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El Espejo Roto


Enviado por   •  25 de Septiembre de 2014  •  1.513 Palabras (7 Páginas)  •  450 Visitas

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El espejo roto” es un pequeño texto de Marc Ferro a manera de conclusión de su libro. Aclara que el pasado no es igual para todos. La historia de las naciones de América Latina, Asia o África, que reivindican su identidad nacional, chocan con una pretendida historia universal cuyo eje y centro es Europa. La historia de los vencidos es diferente a la historia de los vencedores. Es difícil, pretender una historia única. Las diferentes historias pertenecen a diferentes intereses: de identidad nacional, de poder, religiosos, mercantiles, políticos, reivindicativos, etc. La historia universal ha muerto de esta manera, ha muerto por haber sido el espejismo de Europa, que la medía con el rasero de su devenir.

No es sorprendente que cada colectividad haya sentido la necesidad de construirse su propia historia. La historia nace de varias fuentes que difunden, cada una, un discurso diferente por sus formas, normas y necesidades. La historia “institucional”, expresa o legitima una política, una ideología o un régimen. Al servicio de Cristo o del Sultán. Una contrahistoria también institucional, paralelamente a la historia de los vencedores –Iglesia, nación, partido o Estado.Una de las características esenciales de esta, es la de haberse vuelto hacia las fronteras exteriores de su comunidad. El otro rasgo, es el de ser cambiante, estar sujeta a variaciones, como la historia.

La historia Individual o colectiva, no cuenta con funcionarios especializados, no obedece a los usos y reglas de la profesión variables a través del tiempo y de las culturas pero identificados y localizados, bien definidos. No es el contenido de la historia el que cambia esta vez, sino su estatuto. Diferentes y contradictorias son las versiones del pasado que propone, imponen y reproducen. Hacer una “historia universal” a partir de un solo foco, o bien de una única institución, es el resultado de la impostura o de la tiranía. Pasar por alto esas historias sería igualmente vano y absurdo, porque constituyen una realidad, creencias, la fe o el poder. Si se limitara uno a ellas, sería aberrante hacer la historia con esas historias. Hemos conocido a practicantes de esta historia experimental, quienes a menudo parten del texto, de la cifra o de la imagen, para proceder al análisis del pasado. Aspira a ser global, incluso total, pero no totalitaria.

INTRODUCCIÓN

Bloch comienza ¿Para qué sirve la historia? A la historia se le asigna una función práctica para uso del hombre práctico, una función político-social que legitima posiciones ideológicas y posturas y acciones políticas, como lo hace el juego o el arte. Es importante que profundice si se va a construir o a reconstruir la historia, es preciso que se sepa para qué. “Papá, explícame para qué sirve la historia” El cristianismo es una religión de historiadores. Por libros sagrados, tienen los cristianos libros de historia, y sus liturgias conmemoran, con los episodios de la vida terrestre de un Dios, los fastos de la Iglesia y de los santos.

La historia, eje central de toda meditación cristiana, se desarrolla el gran drama del Pecado y de la Redención. Los historiadores deberían reflexionar sobre ello, porque es posible que si nos ponemos en guardia, la llamada historia mal entendida acabe por desacreditar a la historia mejor comprendida.Cada vez que nuestras estrictas sociedades, se hallan en crisis de crecimiento, se ponen a dudar de sí mismas, se las ve preguntarse si han tenido razón al interrogar a su pasado o si lo han interrogado bien.

¿Podré, algún día, llenar estas lagunas? Es verdad que, incluso si hubiera que considerar a la historia incapaz de otros servicios, por lo menos podría decirse en su favor que distrae. Todas las ciencias son interesantes. Cada sabio sólo encuentra una cuyo cultivo le divierte. Descubrirla para consagrarse a ella es propiamente lo que se llama vocación. Como pueden testimoniar todos los verdaderos historiadores, gana todavía en vivacidad y en plenitud, nada hay en ello que, en cierto sentido, no valga para cualquier trabajo del espíritu. La historia tiene indudablemente sus propios placeres estéticos, que no se parecen a los de ninguna otra disciplina; se debe a que el espectáculo de las actividades humanas, está hecho, para seducir la imaginación de los hombres.

Pero si esa historia a la que nos conduce un atractivo que siente todo el universo no tuviera más que tal atractivo para justificarse; si no fuera, en suma, más que un amable pasatiempo como el bridge o la pesca con anzuelo, ¿merecería que hiciéramos tantos esfuerzos por escribirla? Aunque la historia fuera eternamente indiferente al homo favor o al homo politicus, bastaría para su defensa que se reconociera su necesidad para el pleno

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