado o atrio que sirve de lugar de reunión de los fieles. A continuación aparece el nártex (vestíbulo antes de la puerta de entrada), dedicado a los cristianos todavía no bautizados que estaban en periodo de preparación. La basílica propiamente dicha tiene forma alargada, con tres o cinco naves siendo la central el doble de ancha que las laterales y más alta, aprovechando este desnivel para poner las ventanas de iluminación. Las naves se separan por medio de columnas de herencia clásica que sostienen indistintamente entablamentos o arcos, aunque poco a poco habrá una mayor propensión hacia los arcos. Con el tiempo se irá desarrollando una nave transversal que dará lugar al crucero y que conseguirá que la iglesia tenga una planta conforma de cruz latina, es decir, una cruz que tiene sus brazos desiguales, exactamente igual que la de Cristo. En el extremo contrario a la puerta de entrada se encuentra el ábside, que puede ser semicircular o poligonal y que siempre marca la orientación del templo hacia oriente por motivos simbólicos. Debemos recordar que el Evangelio Cristo dice que Él es la Luz del Mundo. La basílica se orienta hacia el lugar en el que la luz nace al salir el sol. En el ábside hay un único altar en el que se celebra el banquete eucarístico y que, en ocasiones, se puede cubrir con un baldaquino. Las cubiertas son de madera y planas, a veces a dos aguas, pero en el interior del templo se utilizaba con frecuencia materiales lujosos como los mármoles o los mosaicos en el altar y a lo largo de las paredes laterales, de los que hablaremos más adelante. Las naves de la izquierda son las llamadas del Evangelio y están dedicadas a los hombres, mientras que las de la derecha son las de la Epístola para las mujeres. Posteriormente las mujeres se desplazarán a un segundo piso encima de las naves laterales que recibirá un nombre de tribuna. Como vemos, en todo el edificio predomina el eje longitudinal por lo que en su interior hay una sensación de movimiento hacia el altar, en un espacio-camino que se convertirá en normativo para toda la arquitectura medieval posterior.

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