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HISTORIA SOCIAL Y ECONÓMICA DEL MUNDO CONTEMPORÁNEO


Enviado por   •  30 de Diciembre de 2013  •  5.362 Palabras (22 Páginas)  •  742 Visitas

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I. REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Y CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN (1780-1870)

TEMA 1

LA ALTERNATIVA POLÍTICA LIBERAL

Y LA NUEVA SOCIEDAD DE CLASES

1. EL PUNTO DE PARTIDA: SOCIEDAD ESTAMENTAL Y ABSOLUTISMO POLÍTICO

a. La sociedad estamental: los privilegiados

A finales del siglo XVIII domina en Europa el antiguo régimen, personalizado en una serie de monarcas que comparten tanto el desempeño de un poder absoluto, como un concepto patrimonialista del Estado (que confunde interesadamente el patrimonio del estado y el patrimonio del rey) que les permite, en primer lugar, hacer un empleo arbitrario de los recursos, con el problema de que no siempre coinciden los intereses particulares con los generales, de modo que en no pocas ocasiones los monarcas toman decisiones diplomáticas y militares más por razones personales o dinásticas, que por interés nacional; al mismo tiempo, el concepto patrimonialista del estado conduce a menudo a un gasto descontrolado, que en muchos casos, como ocurrió en la Francia prerrevolucionaria o en la España de Carlos IV, provoca una situación de déficit crónico y endeudamiento creciente.

El absolutismo político se asienta sobre una sociedad que, organizada estamentalmente, se basa en todo un entramado de privilegios e intereses que favorecen a la nobleza y el clero, los principales apoyos del absolutismo, que gracias a ello pueden ocupar una posición dominante en la sociedad.

En primer lugar, la nobleza y el clero cuentan con privilegios jurídicos, traducidos en los fueros particulares que les permiten no ser iguales ante la ley y en la capacidad reconocida para impartir justicia, que dota a los dos estamentos privilegiados de un poder y una ascendencia social de la que hacen uso en situaciones ordinarias y extraordinarias, pero siempre al servicio de sus intereses de grupo.

En segundo lugar, la nobleza y el clero cuentan con privilegios económicos, traducidos en el poder que le producen dos circunstancias concretas: la capacidad para vincular la propiedad y la excepcionalidad fiscal.

La vinculación de la propiedad permite a las grandes familias y a las órdenes religiosas mantener sus propiedades, y con ellas su poder económico, a lo largo del tiempo, ya que, al no poder enajenarse, ni se divide ni se dispersa. El efecto positivo que tiene sobre ellos cuenta con la contrapartida de retirar un porcentaje muy elevado de la propiedad rural del mercado, lo que a su vez desincentiva la inversión en la tierra como negocio.

Por su parte, la excepcionalidad fiscal supone, por un lado, la capacidad para imponer y cobrar contribuciones, tanto de los nobles, personificada en los derechos señoriales (monopolio señorial de actividades económicas de aprovechamiento de los recursos de amplios territorios: caza, pesca, hornos, molinos, agua y montes), como de la Iglesia, cuyo máximo exponente es el diezmo, les permite apuntalar su posición económica; y, por otro lado, la existencia de exenciones fiscales casi generales.

A todo ello habría que sumarle los privilegios políticos de la nobleza y el clero, que les permite tener, en el plano nacional, una influencia directa sobre el monarca, en tanto que, en el plano municipal, supone el control casi en exclusiva de los ayuntamientos.

Junto a los privilegios estamentales, se encuentran también los privilegios que pertenecen a toda una serie de instituciones y corporaciones, que a lo largo de los últimos siglos lograron hacer vales sus intereses particulares. Entre ellos destacan algunos que pautan la actividad económica de las ciudades, como es el caso del poder de los gremios, con capacidad para limitar la libertad de trabajo, o de las corporaciones locales, capaces de imponer derechos de paso y entrada que les reportan grandes ingresos, pero que suponen un lastre para el comercio. En otras ocasiones los privilegiados son los intereses del campo, como es el caso de los reconocidos en España a la Mesta, la organización que representaba los intereses de los ganaderos trashumantes.

b. La sociedad estamental (II): los no privilegiados

Frente a los privilegiados, la posición de los no privilegiados resulta complicada. Representan el grueso de la población y, aunque coinciden en la falta de privilegios (ni económicos, ni jurídicos, ni políticos), difieren en sus condiciones de vida y trabajo, según sean propietarios o no propietarios y cualificados o no cualificados, lo que lleva, en general, a la existencia de un amplio espectro social que va desde los acomodados (comerciantes, fabricantes, banqueros), hasta la gente corriente y los grupos marginales de distinta naturaleza.

Una de las características de esta sociedad es la escasa movilidad social, existen pocos cauces de promoción y los estamentos sociales son muy estancos.

Otra de sus características es el limitado horizonte de vida de sus protagonistas, tanto en el tiempo, lo que les lleva a organizar su vida casi día a día (hay un alto índice de mortalidad y muy baja esperanza de vida, de ahí que sobrevivir sea más importante que vivir), como en el espacio, puesto que en muchos entornos la vida se desarrolla muy apegada, en ocasiones incluso jurídicamente, a la tierra en la que se nace, de ahí el conocimiento vago e indirecto de la realidad de otros lugares.

Una tercera característica es el alto grado de dependencia física y emocional. Dependencia física de la naturaleza, que es la que impone el ritmo de vida, no solo a corto plazo (la jornada), sino también a medio plazo (las estaciones) y la que condiciona la vida de una forma notable, puesto que no hay capacidad de respuesta a las situaciones (extra)ordinarias como las catástrofes naturales o las epidemias. Y dependencia emocional de la religión, que es mediatizada por la iglesia. Aceptada como autoridad intermediaria de Dios, la iglesia impone sus códigos morales y jurídico-legales, lo que le permite cierto control de la vida cotidiana; pero es que también se le reconocen poderes casi “mágicos”, sobre todo en situaciones extremas, de ahí que su control social se extienda también a las situaciones extraordinarias.

c. El absolutismo político

Este sistema social de privilegios tiene un amparo político en el sistema absolutista, caracterizado por el amplio poder del monarca, que gobierna y legisla sin justificar sus decisiones (en buena medida se reconoce el origen o al menos encargo divino de su poder, de ahí que sólo tenga que rendir cuentas ante Dios) y que apenas cuenta con límites ni mecanismos de control para el ejercicio del poder, puesto que no existe aún el concepto moderno de constitución, y los parlamentos y cortes están desposeídos de sus poderes originales, quizás con la excepción de Inglaterra desde la revolución

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