EL TAJIN, AYER Y HOY.
Enviado por perrieedwards • 20 de Septiembre de 2014 • 1.451 Palabras (6 Páginas) • 2.081 Visitas
El Tajin, ayer y hoy.
El Centro de las Artes Indígenas se ha abocado al rescate de la cultura totonaca; sus actividades se multiplican, reforzando tradiciones como la de los Voladores.
POR RAFAEL MOLINA.
La zona de El Tajin floreció en el año 600 al 1200 d.C. y sus ruinas nunca fueron descubiertas durante la Conquista. El centro ceremonial permaneció cubierto durante siglos, petrificado en el tiempo hasta los años treinta, cuando se iniciaron los trabajos de exploración de La Ciudad Sagrada. Envuelta en exuberante vegetación selvática, mantiene la majestuosidad arquitectónica en edificios como la pirámide de los 365 nichos, que representan los días del calendario solar. Centro astronómico, ciudad de comercio, espacio escultórico y muralista. El Tajin fue la región con más centros de juego de pelota: 17 en toda la zona. Este juego representaba el movimiento del cosmos, del cielo y de la Tierra, de la vida y de la muerte, y estaba asociado al sacrificio humano a través de la fecundación de la tierra con la sangre de las victimas.
A pesar del abandono centenario, El Tajin no es hoy una cultura muerta: continúa en las tradiciones, las ceremonias y la lengua de la región del totonacapan (al norte de Veracruz). Mucho se debe a que la cultura ceremonial y ritualista de El Tajin, se mantuvo prácticamente aislada durante siglos y a la publicidad que hoy le aporta a la región la Cumbre Tajin, realizada cada año durante el equinoccio de primavera.
Entre sus aportaciones esta la reunión de mas de 300 médicos tradicionales ─este año fueron invitados representantes de la medicina huichol y maya─ las terapias alternativas, los temascales ─rito de purificación de cuerpo y alma que va acompañado de cantos, un masaje y un te de pimienta bajo la luna que, en la cultura totonaca, es un dios masculino el cual, dicen los mitos, contempla y hasta llega a robarse a las mujeres─ y el Encuentro Internacional de Voladores, con mas de 500 participantes en el Parque Temático Takilhsukut, o El Principio, donde se ha instalado el Centro de las Artes Indígenas a un kilómetro de la zona arqueológica.
Eneida Hernández, subdirectora académica del Centro, explica el proyecto: “La idea era capitalizar todo este espacio que tenemos, que se utilizaba nada mas en la Cumbre Tajin, y darle utilidad con la propia gente de la región. Se hizo una consulta con los lideres de opinión, con los maestros, con los guías espirituales y así fue como inicio este proyecto”. Añade: “Los maestros que están aquí son maestros tradicionales en su comunidad, no hemos traído maestros de fuera. Ellos mismos van reforzando su propia identidad, su propio conocimiento”. Las casas-escuelas de tradición imparten, por ejemplo, el arte de la alfarería, la vida moldeada en barro y el arte de volar, que es una de las prácticas más conocidas de Papantla, cuna de los voladores ancestrales.
A los 49 años de edad y 28 de ser volador, Cruz Ramírez, maestro de aprendices que se inician desde niños en el oficio de volar alrededor del mástil, explica los pasos para iniciarse. “Antes se le da la platica al niño, ¿Quiere de verdad ser volador? Deberá aprender los pasos primero, luego es la ceremonia, después saber amarrarse, subir y perder el miedo. Una vez que este arriba en el cuadro, tiene que aprender a darle la vuelta, y ahí es donde se pierde el miedo. Cuando los maestros decimos “te tienes que aventar” se tienen que aventar; si el niño no se avienta lo tenemos que aventar a pulso del brazo de nosotros, para que el niño vuele”, O la niña: a pesar de las barreras de genero, las mujeres comienzan a hacer acto de presencia en el mástil.
La destreza acrobática totonaca se traduce hoy en diferentes disciplinas circenses para niños y jóvenes voladores, danzantes y maromeros. A través del Laboratorio de Acrobacia Indígena, apoyado por el circo Atayde, por primera vez se ha diseñado el perfeccionamiento técnico y artístico de estos grupos orientados a la acrobacia ritual. Cuando el niño llega abajo a veces sufre caídas, agrega el maestro de vuelo, “lo auxiliamos para que se pare bien, y después de cuatro o cinco vuelos le damos la oportunidad de que se caiga el solo, para que vaya aprendiendo. Nosotros visitamos las comunidades y nos dividimos en tres organizaciones. Nos dimos cuenta de que hay entre 500 y 600
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