El Viejo Y El Mar
Enviado por aandi99 • 26 de Septiembre de 2013 • 3.569 Palabras (15 Páginas) • 1.579 Visitas
Introducción
Esta historia se desarrolla en La Habana, territorio cubano en donde un viejo y solitario pescador intenta ir a realizar su oficio infructuosamente. Su única compañía era un joven llamado Manolo el cual tuvo que distanciarse de él a los 40 días de empezar su travesía por mandato de sus padres debido a los escasos o mejor dicho nulos resultados de pesca. Manolo sigue brindándole apoyo a Santiago pero no como lo hacía antes ahora era un apoyo moral y de recursos alimenticios este apoyo se extendió por 44 días más en donde el viejo pescador poseía una rutina monótona. Pero el día 85 es extraordinario para Santiago que decide salir temprano de su casa pensando en que la mala racha que poseía tenía que culminar. Ya en las aguas cristalinas y profundas del mar este pescador realiza su rutina cotidiana y al lanzar la caña se encuentra con un pez que no se la pone fácil, en este preciso instante Santiago toma la decisión de perseguir hasta el fin del mundo al pez y se propuso a si mismo cumplir su objetivo. El gran pez espada es atrapado después de una intensa lucha de tres largos días que fueron recompensados con la satisfacción que posee el pescador, la victoria que este anhelaba por casi tres meses pero esta es contrastada por la insatisfacción que le causa el no poder subir el pez a su barca y la derrota que le origina el que el fruto de su esfuerzo sea robado por los tiburones. Culmina arribando al puerto con las manos vacías y con la moral por el suelo. Al otro día Manolo su fiel compañero se percata del enorme sufrimiento de este viejo. Posteriormente Manolo promete a ese viejo pescador nunca abandonarlo aunque tenga que pasar por encima del concepto de sus padres.
Índice
Objetivos
Intención del autor atreves de la obra. Nos narra la búsqueda de los sueños y de las metas, como debemos tener fe en nosotros mismo y como no debemos desfallecer ante el dolor.
El viejo y el mar el viejo es el personaje principal y el mar podría decirse que es el problema y al mismo tiempo la solución de los problemas del viejo.
El Viejo Y El Mar" es un libro sencillo. No pretende ser más que el reflejo de un anciano que ha vivido toda su vida a merced de un mar al que le debe todo. Su pasión por el mar, por su trabajo, por los sinsabores y las alegrías que el líquido elemento le ha proporcionado y aún sigue haciéndolo, son reflejados de manera increíble por la pluma de este singular escritor, apasionado de una vida alejada de lo común.
Uno de los principales objetivos de este libro es que sin importar los obstáculos que uno tengo no debemos de rendirnos si no al contrario luchar por alcanzar nuestros objetivos.
El viejo y el mar
La historia se desarrolla en La Habana, Cuba y cuenta que un viejo hombre del mar “Santiago” quien vivía solo ya hacía muchos años, no tenía mucha suerte en su pesca. Su amada esposa había muerto años atrás. En el pueblo al hablar de él se referían a El Viejo, en lugar de su nombre.
Él pescaba en medio del Gulf Stream, frente a La Habana, aunque llevaba ya ochenta y cuatro días sin capturar pez alguno. A su avanzada edad, ya no era tan exitoso en su pesca como en otros tiempos. A su lado, un niño Manolo el cual el viejo había hecho pescador desde muy joven, Manolo era muy Cariñoso, educado y siempre atento con el viejo –entre ambos la relación es casi la de padre e hijo
Manolo, estuvo siempre con Santiago a pesar de sus reveses, aunque sólo como apoyo moral y llevándole alimentos, pues Manolo estaba embarcado con otros pescadores de mayor suerte. El lazo entre ellos dos era muy fuerte, ya que compartían aventuras de pescas exitosas en el pasado.
El chico no le podrá asistir en la siguiente salida, pues se encuentra comprometido con otra embarcación que suele correr bastante mejor suerte que la de Santiago. Los dos se reúnen frecuentemente a tomar algo en “La Terraza” y charlan.
Después se dirigieron a la humilde y marinera casa de Santiago, con apenas unos pocos pertrechos para la pesca, una botella de agua, escasa comida. Y como recuerdo de su esposa, una imagen de la cubana Virgen del Cobre.
El chico se despide del “abuelo” para que pueda descansar y soñar con los leones que en otros tiempos de mar, aquellos de su juventud, podía contemplar desde los barcos en las costas africanas.
En el día 85, Santiago pensó que su mala racha tendría que terminar y aunque manolo quería viajar con él, ni los padres del niño ni el viejo lo permitirían. Entonces Santiago se lanza a la mar muy temprano como todos los días, cansado, con hambre y sin tantas fuerzas como en sus mejores tiempos en busca de una mejor suerte, a diferencia del resto de los otros pescadores que salían con mejor racha.
Conforme se va distanciando, echa sedales y anzuelos con la carnaza necesaria para diferentes clases de peces. En el entorno hay poca compañía —el ruido del cielo, el mecer de las olas, sus propias palabras que fluyen sencillas, rutinarias, cargadas de respetuoso silencio-, y mucha soledad. Lejos de la costa observa un ave marina, un águila, y peces voladores, y unos “dorados” de color verduzco; también peligrosas medusas que crean “el agua mala”; incluso ve tortugas. Sobrio y sencillo, Santiago lleva poca comida y su pequeña botella de agua. Echa en falta la compañía y ayuda de Manuel –mientras, dialoga consigo mismo y con el mar.
se entristece, se enfada o se alegra; dirige sus palabras a la mar, a los peces, las aves, las estrellas compañeras, sus hermanitas Al no tener compañía, estaba convencido que a nadie importunaría, por lo que hablar solo era más fácil. En un instante del medio día, un pez picó en la carnada y Santiago tomó con prisa el hilo para esperar el momento oportuno de la captura.
El viejo montó los remos sin golpear el bote. Cogió el sedal y lo sujetó suavemente entre el índice y el pulgar de su mano derecha. No sintió tensión, ni peso, y aguantó ligeramente. Luego volvió a sentirlo. Esta vez fue un tirón de tanteo, ni sólido, ni fuerte; y el viejo se dio cuenta, exactamente, de lo que era. A cien brazas más abajo, una aguja estaba comiendo las sardinas que cubrían la punta y el cabo del anzuelo en el punto donde el anzuelo, forjado a mano, sobresalía de la cabeza del pequeño bonito.
El viejo sujetó delicada y blandamente el sedal, y con la mano izquierda lo soltó del palito verde. Ahora podía dejarlo correr entre sus dedos sin que el pez sintiera ninguna tensión.
Después de un tiempo no sucedió nada. El pez seguía, simplemente, alejándose con lentitud, y el viejo no podía
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