Ensayo Fouche
Enviado por inita15 • 5 de Noviembre de 2012 • 5.650 Palabras (23 Páginas) • 815 Visitas
LIBRO FOUCHE
Actividad Final de Unidad I
Grupos y su ideología, que integraron el Parlamento Frances después de la Revolución Francesa, y su influencia en México.
Para los ciudadanos, para los moderados, es ya perfecta la República con la Constitución conquistada, con la aniquilación del Rey y de la nobleza, con el traspaso de los derechos al Tercer Estado;
Con los setecientos cincuenta que entran solamente en el salón del Rey destronado entra también, silencioso, cruzada sobre el pecho la banda tricolor de representante del pueblo, José Fouché, el diputado de Nantes. Desaparecida la tonsura y olvidado ya el traje de sacerdote, viste, como los demás, sencilla ropa de ciudadano.
Una vez que José Fouché, llega a ocupar su lugar como diputado: se inclina del lado de los girondinos, de los moderados. Con ellos están Condorcet, Roland, Servan, los hombres que tienen en sus manos los Ministerios, que influyen en todos los nombramientos y que reparten las prebendas. Allí puede estar seguro. Y allí toma asiento.
Así se agazapa taimada e intencionadamente en la oscuridad. Se acerca a los poderosos, pero evita todos los Poderes públicos y visibles. En vez de escandalizar en la tribuna y en los periódicos, prefiere ser elegido en las Comisiones, donde se gana en la sombra conocimiento de la situación e influencia sobre los acontecimientos sin ser observado ni odiado. Y, efectivamente, su manera de trabajar tenaz y rápida le gana simpatías; su invisibilidad le protege contra toda evidencia. Desde su despacho puede observar descuidadamente cómo se ensañan los tigres de la «montaña» y las panteras de la Gironda, cómo los grandes apasionados, cómo las grandes figuras destacadas de un Vergiaud, Condorcet, Desmoulins, Danton, Marat y Robespierre se hieren a muerte. Él contempla y espera, pues sabe que hasta que no se aniquilen los apasionados no empieza la época de los que supieron esperar, de los prudentes. Sólo se decidirá cuando la batalla se vislumbre ganada.
De acuerdo a los argumentos anteriores es clara la actitud maquiavélica de José Fouché pues durante toda su vida decidió colocarse, parapetado, detrás de una figura principal, y empujarla hacia delante; y en cuanto esta avance excesivamente, en el instante decisivo, traicionarla de manera rotunda, su fuerza reside en el aposento de burócrata, en la habitación cerrada en la sombra. Allí puede acechar y explorar holgadamente, observar y convenir, tirar de los hilos y enredarlos mientras permanece impenetrable, hermético.
Fouché tiene amor propio desmesurado, pero no ansia de gloria; es ambicioso sin vanidad.
El 16 de enero de 1793. Robespierre exige terminantemente que cada representante de la nación francesa pronuncie su «sí» o «no», su Vida o Muerte, en medio de la Asamblea, para que sepa el pueblo y la posteridad el lugar que a cada uno corresponde: a la derecha o a la izquierda, en la bajamar o en la pleamar de la revolución.
Ya el 15 de enero, Fouché ha definido claramente su propósito. Pertenece a los girondinos, y el deseo de sus electores, netamente moderados, le obliga a pedir clemencia para el Rey. Pregunta a sus amigos, sobre todo a Condorcet, y ve que están todos dispuestos a evitar una medida tan irrevocable como la ejecución del Rey. Y como la mayoría esta en contra de la sentencia, se pone Fouché, naturalmente, de su parte; la noche anterior, la del 15 de enero, lee a un amigo el discurso que piensa pronunciar para justificar su deseo de clemencia. Sentarse en los bancos de los moderados le obliga a ser así.
Los obreros, en medio de la revolución de 1792, por primera vez forman, una masa proletaria visible, rígidamente separada de los fabricantes, realistas y capitalistas.
Zweig, además menciona a Chalier de Lyon, un sacerdote escapado y antiguo comerciante, para el que la revolución significo otra vez el cristianismo auténtico y verdadero. Su filantropía ve en la conflagración general la aurora de una Humanidad nueva y eterna. Instintivamente ve el pueblo en él una caridad ardiente y comprensiva. Por otra parte, los reaccionarios de Lyon comprenden que es mucho más peligroso un hombre tan puramente poseído por el espíritu visionario por lo que al primer motín encierran en la cárcel, como presunto caudillo de los revoltosos a este idealista, se logra achacarle una carta falsificada, para fundamentar una denuncia en virtud de la cual se le condena a muerte, como reto a la Convención de París. Precisamente por la falta de uso de la maquina siniestra, y también por la torpeza del verdugo, se convierte la ejecución de Chalier en cruel e infame suplicio. Tres veces cae el filo romo de la cuchilla sin decapitar al reo.
El 12 de octubre propone el Presidente de la Convención el documento en que se pide nada menos que la destrucción de la segunda capital de Francia. Este decreto, poco conocido, dice textualmente:
«1.º La Convención Nacional nombra, a propuesta del Comité de Salud pública, un Comité especial de cinco miembros para castigar sin demora, militarmente, la contrarrevolución de Lyon.
»2.º Todos los habitantes de Lyon serán desarmados y sus armas entregadas a los defensores de la República.
»3.º Parte de ellas serán entregadas a los patriotas que fueron oprimidos por los ricos y contrarrevolucionarios.
»4.º La ciudad de Lyon será devastada. Toda la parte habitada por los ricos será destruida; quedarán en pie las casas de los pobres, las viviendas de los patriotas asesinados o proscritos, los edificios industriales y los que sirven para fines benéficos y educativos.
»5.º El nombre de Lyon será borrado del índice de ciudades de la República. En adelante llevara el conjunto de casas que queden en pie el nombre de Ville Affranchie.
»6.º Sobre las ruinas de Lyon se erigirá una columna que anuncie a la posteridad los crímenes y el castigo de la ciudad realista, y que llevará esta inscripción: Lyon hizo la guerra contra la Libertad. Lyon no existe.»
La Convención le confía a Couthon (amigo de Robespierre y quien además fuera el antecesor de Fouché,) la ejecución de la citada petición, reconoce enseguida el desatino, el suicidio que significa demoler voluntariamente, por un gesto amedrentador, la capital industrial de Francia Aunque recibe Couthon su encomienda, no piensa, en verdad, llevarla a cabo. Se contenta con preparativos teatrales. Inválido de las dos piernas por una parálisis temprana, se hace conducir en una litera a la plaza de Lyon, designa con un martillo de plata simbólicamente las casas que han de ser derribadas y anuncia la institución de terribles tribunales de vindicta. En realidad, con el pretexto de la falta de obreros, se emplean sólo un par de mujeres y niños que, dan algunos golpes indolentes
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