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Historia De Las Infancias


Enviado por   •  2 de Julio de 2015  •  5.661 Palabras (23 Páginas)  •  465 Visitas

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Una aproximación a la historia de las infancias: La infancia leída en clave tiempo

En este trabajo nos proponemos desarrollar de qué manera la concepción del tiempo, en cada período cultural, condiciona la representación de la infancia que cada sociedad tiene, tanto desde una perspectiva histórica, diacrónica, como en un corte transversal.

Elaborar una historia de la infancia requiere un trabajo interdisciplinario –de historiadores, sociólogos, abogados, médicos, antropólogos, psicólogos, etcétera –, lo que implica reconocer la imposibilidad de abarcar la infancia desde la mirada de una sola disciplina. Sin embargo lo interdisciplinario, hoy en día, constituye un desafío: es una perspectiva que hay que construir frente a las diferencias disciplinares que la modernidad ha reforzado como especialización.

Actualmente hay consenso en considerar que un recién nacido tiene que ingresar en un orden simbólico, tanto cultural como social, tránsito que no es automático ni natural; para que este se produzca se hace necesario, entre otras condiciones, el desempeño de las funciones parentales establecidas por los parámetros de la sociedad a la que adviene

Geertz C. (1987) propone diferenciar los aspectos culturales de la vida humana de los sociales, y tratarlos como factores independientemente variables, aunque mutuamente interdependientes: “Por cultura podemos entender un modo históricamente transmitido de significaciones representadas en símbolos, un sistema de concepciones heredadas y expresadas en formas simbólicas por medio de las cuales los hombres se comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento y sus actitudes frente a la vida”. Define al sistema social “como la estructura de la interacción social misma”.

Caracterizar la cultura como un sistema ordenado de significaciones y de símbolos en cuyos términos tiene lugar la interacción e integración social, hace posible concebir un individuo que puede interpretar su experiencia y organizar su conducta. De este modo, los fenómenos socioculturales, desde la perspectiva de su operatividad, producen eficacia simbólica tanto para el individuo como para la interacción social grupal de la cual forma parte.

Entiendo, al igual que muchos autores, que para comprender la infancia de hoy es necesario considerar la historia de la infancia, es decir: tomar en cuenta la interpretación de las lentas transformaciones de las costumbres y prácticas socioculturales que acarrearon cambios en la manera de representar la infancia. Se trata de hallar cierta regularidad en la conjunción de esta representación, las prácticas de crianza y los sujetos requeridos para el futuro.

Según de Castro, L. (2001), “reconstruir históricamente la infancia significa buscar, dentro de cada formación social, la configuración prevaleciente de significados, articulándolos al conjunto de representaciones que, en el imaginario social, se relacionan con los diferentes momentos de la existencia humana en la trayectoria de vida, desde la concepción hasta la muerte. De este modo las representaciones sociales sobre la infancia tienen que ver con el conjunto de representaciones sobre los otros momentos de la existencia, con aquellas representaciones que reflejan el sentido de la vida, de la muerte, del paso del tiempo y de las relaciones con los otros”.

Encontrar este sentido en su construcción histórica implica analizar cómo las prácticas socioculturales (representaciones, discursos, acciones, instituciones) posibilitan, circunscriben y determinan ciertos tipos de experiencias durante la infancia.

Asimismo, en cada momento de la historia existe una concepción sobre el tiempo y una experiencia ligada a lo temporal, que determinan diversas formas de percibir la realidad y de modelizar el pensamiento y la acción.

En cada cultura y en determinadas organizaciones sociales, las diversas respuestas a qué es la vida, qué es la muerte, cuál es el proyecto de vida, cuáles sus objetivos, delinearán el lugar y la función de la familia en la crianza y educación de los niños (Berenstein, I. 2000).

La Antigüedad

En la cultura de la antigüedad greco-romana, el tiempo era concebido como circular y continuo. El ideal era lo completo, idéntico a sí mismo, lo inmutable, y la circularidad garantizaba a los hombres el eterno retorno de lo mismo, de este modo encontraban certezas.

La historia era pensada a través de ciclos repetidos y predecibles como el movimiento cíclico y fijo de los astros. Esta concepción permitía crear un futuro organizado a partir de un pasado que se repite. Hay una preeminencia de la objetividad de los acontecimientos por sobre la experiencia subjetiva. Al ser el tiempo un continuum inasible, la historia auténtica era lo visto, lo percibido. Todo lo cual guiaba sus categorías universales de lo bueno, lo justo, lo bello.

Este era el contexto de la infancia ateniense. El niño recibía educación hasta los 15 años. Se le formaba el carácter y se le proveían recursos a través del conocimiento de la vida política, de los asuntos de la ciudad y de qué era ser ciudadano, hasta que llegara a ser un integrante autónomo de la sociedad. En el arte griego encontramos representaciones realistas de los niños y representaciones idealizadas de la infancia en su gracia y armonía. Los pequeños Eros abundaban en la época helénica, cuando se privilegiaba el ideal de belleza física, erótica y deportiva.

Respecto a la sexualidad, tanto en Roma como en Grecia los niños atraían a los hombres mayores, y las prácticas iban desde las caricias, la “########”, hasta la penetración anal. La ley permitía la homosexualidad y en las regiones donde esto no sucedía, los hombres tenían esclavos para tal fin. Estar en la etapa de la infancia incluía para el niño la posibilidad ser utilizado como objeto sexual sin que mediara el pago, lo cual era considerado ilegal.

Lloy deMause (1982) señala que no podemos pensar la homosexualidad en la antigüedad como lo hacemos en la actualidad, por lo que prefiere llamarla “ambisexualidad” (de hecho, ellos mismos utilizaban el término “ambidextro”).

En Esparta se educaba para que el sujeto adulto formara parte del estado. Por lo cual producía niños, con el criterio de conducirlos a integrar el conjunto social. La crianza familiar se extendía hasta que el niño tenía siete años, y estaba basada en la pertenencia del sujeto a la sociedad. A partir de esa edad, su educación quedaba a cargo de las instituciones del estado. El objetivo de esa educación era poner al niño al servicio de la comunidad y que aceptara el orden establecido. El consejo de ancianos era el que decidía si un recién nacido varón era apto para ser un futuro guerrero y, en

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