El Conocimiento De La Ignorancia
Enviado por lorena3127 • 27 de Agosto de 2014 • 1.765 Palabras (8 Páginas) • 248 Visitas
Me doy cuenta, una vez más, de lo poco que sé, y ello me hace recordar la vieja
historia que Sócrates contó por primera vez en su juicio. Uno de sus jóvenes
amigos, un miembro del pueblo de nombre Querefon, había preguntado al dios
Apolo en Delfos si existía alguien más sabio que Sócrates, y Apolo le había
contestado que Sócrates era el más sabio de todos. Sócrates halló esta respuesta
inesperada y misteriosa. Pero, después de varios experimentos y conversaciones
con todo tipo de personas, creyó haber descubierto aquello que el dios había
querido decir; por contraste de todos lo demás, él, Sócrates, se había dado cuenta
de lo lejos que estaba de ser sabio, de que no sabía nada. Pero lo que el dios nos
había querido decir a todos nosotros era que la sabiduría consistía en el
conocimiento de nuestras limitaciones y, lo más importante de todo, en el
conocimiento de nuestra propia ignorancia. Creo que Sócrates nos enseñó algo que
es tan importante hoy en día como lo fue hace 2.400 años. Y creo que los
intelectuales, incluso científicos, políticos y, especialmente aquellos que trabajan en
los medios de comunicación, tienen hoy la imperiosa necesidad de aprender esta
vieja lección que Sócrates trató en vano de enseñarnos.
¿Pero, es eso cierto? ¿No sabemos hoy, acaso, muchísimo más de lo que sabía
Sócrates en su época? Sócrates tenía razón, debe admitirse, al ser consciente de su
ignorancia: en efecto, él era ignorante sobre todo si lo comparamos con lo que
sabemos hoy en día. Efectivamente, el reconocer su ignorancia fue un gesto de
gran sabiduría por su parte. Pero hoy se dice que nuestros investigadores y
científicos contemporáneos no son simples buscadores, sino también descubridores.
Porque saben mucho: tanto que el gran volumen de nuestro conocimiento científico
se ha convertido en un grave problema; los nuevos descubrimientos se publican a
tal velocidad que es imposible que nadie pueda estar al día. ¿Podría ser que incluso
ahora debamos seguir construyendo nuestra filosofía del conocimiento sobre la
tesis de Sócrates de nuestra falta de conocimiento?
La objeción es correcta, pero únicamente después de haberla modificado
radicalmente mediante cuatro comentarios muy importantes: Primero, la idea de
que la ciencia sabe mucho es correcta, pero la palabra conocimiento se usa aquí, al
parecer inconscientemente en un sentido que es completamente distinto del
significado que se le da a la palabra conocimiento cuando se usa, con énfasis, en el
lenguaje diario. Sin embargo, el conocimiento científico simplemente no es un
conocimiento cierto. Está siempre abierto a revisión. Consiste en conjeturas
comprobables -el mejor de los casos-, conjeturas que han sido objeto de las más
duras pruebas, conjeturas inciertas.
Es conocimiento hipotético, conocimiento conjetural. Este es mi primer comentario,
y por sí mismo es una amplia defensa de la aplicación a la ciencia moderna de las
ideas de Sócrates: el científico debe tener en cuenta, como Sócrates, que él o ella
no sabe, simplemente supone. Mi segundo comentario sobre la observación de que
nosotros sabemos tanto hoy en día es éste: con casi cada nuevo logro científico,
con cada solución hipotética de un problema científico, el número de problemas no
resueltos aumenta; y asimismo aumenta el grado de su dificultad; de hecho, ambos
Conferencia con motivo del otorgamiento del doctor "Honoris causa" de la Universidad Complutense
de Madrid - España. Esta traducción apareció en Diario 16 de Madrid
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aumentan a una velocidad superior a la que lo hacen las soluciones! Y sería
correcto decir que mientras nuestra ignorancia, nuestra creciente ignorancia es
infinita. Mi tercer comentario es éste: cuando decimos que hoy sabemos más que lo
que sabía Sócrates en su época, que nuestro conocimiento conjetural es mayor,
esto es probablemente incorrecto en tanto que nosotros interpretamos el saber en
un sentido subjetivo. Probablemente, ninguno de nosotros sabe más, en cuanto a
almacenar mayor información en nuestra memoria; más bien, somos conscientes
de que hoy en día se sabe muchísimo más y acerca de muchísimas más cosas
diferentes que en los tiempos de Sócrates.
Tenemos aquí una cuarta razón para decir que Sócrates estaba en lo cierto, incluso
hoy. Porque este anticuado conocimiento personal consiste en teorías que se han
demostrado son falsas. Por ello, tenemos cuatro razones que nos demuestran que
incluso hoy, la idea de Sócrates "Sólo sé que no sé nada", es una idea de palpitante
actualidad, pienso que aún más que en tiempos de Sócrates. Y tenemos razones,
en defensa de la tolerancia, para deducir de la idea de Sócrates aquellas
consecuencias éticas que fueron deducidas, en sus tiempos, por el propio Sócrates,
por Erasmo, por Montaigne, Voltaire, Kant y Lessing. Y debemos incluso deducir
algunas otras consecuencias. Los principios que son el fundamento de cada diálogo
racional, es decir, cada discusión encaminada a la búsqueda de la verdad son, de
hecho, principios éticos. Me gustaría expresar tres de esos principios éticos.
a) El principio de la falibilidad: Quizá yo esté equivocado y quizá usted tenga
razón, pero desde luego, ambos podemos estar equivocados.
b) El principio del diálogo racional: Queremos de modo crítico -pero por
supuesto, sin ningún tipo de crítica personal- poner a prueba nuestras razones a
favor y en contra de nuestras variadas (criticables) teorías. Esta postura crítica
pone a prueba nuestras razones a favor y en contra de nuestras variadas
(criticables) teorías. Esta actitud crítica a la que estamos obligados a asumir es
parte de nuestra responsabilidad intelectual.
c) El principio de acercamiento a la verdad con la ayuda del debate.
Podemos casi siempre acercarnos a la verdad, con la ayuda de tales discusiones
críticas impersonales (y objetivas), y de este modo podemos casi siempre
mejorar nuestro entendimiento; incluso en aquellos casos en los que no
llegamos a un acuerdo.
Es extraordinario que esos tres principios sean epistemológicos y, al mismo tiempo
sean también
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