Evolucion Social
Enviado por sebita1512 • 26 de Agosto de 2012 • 3.790 Palabras (16 Páginas) • 506 Visitas
El objeto de este estudio es presentar en la forma de un esquema, de un panorama o de un ensayo, los rasgos más salientes y esenciales de la evolución social en Chile en el siglo XIX. Un plan o método así concebido es siempre arbitrario. Lo es por dos razones. Porque el historiador se encuentra obligado a trazar una síntesis en que desecha todos los datos que llevan a una demostra¬ción, o a la contradicción de esa demostración, o bien, porque debe ser creído bajo la virtud de la autoridad de su palabra. Un método semejante induce a concepciones precipitadas. La lengua del historiador necesita ser clara, precisa y matemática. Los términos, las palabras que asocian conceptos ideológicos, que cambian de una época a otra, debe eliminarlos cuidadosamente. Perturban, sin duda alguna, el raciocinio. Cuando hablamos de democracia en la edad de Atenas, inconscientemente asociamos a ella nuestra actual concepción. Y de este modo deformamos el sentido histórico de esa etapa. Hay un hecho mucho más claro que puede explicar esta transformación de los matices del lenguaje y de las ideas. La sensibilidad física del individuo no es, por cierto, hoy, la del hombre del siglo XV, por ejemplo. El régimen social de entonces le impuso, con sus castigos, una fortaleza que nadie podría resistir en nuestro tiempo. Se ve así que aun la psicología cambia.
Mi ensayo adolece de los dos defectos que he señalado. He debido abandonar las pruebas que corroboran mis asertos; he debido aspirar a ser creído bajo la fe de mi palabra. No trato tampoco de convencer a nadie. Cuando se asume el papel de historiador de un período lejano, lo único que interesa es ser objeti¬vo, gráfico.'Esta ha sido mi aspiración en este estudio. Las ideas, las doctrinas en el devenir de la historia, carecen de importancia para mí. Mucho más me interesa seguir la ley de la vida, su juego, su armonía y desarmonía, la ley bioló¬gica que impulsa la historia. Soy demasiado escéptico para apasionarme por las cosas del pasado: en ellas miro sólo el prodigioso arte de la vida. Quién sabe si este esquema participe de este escepticismo.
LOS FUNDAMENTOS MORALES DE LA SOCIEDAD
Al terminar el siglo XVIII, la sociedad chilena, en sus diferentes jerarquías, se cimentaba sobre dos grandes principios místicos: el del dogma de la majestad real y el del dogma de la majestad divina, es decir, en un respeto incondicional a la Corona, que era el símbolo supremo del espíritu español en el cual total¬ mente se encarnaba, y en una veneración absoluta a los principios de la Iglesia. Ambos dogmas ya entonces habían perdido algo de su antigua y sólida consis¬tencia moral: el real se había debilitado a impulsos de las propias reformas que la monarquía introdujo en sus dominios, y por ciertas medidas que lastimaron profundamente la conciencia de la clase social preponderante, tales como la falta de una verdadera libertad de comercio, la expulsión de la Compañía de Jesús y, finalmente, el término del régimen de las encomiendas. El dogma de la majestad divina perdió a su vez vigor. Las costumbres patriarcales de la antigua sociedad de los siglos XVI y XVII, dominadas enteramente por el espíritu y moral de los sentimientos de algunos extranjeros que solían cuidarse de chilenas, principalmente franceses e italianos. La Iglesia, desde la expulsión de la Compañía de Jesús, no manejaba el freno de las conciencias y, desde el mo¬mento en que la ilustración se hizo un poco más vasta, fue posible percibir en los espíritus, si acaso no una rebeldía, por lo menos un sí es no es de indepen¬dencia moral, para juzgar y apreciar los actos de la vida desde un punto de vista psicológico y moral. Sin embargo, todavía la Iglesia se conjugaba plenamente para acentuar y darle toda su expresión de forma al dogma de la majestad real, del cual continuaba recibiendo no pocos beneficios.
LA POBLACIÓN Y SUS CLASES SOCIALES
Tal era, en resumen, el fondo moral de la sociedad al iniciarse el siglo XIX. La población del país, ya organizado administrativamente debido a las reformas de la dinastía borbónica y a la obra eficaz de grandes gobernado, res, no alcanzaba, seguramente, a más de medio millón de habitantes, sin tomar en cuenta a los araucanos, cuya suma podía ser entonces calculada en cien mil almas. En general, la población chilena era pobre en comparación con la de los grandes virreinatos y aun con las de otras capitanías generales. Cerca de las tres cuartas partes la constituía el mestizaje español indígena. No eran ni bárbaros ni civilizados y llevaban una vida ruda y triste, sin horizontes de ninguna especie. Formaban el elemento de explotación de los campos de cultivo en las feraces regiones del Valle Central o en los secanos de la cordillera de la costa; eran el músculo fuerte en el trabajo de las minas de las montañas, y bien podía considerárseles como los siervos de la tierra, como el conglomerado más importante de la servidumbre del servicio rural Los criollos se levantaban sobre esta sabana social. Eran los descendientes de los españoles de pura y limpia sangre blanca, mezclada a veces con el indíge¬na, y no exenta, en otras, de ciertas gotas de la africana. Constituían el elemento básico de la civilización europea, lo nacional genuino de la Colonia, si quiere decirse. Poseían las tierras de cultivo, las minas, algunas pequeñas industrias, prosperaban en el comercio, en manera muy desigual; tenían acceso a las dignidades del clero, a las no muy encumbradas del ejército, y en los cabildos aprendían débilmente el arte del gobierno de las ciudades; servían en la Universidad de San Felipe y en otros colegios la docencia y la dirección de la enseñanza. Era la élite intelectual, por misérrima que fuera. La alta clase social de este grupo, que bien contando no llegaba a ciento cincuenta mil, traía su origen en una transformación racial verificada en el país al finalizar el siglo XVII, y acentuada en el siguiente; era el producto de un desplazamiento paulatino de una parte del elemento conquistador primitivo, reemplazado por familias de origen vasco y entroncado con la vieja estirpe castellana, que había colaborado en esa empresa y que aún subsistía.
Los españoles no eran más de veinte mil; pero era la estirpe social predomi¬nante. De su sangre pura o no, había surgido el criollo; éste heredó sus tierras, su fortuna y su rango. Poco a poco, los españoles fundadores fueron extinguién¬dose, y una casta oficial, venida de la metrópoli, de escasa raigambre en el país, reemplazó a la de los conquistadores, Era éste un grupo privilegiado: el gobier¬no, la alta jerarquía administrativa, la justicia de segunda instancia, la preemi¬nencia en el ejército y cuanta actividad administrativa de importancia remunerada, le pertenecía. Tenía valimiento
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