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El grito de Dolores: entre el discurso y la memoria colectiva


Enviado por   •  17 de Noviembre de 2021  •  Trabajo  •  5.206 Palabras (21 Páginas)  •  110 Visitas

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Centro de Investigaciones Culturales Museo – UABC

Maestría en Estudios Socioculturales

Protocolo de investigación

El grito de Dolores: entre el discurso y la memoria colectiva

José Eduardo Cerda González

Introducción

La madrugada del 16 de septiembre de 1810 se realizó un llamamiento que convocó al pueblo novohispano a la rebeldía y a desconocer a las autoridades del Virreinato de la Nueva España.  La convocatoria se hizo al sonar el campanario de la parroquia donde el cura del pueblo, Miguel Hidalgo y Costilla alzó el grito: “¡Viva la Santísima Virgen de Guadalupe, viva la religión, viva Fernando Séptimo, viva la América, y muera el mal gobierno!”. Este acontecimiento en la historia de nacional es considerado el punto cronológico que marca el inicio de la Independencia de México.

A este acontecimiento se le recuerda como el Grito de Dolores y se ha albergado en la memoria colectiva del país a través de 200 años. Actualmente, El Grito es un acto cívico en que se recrea el momento mítico del inicio de la Independencia de México y se recuerda a los héroes de la patria en representaciones en las que un narrador (por ejemplo, alguna persona de poder o personaje público como el Presidente de la Republica) cuenta el acontecimiento de manera impersonal, y como afirma Darío Betancourt (1999:1): “aquello impersonal no es más que la experiencia yuxtapuesta de lo que el narrador conoce; es su memoria individual relatada a partir de los saberes de su medio como memoria colectiva”.

El tema de esta investigación comprende el análisis de las representaciones del Grito de Dolores en discursos  que recuerdan este hecho histórico en el contexto del 200 aniversario de la Independencia de México. En la actualidad, El Grito de Dolores es un fenómeno que convoca a los mexicanos cada 15 de septiembre a revivir un momento en la historia del país. Uno de los intereses de la investigación radica: en analizar una de las formas por las que se comunica y se conserva el recuerdo de un hecho histórico y simbólico en la memoria colectiva de los mexicanos. En este sentido, “la memoria, en efecto, es un marco más que un contenido” Pierre Nora (1984:8)  y dicho contenido puede ser analizado en los discursos.

Planteamiento del problema

En base a lo anterior, resulta importante centrar la problemática en cuestión de qué estructuras cohesionan a los individuos en una sociedad que ha llegado a convertirse en una nación, y por otra parte, cómo una sociedad llega a compartir un sentimiento común a través de la narración de los hechos históricos de su país y que es necesario para la integración de un Estado. A través de su historia, México ha establecido mitos y símbolos complejos en representaciones que sintetizan un supuesto momento en una visión de ser o hacer por parte de quienes han sido parte constitutiva en la formación de la identidad nacional dominante; en este sentido, los momentos fundacionales de la nación se representan en ceremonias, rituales y actos cívicos donde el discurso histórico retoma de la memoria colectiva los iconos de nuestra identidad nacional. Tales representaciones son importantes porque congregan por unos minutos a los mexicanos de cualquier parte del país a ser participes de la recreación y rememoración de los momentos trascendentales de la identidad nacional dominante. Al respecto Gilberto Giménez (2005:92) plantea lo siguiente:

la realidad de una identidad es […] la realidad de su representación y de su reconocimiento […] la representación tiene aquí una virtud performativa que tiende a conferir realidad y efectividad a lo representado, siempre que se cumplan “las condiciones de éxito” para este efecto performativo (condiciones de legitimidad y de autoridad reconocida).

Tal es el caso del Grito, una costumbre nacional que año con año cada gobernante, municipal, estatal y federal está obligado por carácter institucional a representar y, aunque no hay una ley ni protocolo que determine su proceder, si existe un consenso de los hecho prácticos y de las actitudes que deben estar implícitas en el discurso de los gobernantes. Sin embargo, históricamente la trascendencia del Grito va más allá de la arenga de Hidalgo pues “lo que había nacido como un acto de reconocimiento y como una forma de estimular la moral de los combatientes se convertiría, apenas un año después, en parte de la ideología del movimiento insurgente y, por lo mismo, en símbolo que al poco tiempo adquiría trascendencia nacional e histórica” (Serrano, 2008:5).

La primera conmemoración del Grito remonta al año de 1812, fue hecha por el general Ignacio López Rayón y el licenciado Andrés Quintana Roo en el pueblo de Huichapan, Guanajuanto, conmemorando (no en carácter oficial) el inicio de la independencia con una representación del supuesto discurso dicho por Hidalgo. No fue hasta 1825, durante el gobierno de Guadalupe Victoria que se celebró el Grito de forma oficial el día 16 de septiembre como festividad cívica nacional, de tal forma que “ya obtenida la independencia, uno de los ejes sobre los que se construiría la identidad nacional sería la conmemoración de la gesta de independencia y, con ella el Grito” (Serrano, 2008:5).[a]

Hasta 1825 El Grito se había representado el 16 de septiembre, sin embargo en la presidencia de Porfirio Díaz se cambió la fecha de celebración a la víspera del día 16 para que coincidiera con su cumpleaños. Este cambio permanece hasta la actualidad. A finales del Porfiriato se conmemoró el Centenario de la Independencia de México en 1910, celebrándose ritual del Grito “bajo la compulsión de crearle una identidad histórica y cultural a la nación independiente” (Florescano, 2005:168). En este punto la representación del Grito tomó un sentido profundamente popular, lo que representa una resignificación como un elemento para la definición de la identidad nacional, y por otra parte muestra la importancia sociocultural del ritual donde se representa El Grito al interior de los valores integradores de la nación mexicana. Después del Centenario El Grito ha sufrido modificaciones, aún así preservando algunas características significativas: el formato posrevolucionario que a partir de Lázaro Cárdenas tomó un sentido político que rememora la soberanía y el sentido de pertenencia y el pueblo que reactiva en la memoria colectiva una ideación del pasado.[b]

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