GUERRA EL MOZOTE EL SALVADOR
Enviado por natyjamilton • 29 de Abril de 2013 • 5.312 Palabras (22 Páginas) • 562 Visitas
EL MOZOTE NUNCA MÁS.
En el año de l984. Herbert Anaya entrevistó, en el lugar de los hechos a Rufina Amaya una sobreviviente de la masacre del Mozote.
Éste es un relato impresionante, escrito por este gran luchador de los Derechos Humanos, con el fin de rescatar la vivencia, sobre uno de los capítulos más abominables de la guerra contra la población humilde del norte de Morazán, situado al oriente de El Salvador.
Hoy, en el marco del Día Internacional de los Derechos Humanos, conmemoramos un aniversario más de este horrendo crimen contra la humanidad, que hasta la fecha sigue impune, en el que fueron asesinados cientos de niños y niñas, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, a manos de los agentes gubernamentales del “Batallón Atlacatl”, entrenados por el Gobierno de los Estados Unidos, y comandados directamente por el Coronel Domingo Monterrosa durante los días 10, 11 y 12 de diciembre de 1981.
“Que oiga el mundo, cual es el precio que hemos pagado
por la paz de nuestra nación futura…”
Herbert Anaya Sanabria, 1984
“Que la memoria de los mártires no os deje morir en paz”
Pedro Casaldaliga
“”””””Hay veces nos insertamos presurosos, donde nuevas sensaciones inexploradas muestran sus matices; en una columna informe el estrecho camino nos conduce hacia El Mozote; llegamos cuando casi todo comienza, el lugar se encuentra enclavado en el regazo de tres cerros, ¡ahí las semillas germinaron, no hubo más pie del hombre o la mujer que la aplastara.
Su única calle ancha, deja entrever su tierra colorada, el tinte se lo dieron los siglos, pero se que el verdadero color se lo dio un día la guerra, para quedarse inmóvil diciéndonos algo, mejor dicho gritándonos algo.
Nos movemos sin darnos cuenta, casi mecánicos, doblamos por su centro, en lo que fue la plaza, a los lados, enormes enredaderas han cubierto de sombras las húmedas paredes encorvadas que aún quedan, fueron moradas, donde la grulla de cipotes corrían jugando escondelero, los ancianos requemados, sobre la piedra mostraban su cansancio arrugado, cae la tarde ¡la última tarde, del último verano! ¡las agujas de un tiempo invisible marcan casi las seis, mientras tanto la cocina ríe con el hervor de los frijoles, Juan mira a la Juana, ambos esperan inquietos llegar la noche, el chumpe llora, los pericos callan, un alma de chucho corre bobo y rezagado, de pronto explosiones y gritos, los morteros se acercan acosando con su negro humo, las ráfagas de fusiles automáticos intimidan el ánimo, luego un enjambre de soldados aparece con la mirada desorbitada, esconden el miedo en improperios desaforados, vienen en busca del guerrillero.
¡Salgan todos de sus casas! ¡Afuera, nadie se quede! Todos a la plaza! El campesino indignado y sin camisa sale vociferando en sus adentros “cuilios cerotes, otro cateo” las mujeres preocupadas, con delantales prensa dos de pequeñas manitas llorosas, se van juntando por la calle, la tensión se va volviendo un pequeño riptus a la muerte, los viejos enclenques forzan sus mandíbulas e invocan a Dios, el famélico perro esconde la cola, corre a esconderse en señal de sumisión.-¡Todos ustedes son guerrilleros! acusa un sargento de nervioso movimiento, su mano empuña el fusil, más bien el dedo en el gatillo ansia terminar pronto.- ¡Mi teniente dice que son guerrilleros! Por eso van a morir!.-
La sentencia estaba echada, un murmullo agitado descorre el velo del silencio, Juan con una seguridad espasmosa, agigantado y sin miedo responde “nosotros aquí nacimos, trabajamos, la Jarcia es nuestra vida.- ¡También aquí se les va a acabar! interrumpe el sargento.
Ustedes son guerrilleros! Mi coronel nunca se equivoca! Solo esperamos la orden de arriba para comenzar la limpieza.- ! Vayan a sus casas! Y ay de ustedes si asoman las narices o tratan de escapar. ! Todo está cercado! Las protestas crecían sin encontrar un eco, una esperanza, ya no habrían respuestas, otra vez la expectativa y el zumbido sordo juntos, las palpitaciones se detienen causadas en el pecho de la Juana, el miedo corre de un lado a otro prestando sus favores ¡no nos van a matar, no se preocupen! le dice Juan para calmarla, - la mayoría son niños, aquí no hay guerrilleros, ellos lo saben por las familias de soldados, si, ¿pero no dicen que esto es parejo? interroga Juana, buscando una certeza de lo imposible.
Los niños duermen ignorando la espera, la anciana presiente lo inevitable, por ello consuela las últimas horas, acaricia temblorosa una cabecita suave, sus nietos no crecerán más, balbucea un padrenuestro, el cansancio la domina casi.
¡Todos a la plaza de nuevo! Oyéndose la roncosa orden como paso al desenlace, son las cinco de la mañana!. ¡Los grillos chirrían demasiado tristes, pero nadie los oye, los gallos extrañamente no cantan, el frió penetra hondo, las estrellas, bueno las estrellas brillan como siempre pero esta vez grabando un presagio, la muerte.
Dos filas de hombres aquí! Señalando el teniente el lugar frente a la ermita. Las mujeres, los viejos y los niños aquí! Erigiendo la formación de cara a las otras, la plaza esta replete de humanos, unos callan otros hablan in entendibles voces, se entrecruzan claros lamentos: Mamá tengo frió, tengo hambre, vámonos a casa, una niña de ocho meses llora por la chiche, soldado por favor déjenme ir a traer una colcha para envolver a mi hija ¿para qué si ya van a morir?, contesta con prepotencia el uniformado.
Por momentos, gritos, ordenes, ruegos, llantos, rezos, imprecaciones, fusiles, chasquidos se confunden, la deshuesada ronda al momento, impaciente, exigiéndole, a veces protesta y se marcha, son las siete de la mañana, a lo lejos el ruido claro del pájaro verde con sus aspas negras aparece, Todos los hombres a la ermita! Los demás a la casa grande. ¡Que nadie salga! Son las órdenes del teniente. El motor ensordece, el polvo se levanta impetuoso, viene el coronel, varios civiles armados hasta los dientes bajan, son los escuadrones de la muerte, comentan, - hoy si rapidito vamos a terminar agrega un soldado, lanzando una burlona carcajada de ofensiva careta, escondiéndose en el ámate.
Los niñitos espantados buscan protección en las enaguas ya viene la orden que esperan? se interroga, afirmativa Juana, a todos nos mataran prosiguen diciendo sus lágrimas heladas, por su mente sucesión de rápidos recuerdos y noticias pasan, las masacres contra el pueblo, las denuncias internacionales que oyó por la radio, los desmentidos del gobierno, nos mataran, a mi, a mis hijos, a mi Juan, a todos, luego dirán que fue un enfrentamiento, viene a ella la consolación natural que siempre se presenta
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