El régimen de Rosas (1835 – 1851): Rosistas y opositores
Enviado por Evee_ • 31 de Agosto de 2020 • Resumen • 2.009 Palabras (9 Páginas) • 634 Visitas
Cap. IV
El régimen de Rosas (1835 – 1851): Rosistas y opositores
La generación del ‘37
El segundo período de Juan Manuel de Rosas como gobernador de Buenos aires tuvo una duración de poco más de 15 años y se caracterizó por ser un régimen autoritario.
En estos tiempos, entra en escena la llamada generación de 1837: Echeverría, Sastre, Gutiérrez, Alberdi y Sarmiento, entre otros. Este grupo procura diferenciarse de los unitarios y se autodefinen como la expresión de la Joven Argentina y se alinean contra Rosas.
Un nacionalismo antiliberal
Rosas mantuvo la unidad de las provincias bajo la hegemonía de Buenos Aires, concediéndoles una legislación proteccionista, aunque no la participación en los recursos de aduana y tampoco la libre navegación fluvial que interesaba a las provincias del litoral. Amplió el control y la producción bonaerense.
El gobernador de Buenos Aires supo mantener la defensa del sistema americano, una política de independencia e integración interna que rechazaba la intromisión de las potencias extranjeras.
La dictadura legal
En 1835, año del asesinato de Facundo Quiroga, la Legislatura le confirió la gobernación de Buenos Aires a Juan Manuel de Rosas por cinco años, con la suma del poder público mientras lo crea necesario, con el objetivo de proteger la religión católica y defender la causa de la Federación. El pueblo aprobaba este hecho y lo manifestó mediante plebiscito.
Cabe destacar que, a pesar de poseer la suma del poder público, Rosas debía rendir cuentas a la Legislatura.
Esta dictadura legalno distaba de las propuestas de la Revolución de Mayo o de los libertados. Las medidas no podían ser tibias y Rosas lo hacia notar. Esto se hace notar con la utilización de la Mazorca, una forma de represión paraestatal que actuó en forma clandestina y arbitraria.
El sistema americano
El Restaurador lideraba la Confederación Argentina. La provincia de Buenos Aires poseía los recursos aduaneros del puerto y las llaves del comercio interno e internacional. Los demás gobiernos provinciales le delegaban las relaciones exteriores, y en los asuntos interiores Rosas hacia valer el peso de su provincia en todos los aspectos posibles.
Rosas no aceptó la separación del Paraguay y luchó por la reintegración del Estado Oriental.
Mantuvo el control de los ríos Paraná y Uruguay, rechazando su navegación internacional, que pretendían potencias, países vecinos y provincias del litoral. Por esta razón, potencias como Francia e Inglaterra buscaron debilitar a la provincia de Buenos Aires y sus controles en la zona, tomando como una de las medidas el bloqueo naval en 1838 y 1845. El Imperio brasileño, aliado con las dos potencias anteriores, también deseaba la navegación internacional de ambos ríos.
El combate de la Vuelta de Obligado y los posteriores de la guerra del Paraná generaron grandes perdidas para los anglo-franceses, obligándolos a desistir de sus procedimientos que atentaban contra Buenos Aires, lo que significó una victoria diplomática para Rosas. Ambas potencias reconocieron mediante tratados (1849/1859) que la navegación de los ríos en disputa le correspondía a la Confederación y a sus leyes.
El problema constitucional
Rosas se oponía a discutir una constitución formal, sosteniendo que primero era necesario aquietar el país e institucionalizar las provincias. Declaraba que antes de una constitución, las provincias debían encontrar la paz interna para luego buscar la paz en la Confederación.
Política económica
Su política agraria hizo importantes concesiones a los terratenientes, y en particular a los estancieros saladeristas, también a otros sectores campesinos e incluso a los indios.
En 1836 se incautó el Banco Nacional creado por Rivadavia, dado que la concesión estaba vencida. Se lo sustituyó por la Casa de la Moneda, que en realidad funcionó como nuevo Banco estatal, recibiendo depósitos y tomando descuentos de documentos (más adelante pasaría a ser el Banco de la Provincia de Buenos Aires).
Rosas manejó el pago del empréstito Bering con interrupciones, como forma de ejercer presión en el frente interno de Inglaterra.
A mediados de siglo, en Buenos Aires existían 106 establecimientos que fabricaban consumibles y herramientas; Córdoba, Tucumán y las provincias del norte elaboraban tejidos y calzados, además de contar con azucareras y tabacaleras; Cuyo proporcionaba textiles y bebidas alcohólicas, y existía un gran intercambio con los países limítrofes, tenidos en cuenta por la legislación de la aduana.
La protección aduanera
A pesar que algunos personajes de la época se pronunciaban a favor del librecambio, en 1835, Rosas promulgó una nueva ley que prohibía la importación de mercaderías cuya producción local estaba en condiciones de abastecer el mercado interno (ponchos, velas, productos de granja, harinas, manufacturas de metal, entre otros). Se establecían derechos del 50% a artículos como las monturas inglesas, cervezas y papas, y de entre 24 y 35% para los rubros en que convenía estimular la elaboración local: carruajes, cueros, tabacos, etc.
Los productos del interior del país traídos en barcos nacionales no pagaban derechos, excepto el caso de la yerba y tabaco de Paraguay, corrientes y misiones, que cargaban con 10% de derechos. La leña o carbón transportados en buques extranjeros pagaban el 17%. A las exportaciones se las cargaba con 4% de arancel, pero en caso de ser transportadas en barcos argentinos se anulaba este cargo. La exportación de cueros estaba cargada con 25% de derechos.
En mayo de 1838, ante el bloqueo francés al puerto de Buenos Aires, se levantó la prohibición a la entrada de harina y se redujeron en un tercio los derechos de importación, y en diciembre de 1841 se autorizó la entrada de las mercancías antes prohibidas, con una tarifa del 17%.
El reparto de la tierra
Rosas liquidó el sistema de enfiteusis de Rivadavia, dando a los enfiteutas la oportunidad de adquirir la propiedad. Pero también se preocupó por distribuir tierras a labradores y pobladores modestos y a los indios.
En 1836, puso a la venta tierras púbicas, incluyendo tierras impagas de los enfiteutas (éstas solo podían ser compradas por ellos, pero no se los podía obligar a hacerlo). Lo recolectado estaba destinado para pagar la deuda provincial.
La política agraria rosista trató de impulsar la pequeña propiedad y afincar a los paisanos, aunque las facilidades las encontraron los grandes estancieros.
La actividad agraria se concentraba en la venta de cueros, en
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