HISTORIA DEL TRABAJO SOCIAL ANTECEDENTES GENERALES
Enviado por javii61217 • 8 de Septiembre de 2017 • Trabajo • 5.823 Palabras (24 Páginas) • 381 Visitas
HISTORIA DEL TRABAJO SOCIAL
I.- ANTECEDENTES GENERALES
En la época más antigua de nuestros antepasados (prehistoria), los hombres tenían algo en común: el miedo y el instinto de conservación. Ellos, dentro de su primitiva vida, se dieron cuenta que uniéndose podían defenderse del adverso medio que los rodeaba: los animales feroces, el clima, otros hombres, etc. Es por tanto, la ayuda mutua la única posibilidad de subsistir. Pero esta ayuda se daba dentro de su grupo más cercano: la familia, el clan o la tribu. Esta forma de ayuda tenía una connotación egoísta, nadie en esa época pensaba en ayudar por motivos morales o humanitarios. La principal motivación para la ayuda mutua estaba dada fundamentalmente por los vínculos que unían a la familia, el clan o la tribu.
En esta época, la vida del hombre era muy dura, morían muy jóvenes, estaban expuestos a numerosos peligros, enfermedades, hambre, etc. Los niños, las mujeres, los enfermos y desvalidos tenían muy pocas oportunidades, y muchas veces se les rechazaba, justamente por su debilidad.
La enfermedad era considerada una situación terrible, pero con ella nace también un ser especial: “el hechicero o médico brujo”, que se perfila como el primer hombre que se preocupará de la salud de sus semejantes, muchas veces en forma muy ineficaz, pero benévola.
Este período se caracterizó porque el bienestar era apreciable cuando redundaba en beneficio propio.
Avanzando en la historia, encontramos que en los pueblos antiguos, cuando ya se perfilaban las primeras ciudades, se aconsejaba y recomendaba ayudar al necesitado por impulso humano y religioso. Por lo tanto la ayuda se extendió a las personas que no pertenecían necesariamente al grupo inmediato.
Mucho más adelante, en la historia de la humanidad, con la aparición de las grandes religiones (judaísmo, islamismo, y cristianismo), se establecen normas morales y religiosas en las que se encuentran las primeras y más rudimentarias formas de ayuda y de asistencia a los necesitados y carenciados. Los libros sagrados como el Antiguo Testamento, el Tórah, recomiendan distribuir comida, ropas, repartir algunos bienes, etc.
Pero no sólo en las grandes religiones se fueron configurando las distintas formas de de ayuda social, existen otros precedentes, como el Código de Hammurabí (2.100 años a.c). En él se establecen algunas normas sobre la ayuda al necesitado y sobre la ética de las relaciones sociales.
Confucio, personaje muy conocido en la Antigua China, planteaba que la “piedad hacia los pobres es más necesaria que el agua y el fuego, y en la limosna, está la fuente de la sabiduría”. Así, las enseñanzas de Confucio y de su discípulo Mencio, difundieron en China el ideal de la beneficencia.
En Grecia, la ayuda al desvalido fue una práctica establecida por el mismo Estado y se orientaba a enfermos, inválidos, viudas y huérfanos. Se entregaban pensiones equivalentes a lo que se necesitaba para el sustento o también solía entregarse pan, harina trigo, aceite y carne.
Un antecedente interesante de ayuda a los necesitados es el sistema alimenticio instituido en Roma a fines del siglo I, por el emperador marco Nervea. Con este sistema alimenticio se pretendió ayudar a los estratos más pobres de la población y asegurar la buena nutrición de los niños.
Sin duda que es con la llegada del cristianismo que se produce una profunda y radical revolución en las relaciones entre los hombres. Esta nueva doctrina proclama la igualdad, la dignidad y la perfectibilidad del hombre, además del derecho a la vida de todo ser humano, la misericordia hacia los pobres, esclavos, niños, débiles y vencidos.
Para el cristianismo, el prójimo es cualquier persona necesitada de ayuda, el amor a éste es lo que da la medida del amor a Dios y el grado de vida cristiana. Este amor no sólo debe abarcar a la familia, a los amigos y a la gente del propio país, sino que debe alcanzar a todos los hombres, incluso a los extranjeros.
En el cristianismo primitivo se crearon “Servicios de asistencia” llamados Diaconías, que tenían la misión de organizar y canalizar las limosnas y ayudas privadas. Hacían el registro de necesitados, organizaban colectas, recogían donativos y ofrendas y luego las distribuían entre los pobres, enfermos niños y mujeres principalmente. También organizaban los ágapes o comidas de caridad, donde concurrían ricos y pobres.
Durante siglos, en la Europa cristiana, la doctrina del mérito religioso de la limosna influyó como incentivo para la ayuda al necesitado y alentó a la fundación de los hospicios. No sirvió para resolver problemas humanos y sociales, pero alivió muchos sufrimientos y atenuó muchas hambres.
Podemos señalar entonces, que con el advenimiento del cristianismo, se marca una etapa trascendental en la evolución de la asistencia a los necesitados.
II.- LAS FORMAS DE AYUDA SOCIAL EN EL MEDIOEVO EUROPEO
Durante el siglo XII se produce en Europa la llamada “crisis del agotamiento”: malas cosechas que llevan al hambre y la miseria. En el siglo XIV la peste negra asola a Europa: muere un tercio de la población y esto origina la despoblación rural y algunas tierras quedan abandonadas.
Junto a los pobres “naturales” que siempre habían existido y que se había considerado como algo inevitable y querido por Dios, aparecen los pobres “ocasionales”, muchos de ellos vagabundos o falsos peregrinos, algunos de los cuales eran malhechores que, solos o en bandas, se dedicaban al pillaje (vandalismo), se producen también las primeras revueltas campesinas en Francia (1358), en Inglaterra (1381) y en los reinos de Castilla que no son otra cosa que “revueltas contra la miseria”.
Hasta los siglos XII y XIII la existencia de ricos y pobres se consideraba como algo natural y como lo querido por Dios. “Nada más digno de admiración que la desigualdad en la distribución de la riqueza, en las que descansan a su vez las diferencias de clases”. Estas diferencias de riqueza son las que ligan a unos hombres con otros y les hacen sentir su dependencia mutua.
En el siglo XII comienza a producirse un cambio en el tratamiento de la pobreza: la cuestión que ha sido considerada en un plano moral y religioso pasa a tener una consideración social. Hasta entonces, cada señorío tenía registrados sus pobres. En las ciudades y villas eran parte del escenario. Pero poco a poco el problema de la pobreza es un fenómeno social que adquiere una magnitud creciente, y el pobre ya no es considerado sólo como el “desgraciado” o “infeliz” que hay que ayudar, sino como un revoltoso y hasta como un criminal potencial.
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