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HISTORIA DE LA TIERRA


Enviado por   •  6 de Diciembre de 2012  •  2.163 Palabras (9 Páginas)  •  461 Visitas

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HISTORIA BREVE DE LA EDAD DE LA TIERRA

Desde el principio de su historia, el ser humano se ha cuestionado sobre su origen y el del Universo que lo rodea. Su búsqueda de respuesta a estas preguntas ha quedado plasmada en las cosmogonías y mitos de todos los pueblos de la Tierra. Desde el principio también, en su lucha por la existencia, el hombre reconoció la necesidad de caracterizar el mundo a su alrededor y así, muy temprano en su historia, creó unidades de longitud para expresar distancias y empleó la sucesión natural de días y noches para medir el tiempo. Estos conceptos, nacidos de su experiencia directa, tenían aplicación solamente a las situaciones que le eran comprensibles: las distancias entre poblados, la duración de las estaciones, etc. Sin embargo, si al hombre antiguo se le hubiera planteado una pregunta tal como: ¿cuál es la distancia a la Luna?, le habría sido tan incomprensible como preguntarle por la composición del Sol.

El proceso de abstracción de los conceptos de distancia y tiempo requirió, por así decirlo, de un largo tiempo. En muchos aspectos, la evolución del hombre como especie es semejante a la del individuo. En efecto, para un niño pequeño es posible discernir las distancias entre objetos asequibles a su percepción pero le resultan incomprensibles las distancias, por ejemplo, entre ciudades. Su concepto del tiempo es aún más limitado; pareciera a esa edad que en un año transcurriera una cantidad de tiempo indeterminada.

Actualmente la ciencia nos proporciona cifras de distancias extremadamente grandes o infinitesimalmente pequeñas y a pesar de la evolución de nuestros conocimientos nos es difícil lograr una representación mental de longitudes en que abundan los ceros. El concepto de tiempo es quizá más dificil de abstraer puesto que no existe, como en el caso de la distancia, una analogía visual.

Así, no es sorprendente que un intento por cuantificar la edad de la Tierra de una manera científica haya tenido lugar hasta el siglo XVII, mientras que la determinación de sus dimensiones, se realizó desde muy tempranas épocas. La historia del concepto y la determinación de la edad de la Tierra desde aquel siglo hasta nuestra época ilustra de manera clara el proceso de avance de la ciencia, proceso que dista de ser lineal y continuo puesto que tiene frecuentes e imprevistos avances, retrocesos y polémicas. Ilustra también la relación entre diferentes disciplinas científicas y el avance del conocimiento científico como un todo.

Como se señalaba anteriormente, para el hombre antiguo la Tierra y con ella todo su universo habían sido creados por las divinidades en algún momento dado. Éstas habían impartido a la Tierra, en el momento de su creación, los atributos que contemplaba a su alrededor: montañas, mares, ríos, etc. Pero a pesar de que la Tierra tuvo un comienzo, las religiones antiguas no parecieron plantearse el problema de calcular el tiempo transcurrido desde la creación. La única religión que conduciría al establecimiento de una edad para la Tierra fue la hebrea, a partir de la narración del Génesis; sin embargo, fue el cristianismo el que dio a esta pregunta un sentido especial, puesto que el nacimiento de Cristo representa un punto de referencia en la historia.

Para el cristiano, ésta no podía ser cíclica como vagamente pensaban algunos antiguos, sino lineal y única: antes de Cristo todo tenía sentido en términos de su futuro nacimiento; después de éste, la historia tenía el sentido de espera de la Parusía o su segunda venida. El cristianismo, que pronto cubrió los confines del mundo occidental, en sus primeros siglos de existencia se caracterizó por una firme creencia en la inminencia del retorno del Señor. Estos dos factores fueron de fundamental importancia para el establecimiento de una cronología cristiana. En los primeros siglos del cristianismo se elaboraron varias cronologías basadas en la descripción bíblica de la Creación y en aquellas suposiciones del gusto del autor que le permitieran cuantificar basándose en un documento alegórico. Por ejemplo, Julio el Africano, quien vivió en el siglo III, basaba sus cálculos en la suposición de que toda la historia de la creación duraría una semana cósmica con "días" de 1 000 años de duración. Siguiendo la cronología hebrea, colocaba el nacimiento de Cristo el sexto día de la Creación, de manera que, no habiendo diferencia entre la historia del hombre y la edad de la Tierra, esta última no podía ser mayor de unos 6 000 años. Las numerosas cronologías variaban ligeramente en la fecha de la Creación (algunas daban incluso el día y la hora) pero, en general, las edades oscilaban entre los 4 000 y 6 000 años.

Durante la Edad Media, perdido ya aquel sentido de inminencia del Juicio Final y cimentadas las instituciones eclesiásticas, se abandonó la interpretación literal de la Biblia y la diferencia en las cronologías se tornó irrelevante. Puesta la atención de los teólogos en otros asuntos, se perdió el interés en aquel ejercicio e incluso, con la introducción del aristotelismo, se volvió a una forma vaga de eternalismo en lo concerniente a la edad de la Tierra.

Durante el siglo XVI el movimiento luterano se caracterizó por una nueva interpretación literal de la Biblia. El mismo Lutero calculó la fecha de la creación en 4 000 años a.C. Durante este siglo y hasta la época de la Ilustración, los cálculos basados en el Génesis fueron generalmente aceptados. En aquellos años la atención de la incipiente ciencia geológica se centró en el análisis de la forma en que los agentes del cambio geológico, el fuego y el agua, habían realizado su trabajo en los cinco milenios posteriores a la Creación. Notemos de paso que estas especulaciones contenían ya razonamientos e inquietudes del tipo que llamamos actualmente científicos; sin embargo, el establecimiento del método científico y la distinción entre conocimiento científico y religión fueron el resultado de un lento proceso en la evolución del entendimiento humano.

Por otra parte, otras áreas de la ciencia y de la geología se desarrollaban paralelamente e influían o influirían posteriormente en el pensamiento geológico. En el siglo XVII Nicolás Steno sentaba las bases de la moderna cristalografía, fundamental para el desarrollo de la petrología, y establecía principios generales para la geología estructural y la estratigrafía. Los principios de superposición y horizontalidad original debidos a él establecen que los estratos de sedimentos se depositan originalmente en capas horizontales con los sedimentos más nuevos cubriendo los más antiguos.

Si estos principios nos parecen hoy en día de simple sentido común es porque somos herederos de todo un sistema elaborado de pensamiento y conocimientos; pero para

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