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El sistema político priísta


Enviado por   •  2 de Abril de 2014  •  Ensayo  •  2.810 Palabras (12 Páginas)  •  272 Visitas

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Los descontentos con la victoria del candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Enrique Peña Nieto, dicen que los mexicanos deben retrasar su reloj 82 años. Una sensación de retroceso político recorre el ánimo de los que cuestionan los resultados electorales, casi como si México viajara a tiempos anteriores al inicio de la alternancia política.

Por su parte, algunos analistas, como Joy Lagnston (2012), consideran que la victoria de Peña Nieto no significará la restauración del sistema político priísta, pues el país no es el mismo que dejó el PRI, y, por otro lado, porque el propio PRI ha experimentado, como consecuencia de los 12 años fuera del poder, importantes cambios internos para adaptarse al nuevo escenario político que emergió en 2000. Es decir, ni la sociedad está para tolerar una restauración ni el PRI para intentarla.

¿Qué significados tiene el retorno del PRI al poder? ¿De qué manera afectará esto a la llamada “transición democrática”? ¿Se recompondrá el “ogro filantrópico”?1 En lo que sigue se pone énfasis en el proceso de cambios experimentados por el sistema político mexicano para tratar de entender los recientes resultados electorales. El artículo presenta, de manera sucinta, los rasgos de lo que fue el sistema político priísta, su crisis y salidas del poder, las condiciones de retorno y, finalmente, algunas reflexiones sobre el escenario abierto por la victoria de Peña Nieto.

El sistema político priísta

El PRI nació como un “partido de Estado” en 1929, con el nombre de Partido Nacional Revolucionario (PNR). El presidente en funciones, Plutarco Elías Calles, impulsó la formación del PNR como una forma de unificar a los principales caudillos y jefes revolucionarios para dirimir las disputas de liderazgo en el marco del partido. Un año antes, 1928, el presidente electo, Álvaro Obregón, había sido asesinado, y parecía que México entraba a una nueva fase de enfrentamientos fratricidas.

En las elecciones de noviembre de 1929, el candidato del PNR, Pascual Ortiz Rubio, ganó las elecciones presidenciales con el 93,5% de la votación, e inauguró una historia de victorias electorales abrumadoras y lo que algunos analistas llaman como sistema de “partido casi único” o “partido hegemónico”. Sin embargo, el sistema nació con un Ejecutivo “bicéfalo”, pues Calles se reservó la atribución de designar al candidato presidencial, y, gracias al control del partido y de las candidaturas a las gobernaciones, mantuvo un poder discrecional en las decisiones del Gobierno (León 1990: 87-128). Ante esta situación, Ortiz Rubio renunció en septiembre 1932, y fue reemplazado por Abelardo Rodríguez hasta 1934.

A continuación llegó la presidencia de Lázaro Cárdenas (1934-1940), durante la cual terminó de estructurarse el sistema político priísta. En efecto, por un lado, Cárdenas alentó la organización y movilización de los campesinos y los obreros con el propósito de que res-paldaran la implementación de la reforma agraria, la nacionalización del petróleo y el conjunto de programas de modernización económica. Por otro lado, Cárdenas incorporó a estas organizaciones a las estructuras del partido, al que rebautizó como Partido de la Revolución Mexicana, y lo convirtió de partido de caudillos y caciques locales a un partido de masas donde los representantes y líderes populares equilibraron el poder de jefes y militares revolucionarios. Por último, Cárdenas acabó con el Ejecutivo bicéfalo creado por Calles (a quien exilió) subordinando el partido, la Asamblea Legislativa y las gobernaciones a la Presidencia de la República.

Los cambios introducidos por Cárdenas fortalecieron al PRM como el principal intermediario entre Estado y sociedad, y canalizaron la participación política de los diversos sectores y actores sociales. Los cambios introducidos por Cárdenas fortalecieron al PRM como el principal intermediario entre Estado y sociedad, y canalizaron la participación política de los diversos sectores y actores sociales. Debido a que el partido funcionaba como casi la única vía para acceder al poder o hacer carrera política, su penetración en la sociedad fue bastante profundo. Luego, como el partido monopolizaba el control de las estructuras del Estado en los procesos electorales, la maquinaria estatal y partidaria se confundían, logrando resultados que, por lo común, sobrepasaban el 90% de los votos. Adicionalmente, el PRI, denominación adoptada en 1946, albergaba heterogéneas tendencias ideológicas: una izquierda reformista (Lázaro Cárdenas), grupos de centro izquierda o derecha (Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz) y la derecha neoliberal (Salinas de Gortari). Esto permitió que diversos sectores sociales se vieran representados por el PRI, lo que permitió que, a lo largo de su trayectoria, na-vegara de acuerdo con el clima político.

Este sistema se complementó con la “oposición controlada” o “leal” del PAN, partido fundado en 1939 como reacción de los grupos opuestos a las reformas de Cárdenas. La partici-pación del PAN daba una cobertura de “competencia” a las elecciones sin poner en cuestión las aplastantes victorias del PRI. El régimen le reconoció al PAN algunos municipios distritales desde 1946 y en 1952 sus primeros representantes a la Cámara de Diputados con cinco escaños.2 Este partido recién pudo presentar candidato propio a la presidencia en 1958, cuando postuló a Luis H. Álvarez, quien obtuvo el 9,4% de los votos frente al 90,43% de Adolfo López Mateos, del PRI (Lujambio 2009: 145-158).3 Este sistema fue más o menos estable, pese a la crisis de 1968, hasta 1977, cuando se produjo la primera reforma electoral importante, que garantizó una mayor representación de la oposición en el Legislativo.

Crisis y salida del poder

La primera señal de la crisis del régimen priísta vino con la represión del movimiento estu-diantil de 1968, calificada por Guevara Niebla como la primera “revuelta ciudadana” del siglo XX mexicano (2008: 70). Las protestas estudiantiles se originaron en un incidente menor entre la policía y los estudiantes, pero derivaron rápidamente a demandas de libertades políticas y democráticas. Durante los meses de agosto y septiembre, los estudiantes universitarios y de las preparatorias se declararon en huelga, marcharon por las calles y organizaron mítines en las plazas del Distrito Federal. Algunos ven en este movimiento la emergencia de una “sociedad civil” que irrumpió al margen de las organizaciones sociales adscritas al PRI; otros lo entienden como la expresión del desfase entre modernización económica (milagro mexicano) y régimen autoritario (Guevara Niebla 2008: 59). Lo

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