Francisco Lazo Marti
Enviado por jhoandry • 16 de Marzo de 2012 • 1.940 Palabras (8 Páginas) • 941 Visitas
FRANCISCO LAZO MARTÍ
IMAGEN DE LAZO MARTÍ REALIZADA POR EL INSIGNE PINTOR GUARIQUEÑO ABILIO BRICEÑO PARA EL LIBRO DE ARGENIS RODRIGUEZ "PARA CONOCER A FRANCISCO LAZO MARTÍ". LA OBRA FUE PUBLICADA POR EDGARDO MALASPINA, A TRAVÉS DE FUNDACULGUA EN 1996.
Francisco Lazo Martí: Profesor de Patología Interna en el Colegio de Primera Categoría de Calabozo
Por: Edgardo Malaspina
EL MÉDICO
La labor de Médico de Lazo Martí es muy poco conocida. Como Chejov, Bulgakov y Manuel Díaz Rodríguez cambió rápidamente el estetoscopio por la pluma, el récipe por el verso. Prefirió auscultar el alma de los hombres. Optó por la rima del verbo antes que por el ritmo del corazón. En 1884, cursando el primer año de Ciencias Médicas, obtuvo el primer premio al rendir exámenes en Anatomía e Higiéne. En 1885, en el segundo año de medicina, se adjudica un sobresaliente en Anatomía descriptiva y Fisiología. En 1886, en su tercer año, continúa con buenas notas en medicina Operatoria, Cirugía y Patología. En cuarto año tiene como materias Patología Interna, Cirugía y Obstetricia, Medicina Legal y Toxicología. En 1890 se le expide una constancia por haber asistido dos años a la Clínica del Hospital de Beneficencia de Calabozo. En 1890 rinde en exámenes en la Universidad Central para obtener el Título de Médico. Le preguntan acerca de los tumores abdominales, el líquido ascético, los papilomas, las verrugas y la enfermedad de Addison. Termina con éxito e inmediatamente le escribe a un amigo: “Hoy recibí Título, regularcito”.
En 1886 Lazo Martí es profesor de Alemán en el Colegio de Primera Categoría de Calabozo, donde cursaba la carrera de Medicina. En 1897 es vicerrector de esa institución y dicta clases de Patología Interna a los estudiantes del cuarto año de Ciencias Médicas.
Oscar Sambrano Urdaneta nos da una noción del ejercicio de Lazo Martí en su profesión médica: “Largo rato estuvo inclinado sobre la paciente, auscultándola. Al final extrajo de su maletín un frasquito de pastillas y lo entregó al muchacho con las indicaciones debidas. Este último ni siquiera intentó preguntarle al médico por el valor de la visita, pues conocía de sobra que aquel señor humanitario era incapaz de cobrarle a los pobres como ellos”.
Argénis Rodríguez dice: “Como calaboceño, Lazo Martí no le cobraba a los paisanos y se ve en la necesidad de instalarse en Puerto Nutrias, Barinas. Pero aquí tampoco vive de la medicina. Regala remedios, no cobra y es entonces cuando se le ocurre meterse a comerciante y vende papelón, queso, panelas, frutos de la tierra, tabaco en rama y café. Tiene algo así como una pulpería. Vende cuerdas de gallos de pelea”.
Estaba convencido de que su profesión de médico era para satisfacer la necesidad espiritual de ayudar al necesitado; por eso una vez escribe a alguien que quiere ser médico: “no cuentes con que ese oficio, tan penoso, te haga rico”.
LA FILOSOFÍA MÉDICA DEL POETA
El pensamiento filosófico ha tenido a través de la Historia de la Medicina representación de casi todas sus corrientes: desde los animistas, escépticos, malthusionistas, preformistas hasta los cínicos, nihilistas, voluntaristas, economistas, deterministas, idealistas, materialistas. Chamberlen, médico escocés del siglo XVII, inventó los fórceps obstétricos, usándolos ampliamente en secreto para su propio enriquecimiento; mientras tanto miles de mujeres morían con sus niños en los partos donde esos instrumentos estaban indicados. Palfyn fue el antípoda de Chamberlen: inventó su propio modelo de fórceps e inmediatamente comunicó sobre esto a la Academia de Ciencias de París. He allí dos posiciones filosóficas al ejercer la medicina: la misantrópica y la filantrópica, la egoísta y la altruista.
El ejercicio de la medicina, como cualquier otro desempeño humano, está guiado en su cotidianidad por una actitud filosófica, consciente o inconsciente; militante o espontánea.
En Venezuela, desde sus propios inicios, la medicina estuvo ligada a la filosofía. Lorenzo Campins y Ballestes, Francisco Molina, Vicente Fajardo y muchos otros pioneros de nuestra ciencia hipocrática fueron médicos – filósofos. Elllos eran dignos representantes de la filosofía escolástica en boga en ese entonces. Correspondió a José María Vargas romper esos esquemas con su materialismo pragmático y experimentalista. Vargas era vector del pensamiento médico – filosófico progresista de la época y llegó incluso a traducir al español El Contrato Social de Rousseau.
Lisandro Alvarado se atenía en sus principios médico – filosóficos al materialismo y la diálectica. Rafael Villavicencio y Adolfo Ernst fueron los máximos representantes del positivismo en la medicina Venezolana. Y es en la escuela positivista de estos dos maestros donde se forja el pensamiento médico de Lazo Martí. Para los positivistas el objetivo de la ciencia radica en la descripción pura de los hechos, en la experiencia directa, en la razón. Los problemas científicos se resuelven aplicando los fundamentos del raciocinio. Con todas sus limitaciones ese fue el marco teórico filosófico de los estudios médicos de Lazo Martí.
En la práctica la actitud del médico puede ser distinta. La posición cambia cuando se tiene un paciente con las miserias de su cuerpo, el dolor de la enfermedad y el agobio de la circunstancia económica adversa.
En Venezuela muchos médicos se han destacado al tener como filosofía de vida el apostolado de su profesión. Estos grandes hombres tuvieron por creado el altruismo, el humanismo, el amor al prójimo, la comprensión de la tragedia ajena como si fuera propia. Allí están, entre otros, José Gregorio Hernández, Emilio Conde Flores, Alfredo Machado, Eloy Calvo, Juan Lavie y Francisco Lazo Martí, que como todos sabemos, no teniendo para comer no cobraba a sus pacientes de los estratos sociales más desfavorecidos. Lazo Martí pudo haber dicho con todo orgullo, como decía Alberto Plaza Izquierdo: “no coloco en mi bolsillo la lágrima del pobre”.
DESCRIPCIÓN DE LA FIEBRE EN UN SONETO
El Médico Lazo Martí describió los síntomas de la fiebre, una fiebre cualquiera, en un soneto, El Tumbador o Leñador:
En silencio la selva se recrea:
ya no turba su paz el rudo hachero
a cuyo golpe aquel roble altanero
vibraba con un ritmo de odisea.
Junto al árbol que un hálito menea,
presa de oculto mal yace el bracero:
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