Hobswamb Naciones Y Nacionalismo
Enviado por agustinmatias • 21 de Julio de 2011 • 5.821 Palabras (24 Páginas) • 997 Visitas
NACIONES Y NACIONALISMO DESDE 1780
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NACIONES Y NACIONALISMO DESDE 1780- Eric Hobsbawm
1. Utilizo el término «nacionalismo» en el sentido en que lo definió
Gellner, a saber: para referirme «básicamente a un principio que afirma que
la unidad política y nacional debería ser congruente». (Ernest Gellner,
Nations and nationalism, p. 1. Esta definición básicamente política también
la aceptan algunos otros autores, por ejemplo John Breuilly, Nationalism
and the state, p. 3.) Yo añadiría que este principio también da a entender
que el deber político de los ruritanos (Ruritania es un país imaginario,
situado en la Europa central, donde transcurre la acción de las novelas El
prisionero de Zenda y Ruperto de Hentzau, de Anthony Hope. (TV. del t))
para con la organización política que engloba y representa a la nación
ruritana se impone a todas las demás obligaciones públicas, y en los casos
extremos (tales como las guerras) a todas las otras obligaciones, del tipo
que sean. Esto distingue el nacionalismo moderno de otras formas menos
exigentes de identificación nacional o de grupo que también encontraremos.
2. Al igual que la mayoría de los estudiosos serios, no considero la
«nación» como una entidad social primaria ni invariable. Pertenece
exclusivamente a un período concreto y reciente desde el punto de vista
histórico. Es una entidad social sólo en la medida en que se refiere a
cierta clase de estado territorial moderno, el «estado-nación», y de nada
sirve hablar de nación y de nacionalidad excepto en la medida en que ambas
se refieren a él. Por otra parte, al igual que Gellner, yo recalcaría el
elemento de artefacto, invención e ingeniería social que interviene en la
construcción de naciones. «Las naciones como medio natural, otorgado por
Dios, de clasificar a los hombres, como inherente... destino político, son
un mito; el nacionalismo, que a veces toma culturas que ya existen y las
transforma en naciones, a veces las inventa, y a menudo las destruye: eso
es realidad».(Gellner, Nations and nationalism, pp. 48-49.) En pocas
palabras, a efectos de análisis, el nacionalismo antecede a las naciones.
Las naciones no construyen estados y nacionalismos, sino que ocurre al
revés.
3. La «cuestión nacional», como la llamaban los marxistas de antaño, se
encuentra situada en el punto de intersección de la política, la tecnología
y la transformación social. Las naciones existen no sólo en función de
determinada clase de estado territorial o de la aspiración a crearlo -en
términos generales, el estado ciudadano de la Revolución francesa-, sino
también en el contexto de determinada etapa del desarrollo tecnológico y
económico. La mayoría de los estudiosos de hoy estarán de acuerdo en que
las lenguas nacionales estándar, ya sean habladas o escritas, no pueden
aparecer como tales antes de la imprenta, la alfabetización de las masas y,
por ende, su escolarización. [...] Por consiguiente, las naciones y los
fenómenos asociados con ellas deben analizarse en términos de las
condiciones y los requisitos políticos, técnicos, administrativos,
económicos y de otro tipo.
4. Por este motivo son, a mi modo de ver, fenómenos duales, construidos
esencialmente desde arriba, pero que no pueden entenderse a me nos que se
analicen también desde abajo, esto es, en términos de los su puestos, las
esperanzas, las necesidades, los anhelos y los intereses de las personas
normales y corrientes, que no son necesariamente nacionales y menos todavía
nacionalistas. Si he de hacer una crítica importante a la obra de Gellner,
es que su perspectiva preferida, la modernización des-de arriba, hace
difícil prestar la debida atención a la visión desde abajo.
Esa visión desde abajo, es decir, la nación tal como la ven, no los
gobiernos y los portavoces y activistas de movimientos nacionalistas (o no
nacionalistas), sino las personas normales y corrientes que son objeto de
los actos y la propaganda de aquéllos, es dificilísima de descubrir. Por
suerte, los historiadores sociales han aprendido a investigar la historia
de las ideas, las opiniones y los sentimientos en el nivel subliterario,
por lo que hoy día es menos probable que confundamos los editoriales de
periódicos selectos con la opinión pública, como en otro tiempo les ocurría
habitualmente a los historiadores. No sabemos muchas cosas a ciencia
cierta. Con todo, tres cosas están claras.
La primera es que las ideologías oficiales de los estados y los movimientos
no nos dicen lo que hay en el cerebro de sus ciudadanos o partidarios, ni
siquiera de los más leales. En segundo lugar, y de modo más específico, no
podemos dar por sentado que para la mayoría de las personas la
identificación nacional -cuando existe- excluye el resto de
identificaciones que constituyen el ser social o es siempre superior a
ellas. De hecho, se combina siempre con identificaciones de otra clase,
incluso cuando se opina que es superior a ellas. En tercer lugar, la
identificación nacional y lo que se cree que significa implícitamente
pueden cambiar y desplazarse con el tiempo, incluso en el transcurso de
períodos bastantes breves. A mi juicio, este es el campo de los estudios
nacionales en el cual el pensamiento y la investigación se necesitan con la
mayor urgencia hoy día." (pp. 17- 19)
[5.] "En primer lugar, la «conciencia nacional» se desarrolla desigualmente
entre los agrupamientos sociales y las regiones de un país; esta diversidad
regional y sus razones han sido muy des-cuidadas en el pasado. A propósito,
la mayoría de los estudiosos estarían de acuerdo en que, cualquiera que sea
la naturaleza de los primeros grupos sociales que la «conciencia nacional»
capte, las masas populares -los trabajadores, los sirvientes, los
campesinos- son las últimas en verse afectadas por ella. En segundo lugar,
y por consiguiente, sigo su útil división de la historia de los movimientos
nacionales en tres fases. En la Europa decimonónica
A era puramente cultural, literaria y folclórica, y no
tenía ninguna implicación política, o siquiera
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