Hobsbawm Eric. Historia del siglo XX. Capítulo XIV "Las décadas de crisis"
Enviado por Valentina Duarte • 3 de Julio de 2017 • Resumen • 2.228 Palabras (9 Páginas) • 776 Visitas
Hobsbawm, “Capítulo “Las décadas de crisis”, Historia del Siglo XX.
Este texto aborda el período 1973-1993, en el que donde reinó la inestabilidad, las crisis económicas y donde colapsaron los cimientos de la “edad de oro”, los cuales quedaron minados. Colapsó la URSS y la Europa oriental del “socialismo real”. Se abordan las transformaciones estructurales de la economía en el mundo capitalista y en el comunista (Primer, segundo y Tercer Mundo).
El escenario mundial estuvo caracterizado por el desempleo masivo por ende impacto en los salarios, pérdida de poder de los sindicatos, esto presiona a la baja de salarios (mano de obra disponible), la pobreza y la miseria, mendigos en la calle, personas sin hogar. Desigualdad social, y concentración de la riqueza en pocas manos, menos igualitarias y los ricos más ricos, los pobres +pobres. Sociedades donde la clase alta se apropia de 1/3 de la renta total q produce un país, caso: Perú, Jamaica, Venezuela, Guatemala, México o Colombia. Foto de la época: en los años ochenta muchos de los países más ricos y desarrollados tuvieron que acostumbrarse de nuevo a la visión cotidiana de mendigos en las calles, así como al espectáculo de las personas sin hogar refugiándose en los soportales al abrigo de cajas de cartón, cuando los policías no se ocupaban de sacarlos de la vista del público. En una noche cualquiera de 1993, en la ciudad de Nueva York, veintitrés mil hombres y mujeres durmieron en la calle o en los albergues públicos, y esta no era sino una pequeña parte del 3 por 100 de la población de la ciudad que, en un momento u otro de los cinco años anteriores, se encontró sin techo bajo el que cobijarse. En el Reino Unido (1989), cuatrocientas ¿Quién, en los años cincuenta, o incluso a principios de los setenta, hubiera podido esperarlo?
¿Por qué el mundo económico era ahora menos estable? Los controles de almacén informatizados, la mejora de las comunicaciones y la mayor rapidez de los transportes redujeron la importancia del «ciclo de stocks» de la vieja producción en masa, que creaba grandes reservas de mercancías para el caso de que fuesen necesarias en los momentos de expansión, y las frenaba en seco en épocas de contracción, mientras se saldaban los stocks. El nuevo método, posible por las tecnologías de los años setenta e impulsado por los japoneses, permitía tener stocks menores, producir lo suficiente para atender al momento a los compradores y tener una capacidad mucho mayor de adaptarse a corto plazo a los cambios de la demanda. No estábamos en la época de Henry Ford (1903), sino en la de Benetton (1965).
Las «décadas de crisis» que siguieron a 1973 no fueron una Gran Depresión, la economía global no quebró, ni siquiera momentáneamente, aunque la edad de oro finalizase en 1973-1975 con algo muy parecido a la clásica depresión cíclica, que redujo en un 10 por 100 la producción industrial en las «economías desarrolladas de mercado», y el comercio internacional en un 13 por 100. En el mundo capitalista avanzado continuó en desarrollo económico, aunque a un ritmo más lento que en la edad de oro, a excepción de algunos de los «países de industrialización reciente» (fundamentalmente asiáticos), cuya revolución industrial había empezado en la década de los sesenta. El crecimiento del PIB colectivo de las economías avanzadas apenas fue interrumpido por cortos períodos de estancamiento en los años de recesión de 1973-1975 y de 1981-1983.
El comercio internacional de productos manufacturados, motor del crecimiento mundial, continuó, e incluso se aceleró, en los prósperos años ochenta, a un nivel comparable al de la edad de oro. A fines del siglo XX los países del mundo capitalista desarrollado eran, en conjunto, más ricos y productivos que a principios de los setenta y la economía mundial de la que seguían siendo el núcleo central era mucho más dinámica.
En cambio, en África, Asia occidental y América Latina, el crecimiento del PIB se estancó. La mayor parte de la gente perdió poder adquisitivo y la producción cayó en las dos primeras de estas zonas durante gran parte de la década de los ochenta,= período de grave depresión. En la antigua zona del «socialismo real» de Occidente, las economías, que habían experimentado un modesto crecimiento en los ochenta, se hundieron por completo después de 1989. Desintegración de las economías de la zona soviética y el crecimiento espectacular de la economía china en el mismo período.
Las disputas ideológicas entre los keynesianos (partidarios de una economía mixta) y los teólogos ultra neoliberales : los keynesianos afirmaban que los salarios altos, el pleno empleo y el estado del bienestar creaban la demanda del consumidor que alentaba la expansión, y que bombear más demanda en la economía era la mejor manera de afrontar las depresiones económicas. Los neoliberales aducían que la economía y la política de la edad de oro dificultaban —tanto al gobierno como a las empresas privadas— el control de la inflación y el recorte de los costes, que habían de hacer posible el aumento de los beneficios, que era el auténtico motor del crecimiento en una economía capitalista. En cualquier caso, sostenían, la «mano oculta» del libre mercado de Adam Smith produciría con certeza un mayor crecimiento de la «riqueza de las naciones» y una mejor distribución posible de la riqueza y la rentas; afirmación que los keynesianos negaban. (P.409).
- Revolución tecnológica: la edad de oro, aunque era, como hemos visto, el producto predecible de esa época. Su sistema productivo quedó transformado por la revolución tecnológica, y se globalizó o «transnacionalizó» extraordinariamente, sustituir la destreza humana por la de las máquinas; el trabajo humano, por fuerzas mecánicas, dejando a la gente sin trabajo.= desempleo estructural, no cíclico. Cuanto más avanzada es la tecnología, más caro resulta el componente humano de la producción comparado con el mecánico. La tragedia histórica de las décadas de crisis consistió en que la producción prescindía de los seres humanos a una velocidad superior a aquella en que la economía de mercado creaba nuevos puestos de trabajo para ellos. (pp. 413-414).
- La nueva división internacional del trabajo transfirió industrias de las antiguas regiones, países o continentes a los nuevos, convirtiendo los antiguos centros industriales paisajes urbanos en los que se había borrado cualquier vestigio de la antigua industria. El auge de los nuevos países industriales es sorprendente: a mediados de los ochenta, siete de estos países tercermundistas consumían el 24 por 100 del acero mundial y producían el 15 por 100. En un mundo donde los flujos económicos atravesaban las fronteras estatales, las industrias con uso intensivo de trabajo emigraban de los países con salarios elevados a países de salarios bajos; es decir, de los países ricos que componían el núcleo central del capitalismo, como los Estados Unidos, a los países de la periferia.
- Transformaciones políticas y culturales
Desempleo e inestabilidad laboral se traduce en problemas de inseguridad, depresión, aumentan los suicidios de gente joven.
Los partidos socialdemócratas o laboristas ya no podían garantizar la lucha por mejoras salariales y el desempleo debilitó su capacidad de lucha. Asimismo, se produce la pérdida de poder de los partidos tradicionales y el surgimiento de nuevos movimientos sociales (feministas, ecologistas etc.). El rechazo de la «vieja política», se evidenció en el apoyo del electorado a Collor de Melo en Brasil y a Fujimori en Perú, ambos eran nuevas figuras que representaban la “nueva” política. Desde principios de los años treinta —en otro período de depresión— no se había visto nada semejante al colapso del apoyo electoral que experimentaron, a finales de los ochenta y principios de los noventa, partidos consolidado y con gran experiencia de gobierno, como el Partido Socialista en Francia (1990), el Partido Conservador en Canadá (1993), y los partidos gubernamentales italianos (1993). En resumen, durante las décadas de crisis las estructuras políticas de los países capitalistas democráticos, hasta entonces estables, empezaron a desmoronarse. Y las nuevas fuerzas políticas que mostraron un mayor potencial de crecimiento eran las que combinaban una demagogia populista con fuertes liderazgos personales y la hostilidad hacia los extranjeros. Los supervivientes de la era de entreguerras tenían razones para sentirse descorazonados.
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