EL VATICANO, ESPAÑA Y LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO

Corría el año de 1824, el Papa León XII alertaba al arzobispado de América sobre los peligros que se presentaban en esos territorios tras la propagación de libros y folletos incendiarios, en los que según dice, se deprimían y menospreciaban las potestades eclesiásticas y civiles, por lo que los invitaba a esclarecer, lo que él llamó “…las augustas y distinguidas cualidades que caracterizan a nuestro muy amado hijo Fernando, rey católico de las Españas…”, lo que se sintetiza en apoyar y defender los derechos legítimos de la corona Española en los dominios americanos. Por otro lado, se ordenó a Francisco Pablo Vázquez, agente diplomático de la Santa Sede, para dar a conocer a México la excitativa contenida en la encíclica papal.

Por su parte el clero mexicano que fue un factor decisivo en la consumación de nuestra independencia, a pesar de simpatizar con el absolutismo español, protestó contra la alianza que se pretendía establecer entre la iglesia y la corona española, concretamente en la restauración del domino español en américa, pues veían en la independencia que su situación de clase privilegiada había quedado consolidada con la independencia, por lo que rechazaron la encíclica de León XII.

En cuanto a la postura del Congreso Constituyente del Estado Mexicano, se deslindaban de los derechos de la iglesia, afirmando que la autoridad eclesiástica no tenía ni debía tener ninguna intervención en los negocios de la nación, por lo tanto no se temía que por pretextos religiosos se alterara la tranquilidad pública y se apoyaba decididamente la conducta del gobierno del General Guadalupe Victoria en su protesta en contra de la intervención del Vaticano en los asuntos de México.

El contexto del tema que se desentraña, se desarrolla durante la Gestión de Guadalupe Victoria, considerado el primer presidente del México independiente, y el vínculo con el Vaticano y España se presenta por la imperiosa necesidad de salvar a la religión del naufragio que la amenazaba en los territorios liberados de éste último, en los que desde luego se contempla a México, a este respecto, el Vaticano por más de diez años se negaba a reconocer la independencia de México, pues se encontraba identificado con la política legitimista y reaccionaria de España y de la Santa Alianza.

Es a partir de esta situación que el gobierno de Guadalupe Victoria entró en negociaciones con España para el reconocimiento de la absoluta Independencia de nuestro país, lo que implicaba la inmediata entrega del Castillo de San Juan de Ulúa a México, no obstante las pláticas fracasaron porque el gobernador de dicho castillo brigadier Lemaur : declaró sus pretensiones a la isla de Sacrificios y atacó Veracruz, lo que obligó a Victoria a Exhortar a los Españoles a salir del país.

No obstante para 1934, España por conducto de su embajador, el

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