HISTORIA TRANSPORTE MARITIMO
Enviado por JHONCALCAZAR • 1 de Abril de 2014 • 2.475 Palabras (10 Páginas) • 470 Visitas
HISTORIA DEL TRANSPORTE EN CARTAGENA
La historia del transporte en Cartagena se remonta a los tiempos prehispánicos, cuando los nativos se desplazaban o trasladaban cualquier objeto mediante el medio físico más natural: sus pies. Como tenían la ventaja de vivir cerca del mar, los ríos y los múltiples cuerpos de agua cercanos a Kalamarí, desarrollaron formas de transporte marítimo, utilizando canoas impulsadas al inicio por remos.
Como toda la gente del mar, nuestros indígenas aprendieron de manera temprana los secretos de la vela y navegaban guiados por las estrellas. La canoa y el velero de hoy no han sufrido muchos cambios en su diseño desde aquellas rudimentarias velas de hace varios siglos, como lo demuestran algunas de las fotografías.
Con la llegada de los españoles y sus caballos, una nueva forma de transporte entró en la escena, facilitando las largas travesías por caminos de tupida vegetación, en una tierra salvaje y desconocida. Sólo hasta la llegada de los coches con tracción animal el acto de viajar vino a ser "aguantable" para los pasajeros. Sin embargo, pasarían muchos años antes de que el resorte de acero (la suspensión) hiciera más cómoda la travesía.
Por el tamaño y la configuración de la ciudad, sus habitantes no tenían problemas en cruzar las calles y plazas a pie. Pero, si acaso surgía algún impedimento, sabían que siempre podían pedir un coche. Y si el des tino final se hallaba más allá de los confines de la villa, lo indicado era tomar un coche tirado por caballo.
Un viaje a los pueblos de las sabanas no era difícil, pero sí agotador, ya fuera a lomo de mula o viajando en coche. Al llegar a un río caudaloso, siempre había planchones con bogas (hombres equipados con palos largos que impulsaban la nave por el agua) con suficiente fuerza bruta que facilitaban el cruce al pasajero, si no estaba en huelga.
A veces uno tenía su propia balsa para viajar a un lugar específico en una rama del Canal del Dique, como lo muestra la fotografía de don Carlos Vélez con su Ford en camino a su ingenio en Sincerín.
Pero si el viaje implicaba una larga jornada ascendiendo montañas o remontando el río Magdalena, eso era algo diferente. Antes de 1825 el transporte fluvial para llegar a La Dorada necesariamente se hacía en un incómodo y lento planchón, pero después de esa fecha existían los grandes y pintorescos vapores con ruedas de aspas al lado o atrás como los que navegaban en el río Misisipi. Si el río estaba crecido y el pasajero llegaba con buen tiempo, entonces podía tomar un coche o un caballo para terminar su itinerario hacia Bogotá.
El clima era como el Némesis: en verano el Canal del Dique -que era el paso obliga do desde Cartagena hacia el Magdalena desde los tiempos de la Colonia- bajaba tanto de nivel, que casi se secaba y causaba desastres para quienes no alcanzaban a atravesar a tiempo esa porción del viaje hacia el río Magdalena para tomar el vapor David Arango u otro de los que navegaban por entre las engañosas barrancas de arena del río.
Aunque los grandes y veloces veleros como los Clipper Ships hacía muchos años que surcaban los mares entre los continentes, el invento de la máquina de vapor cambió esa modalidad y marcó un gran avance en este proceso, tanto en el transporte marítimo como en el de la locomotora. Ambos medios de propulsión mecánica llegaron a Colombia a mediados del siglo XIX.
Es curioso como pocos años después de la aparición del primer ferrocarril comercial en Inglaterra el Congreso de Colombia promulgó una ley que estimulaba la inversión de esa industria en el país. Pero los primeros rieles fueron puestos en Panamá en 1882 y se extendían desde el océano Atlántico hasta el Pacífico. Los que se construyeron posteriormente en el interior no obedecieron a un plan territorial sino a necesidades locales.
En 1890, el estadounidense Samuel B. McConnico, consciente de que el Canal del Dique no cumplía con la urgencia necesaria para transportar mercancías entre Cartagena y el río Magdalena, formó la Cartagena-Magdalena Railroad Company. Su terminal fue el muelle de La Machina, sitio donde en la actualidad está situada la Base Naval. Para 1894 los cartageneros por fin pudieron disfrutar de las comodidades del tren. Sin embargo, no todos se impresionaron, a juzgar por la opinión del poeta José Asunción Silva, según una carta que envió a su madre y a su. hermana Elvira fechada el 20 de agosto de 1894, unos pocos días después de inaugurado el ferro carril: "Es una impresión curiosísima la que produce la vía férrea con sus rieles rígidos, sus carros de viajeros mucho más elegantes que los de la Sabana, sus empleados americanos, en fin, todo un tren de ferro carril yankee cruzando por entre un paisaje virgen de altísimas yerbas, de bosques llenos de árboles, seculares, donde enormes enredaderas dejan colgar sus festones, donde las palmas de coco se doblegan bajo el peso de la fruta. El ferrocarril, con sus locomotoras, sus carros y sus empleados, parece hecho en otra parte, traído y colocado en este lugar como por encanto. A pesar de todo eso, el viaje resulta fatigante y monótono, es un mismo paisaje ante los ojos durante horas y horas, siete horas de incesante movimiento que cansan como un día de mula" (tomado de Eduardo Lemaitre, Historia general de Cartagena, Bogotá, Banco de la República, 1983).
La fotografía de nuestra cubierta registra una acuarela magnífica de la locomotora Porter núm. 3, estacionada en la Boca del Puente, debajo de la Torre del Reloj, seguramente transportando mercancía hacía el muelle de La Machina en Bocagrande. Esta máquina hizo el recorrido entre Cartagena y Calamar durante más de medio siglo junto con seis más del mismo estilo. La compañía prestó servicio hasta 1951, cuando los rieles fueron levantados sin pensar en que tal vez hubieran podido ser reutilizados en un futuro no muy lejano.
Una nueva moda en el transporte individual que rápidamente se volvió muy popular fue la bicicleta, inventada en 1880 y llamada en un comienzo velocípedo. Des de entonces ha experimentado varios cambios, siempre para mejorar. Parece que aquellas con ruedas delanteras gigantes no llegaron a nuestra ciudad, o por lo menos no hemos descubierto fotos de ese modelo. Cosa curiosa en esa época, el triciclo fue adaptado para las mujeres y los hombres de poca estatura, aunque nuestra colección sólo lo muestra como un juguete para niños y equipos deportivos. Hoy es usado por los pequeños vendedores de toda índole como los de raspado o panaderos. También es una gran ayuda para personas mayores con problemas de locomoción o para quienes han olvidado como balancearse en una bicicleta.
Si le dijéramos que
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