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Ensayo de la historia y evolución del ser humano


Enviado por   •  6 de Marzo de 2013  •  Trabajo  •  1.690 Palabras (7 Páginas)  •  469 Visitas

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Ensayo de la historia y evolución del ser humano

Trataré este tema como a mí me gusta: en primera persona, dirigiéndome al lector como si le conociera, aunque no sea así. Y además voy a tomar ventaja del hecho que soy el único que habla aquí; sin embargo, y por más que parezca un monólogo, cosa que es cierta, de todas formas haré el intento de no aprovechar demasiado esta dulce prerrogativa. El caso, eso sí, es que como voy a recorrer dificultosos caminos, en donde hurgaré zonas sensibles para muchas personas, tratare de se lo mas claro posible.

Todo se originó con el Big Ban pero..

Ignoramos cómo fue que pasó todo, pero si nos basamos en el molde ofrecido por la Evolución, entonces podemos hacernos una buena idea de qué ocurrió. Como los números no son exactos ni mucho menos, y tampoco están probados a fuego y están permanentemente ajustándose, usaré los que yo recuerdo o conozco.

En primer lugar, debemos decir que la Tierra tiene una edad aproximada de 4.570 millones de años. A partir de aquí podemos dividir la historia del planeta en 4 eones (un eón es un período muy largo y de hecho los cuatro eones suman esos 4.570 millones de años de historia). Los cuatro eones se llaman Hadeico, Arcaico, Proterozoico y Fanerozoico, en ese orden desde el más antiguo.

En el eón Hadeico (4.570.000.000 - 3.850.000.000) la corteza terrestre se enfrió, surgiendo el planeta mismo. No aburriré describiendo las cuatro eras en que se divide el eón Hadeico (ni las explicaré). Se supone el fin del eón junto con el término de su última era, cuando concluye cierto bombardeo de meteoritos que azotó a la Tierra y, muy posiblemente también, a la Luna. Desde luego, en ese tiempo no cabe ni imaginar que habría vida, aunque su estudio puede describir los ingredientes primordiales para su surgimiento.

Luego viene el eón Arcaico (3.850.000.000 - 2.500.000.000), con cuatro eras también, comienza más o menos con las primeras señales de vida en el mundo, descubiertas en la forma de estromatolitos -una fea palabra que significa “cama de piedra” porque las células primordiales aparecen petrificadas como grupos que forman láminas o camas-. En este eón se manifiesta la vida y también cierta forma de fotosíntesis, además de hallarse una glaciación y la aparición del valioso oxígeno en el planeta.

El tercer eón es el Proterozoico (2.500.000.000 - 600.000.000) e incluye tres eras (Paleo, Meso y Neo proterozoico; hay que tener paciencia para leer los nombres). El proterozoico marca el inicio de la oxigenación del planeta, y su fin se mide aproximadamente con el surgimiento de criaturas pluricelulares, puesto que durante todo el eón anterior la única clase de seres vivos que habitaba el planeta era unicelular sólo una célula.

El eón actual se llama Fanerozoico (600.000.000 - hoy), tiene tres eras Paleozoico, Mesozoico y Cenozoico- y prácticamente toda la teoría de la evolución se desarrolla en él. Algunos eventos interesantes del eón Fanerozoico incluyen la aparición de plantas, peces y seres terrestres. Varias extinciones masivas y cambios climáticos de importancia cardinal moldearon la vida, junto con las fuerzas que describe la Evolución. De estos grandísimos factores aparecieron y salieron de escena criaturas tan emblemáticas como los trilobites, los helechos gigantes y los dinosaurios, los pequeños mamíferos; más tarde, los primates y, en fin, nosotros.

Dudo que exista gente que no cree en la evolución, siempre y cuando no le pongamos apellido al término. Me refiero al hecho que las cosas cambian y se ajustan, para mejor o para peor, según sean las circunstancias. A lo largo de nuestra vida, nuestros cuerpos cambian, la apreciación que tenemos acerca de los demás y de nosotros mismos va variando sutil o significativamente. Nuestras comunidades se trasladan en varios planos, como el físico, el social o el ético, entre otros movimientos en apariencia caóticos. Indudablemente, se producen cambios, pequeños o grandes, a lo largo del tiempo, en la escala en la que miremos.

La palabra misma “evolución” es en sí un término correcto, usable y muy adecuado para montones de circunstancias. Las huellas de sociedades anteriores a las actuales nos muestran un mundo humano primigenio burdo e ignorante, carente de muchos de los aditamentos que hoy consideramos esenciales para el desarrollo de nuestra civilización. Hallazgos arqueológicos nos enseñan que alguna vez nuestra especie fue cavernaria e ignoraba los principios y las técnicas para la construcción. De común decimos que la humanidad pasó por distintas eras, las primeras de las cuales giraron en torno de la piedra como material principal para la fabricación de herramientas, e incluso hemos comprendido que antes de ser maestros en adaptar y bruñir la piedra fuimos muy bastos, y por ello a las primeras muestras de entendimiento del uso de la piedra para moldear herramientas le llamamos “paleolítico” para referirnos a un uso antiguo, en verdad simplote y tosco, de la piedra.

En el Mioceno hace 23 millones de años surge el primer homínido, específicamente en la actual África, al que conocemos con el peculiar nombre de Procónsul. En particular, el homínido es un mono sin cola y el procónsul

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