El surgimiento del mundo maya

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(El surgimiento del mundo)

Las divinidades mayas responsables de la creación eran Itzama e Ixchel. El primero era una deidad asociada al sol mientras que la segunda diosa estaba ligada a la luna. Ambos representaban la dualidad entre lo masculino y lo femenino e hicieron los tres niveles en los que se dividía la Tierra según la concepción maya.

En el primer nivel se hallaba el mundo superior o reino de la luz donde moraban los inmortales, después iba el mundo de las águilas que era donde vivían los hombres y al final del todo los infiernos conocidos como mundo de los jaguares. Además, todos y cada uno de estos estratos estaban unidos por el árbol primordial.

Por otra parte, el cielo estaba sujeto por cuatro portadores que a pesar de su fuerza no siempre soportaban el peso de la bóveda celeste y se tendían a descansar. Así se explicaban fenómenos como los terremotos y demás catástrofes naturales.

(El castigo de los animales)

Otra versión del mito de los orígenes del mundo apunta que fueron los dioses Tepeu, Huracán y Gucumatz los que se afanaron en la creación de la Tierra y los seres vivos. De su poder surgió la luz y fueron ellos los que retiraron las aguas del mar para que así apareciera el suelo firme.

Luego hicieron germinar flores y árboles y pusieron a los pájaros sobre las ramas de estos últimos para que actuaran de guardianes. Poco a poco los inmortales fueron diciendo a cada animal cuál iba a ser su misión en la Tierra.

Cuando terminaron de dar instrucciones se les ocurrió que todas las criaturas debían tener su propio sonido para que el mundo fuera un lugar hermoso y alegre y no un paraje desolado y yermo. No obstante, las bestias no fueron capaces de expresar ideas o pensamientos

De este modo, era imposible que las bestias adorasen como es debido a sus hacedores. Por este motivo, los dioses resolvieron condenar a los animales a perseguirse y devorarse los unos a los otros. Fue después de estos hechos cuando decidieron dar vida a la humanidad.

(El primer hombre)

Las deidades del panteón maya se tomaron su tiempo para moldear a los seres humanos. El primer hombre estaba hecho de barro pero era una criatura imperfecta pues se deshacía con la lluvia y parecía incapaz de moverse o hablar. De esta forma, no podía honrar a los dioses ni ofrecerles sacrificios.

Descontentos con su obra, los inmortales decidieron destruirla y comenzar de nuevo. En esta ocasión resolvieron emplear la madera de un árbol para hacer al hombre y unos juncos para crear a la mujer. Al principio parecía que todo marchaba bien pues estas personas tenían el don de la palabra y el movimiento y se reproducían con rapidez.

No obstante, olvidaban con frecuencia su obligación de rendir culto a los dioses así que éstos en un arranque de ira enviaron un diluvio a la Tierra. La mayor parte de la humanidad pereció ahogada por el torrente de las aguas y los supervivientes fueron transformados en monos.

Por último, las divinidades mayas optaron por utilizar pasta de maíz para hacer cuatro hombres. Esta vez lograron alcanzar la perfección hasta tal punto que sintieron envidia de las criaturas a las que ellos mismos habían dado vida y nublaron su inteligencia y su belleza. Surgieron así los ancestros del hombre actual.

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