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El Apogeo De La Constitución Romana


Enviado por   •  30 de Abril de 2012  •  5.960 Palabras (24 Páginas)  •  530 Visitas

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EL APOGEO DE LA "CONSTITUCIÓN" ROMANA

Antonio Duplá

Universidad del País Vasco

1. Introducción

Si nos acercamos al mundo romano, y pretendemos hacernos una idea sintética,

general, de “los romanos”, en teoría podríamos establecer una serie de rasgos que

definirían a esa sociedad y su población. Puestos a esa tarea, pronto surgirán las

dificultades. En primer lugar, porque hablamos de una realidad muy heterogénea a lo

largo de muchos siglos de historia, desde el siglo VIII a.C. hasta el V de nuestra era,

en la cronología más convencional. En segundo lugar, porque esas imágenes funcionan

a distintos niveles. El ideal de la romanitas probablemente estaría asumido por una

minoría más cultivada, por la clase dirigente. Mientras tanto, para la plebe, la mayoría

de la población, lo fundamental sería la satisfacción de sus necesidades económicas y

cierta noción de participar en las decisiones de la res publica .

En cualquier caso, entre los elementos que caracterizan ese ideal de la romanitas

podríamos contar con la urbanitas, es decir la ciudad como marco político y de vida

(aunque la mayoría de la población vivía en el campo); con una especial capacidad

militar, templada a lo largo de siglos de guerras ante enemigos varios y en escenarios

muy diversos; con su religiosidad y su pietas hacia los dioses, destacada por Cicerón;

o con la humanitas, esa autocualificación cultural y moral que separaba tajantemente a

los romanos (civilizados) de la barbarie; además habría que sumar una clara voluntad

de dominio universal, en teoría beneficioso para todos, que queda reflejada en las

palabras de Virgilio en la Eneida, en realidad todo un “programa” político e ideológico:

“Tú, Romano, acuérdate de regir a los pueblos con tu imperio (éstas serán tus artes),

de imponer las leyes de la paz, de perdonar a los vencidos y domeñar a los soberbios

(Eneida VI, 851-853).”

Es cierto que, a la vista de la historia de Roma, también podríamos apuntar algún

otro rasgo peculiar, por ejemplo la crudelitas, e incluso caracterizar a los romanos

como grandes cortadores de cabezas. Para avalarlo ahí están expuestas públicamente

las de Pompeyo, Cicerón, Nerón o Majencio. Pero probablemente los propios romanos

no se reconocerían así, pues sus baremos sobre crueldad y derechos humanos eran

radicalmente distintos a los nuestros.

Por el contrario, un aspecto que sin duda alguna caracteriza a la sociedad romana

y que ha sido motivo de interés a lo largo de toda la historia occidental ha sido la

dimensión civica y política de su organización interna, que estaría en la base de su

cohesión y de un fuerte sentimiento de identidad colectiva. Éste va a ser el tema

objeto de mi intervención.

En el marco de unas Jornadas sobre la Antigüedad, que llevan por título “La

invención del Estado”, me parecía interesante hablar del Derecho entendido en el

sentido de Derecho Público romano, esto es, hablar de la “constitución romana”. El

término no es demasiado preciso, pues como saben Vds., en Roma no había una

constitución escrita tal como lo entendemos hoy día, como una Carta Magna

reguladora, de manera más o menos fija, del funcionamiento de los organismos del

Estado, de sus límites y sus competencias. Pero en la actualidad los especialistas del

derecho y de la ideas políticas y los historiadores utilizan dicho término (“constitución

romana”) para referirse al estudio de la organización y el funcionamiento del poder en

Roma, en particular de las relaciones entre las diversas instancias, como puedan ser

los magistrados, el senado y las asambleas populares, en el contexto social, político e

ideológico romano. En mi caso hablaré de la “constitución romana” republicana y en

particular de su momento de apogeo, que podemos situar en los siglos III y II. Según

la periodización convencional de la historia del Derecho romano, como señala Torrent,

nos encontraríamos en el período republicano o preclásico.

Un buen punto de partida para situar nuestro tema pueden ser las palabras de

Polibio, el historiador griego que, al comienzo de sus Historias , escritas a mediados del

siglo II , nos dice: “En efecto, ¿puede haber algún hombre tan necio y negligente que

no se interese en conocer cómo y por qué género de constitución política fue derrotado

casi todo el universo en cincuenta y tres años no cumplidos, y cayó bajo el imperio

indisputado de los romanos? Se puede comprobar que antes esto no había ocurrido

nunca. ¿Quién habrá, por otra parte tan apasionado por otros espectáculos o

enseñanzas que pueda considerarlos más provechosos que este conocimiento?”

(Historias I.1.5-6).

Polibio, un rehén de lujo en Roma, integrado en los círculos más influyentes de la

nobilitas y que funciona a modo de intelectual orgánico del nuevo estado imperial

romano, delimita ya el problema. Se trata de ver cómo funciona y cómo se mantiene

integrada una comunidad que logra conquistar el mundo en tan sólo una generación.

Cincuentra y tres años, destaca Polibio, que son los que transcurren entre el comienzo

de la Segunda Guerra Púnica y la derrota del rey Perseo de Macedonia en Pidna,

aproximadamente del 220 al 168. El propio Polibio continuará sus Historias hasta el

146, incluyendo así las destrucciones de Cartago y Corinto (libros XXXI-XL).

Después de Polibio no se ha interrumpido ese interés en el sistema romano como

paradigma de organización ciudadana. Ese modelo, exitoso, de la grandeza de la

“república imperial” romana, junto a algún otro modelo de la Antigüedad, como el

espartano (no así el ateniense, demasiado democrático y radical), siempre ha

despertado admiración en Europa. En general, Roma ofrecía, y ofrece, todas las

posibilidades de reflexión sobre la historia de una comunidad organizada, su

nacimiento, la expansión y la conquista de un Imperio, así como también los conflictos

internos por la igualdad, las revoluciones y las guerras civiles.

En nuestro acercamiento a la “constitución romana” republicana un problema

particular estriba en que nuestras fuentes de información, los autores antiguos y en

particular los historiadores (el propio Polibio, Livio, Salustio, también Cicerón,

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