Ensayo sobre mi postura ante la apertura al público de las cuevas rupestres
Enviado por Fernando Moises Hernandez Cordoba • 27 de Septiembre de 2019 • Ensayo • 721 Palabras (3 Páginas) • 166 Visitas
Ensayo sobre mi postura ante la apertura al público de las cuevas rupestres.
Fernando Moisés Hernández Córdoba.
El arte rupestre ha sido una forma de expresión del hombre primitivo, desde tiempos inmemorables. Esta actividad no fue, ni es actualmente practicada como el concepto contemporáneo de arte, es decir, el arte para el deleite del experto, si no como un medio imperativo e inherente del ser humano de comunicarse entre sí, así como de plasmar mensajes a lo largo de su devenir histórico.
Para nosotros este tipo de figuras pueden tener un valor puramente estético, sin embargo, para los seres humanos que hicieron estas representaciones tenían un fin religioso o formaban parte de un esfuerzo por conocer y dominar la naturaleza, entre muchas otras interpretaciones. El estudio del arte rupestre ha sido muy útil para la arqueología, pues aporta pistas acerca de la forma de vida y la cultura del hombre antes de la aparición de la escritura ya que es precisamente en este periodo y citando a Arnold Hauser “No hay en toda la historia del arte ningún ejemplo que deje resaltar más agudamente la conexión entre un cambio estilístico y el simultaneo cambio de las circunstancias económicas y sociales, que el tránsito del paleolítico al neolítico”
La conservación de las piezas originales es imprescindible. Encontrar pinturas rupestres es excepcional, casi una casualidad. Se tienen dar unas condiciones muy especiales para que lleguen a nuestros días y en buen estado. Por eso, las pinturas que conocemos en todo el mundo son solo un porcentaje ínfimo de todo lo que debió lucir hace decenas de miles de años en las rocas y las cuevas del planeta.
Aunado a esto las pinturas rupestres son extremadamente delicadas y vulnerables a la presencia humana. La simple respiración de los visitantes aumenta la temperatura y la humedad del ambiente. Esto facilita el desplazamiento y condensación del agua del aire, que contiene bacterias, sobre las pinturas. Este fenómeno, natural, pero exacerbado por las visitas, combinado con la exposición continuada a la luz (para iluminar el paseo de los visitantes) favorece la reproducción de estas comunidades bacterianas y de algas sobre las pinturas y las estropean. Por otro lado, cualquier accidente que conlleve la introducción de materia orgánica extraña por parte de los visitantes podría dar lugar a un brote de hongos que llegara a cubrir las pinturas. Además, la presencia humana también aumenta la concentración de CO2, y produce cambios en el régimen de circulación del aire en el interior de las cuevas.
Estos factores han llevado a los encargados de muchas de estas cuevas a mantenerlas cerradas al público en general o llevar a tener visitas sumamente controladas, ejemplos como el de la cueva de Altamira donde se han instalado sondas a lo largo de la cueva que toman datos de la temperatura del aire y de la roca, la humedad relativa del aire, la contaminación microbiológica, las aguas de infiltración, el radón y el CO2. Limitando las visitas a solo 5 visitantes a la semana en un recorrido de 37 minutos. Los visitantes deben vestir un mono desechable, gorro, mascarilla y calzado especial, no se permite el contacto con la roca ni hacer fotos con flash. La iluminación es portátil para evitar una exposición continuada a la luz de las pinturas. Todas estas restricciones son en pro de minorizar los daños a las pinturas.
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