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Invasiones bárbaras Hispania


Enviado por   •  20 de Marzo de 2016  •  Apuntes  •  4.544 Palabras (19 Páginas)  •  290 Visitas

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INTRODUCCIÓN

La crisis del siglo III.

 

La crisis del siglo III hace referencia a un período histórico del Imperio romano, de cincuenta años de duración, comprendido entre la muerte del emperador Alejandro Severo, en el año 235, y el acceso al trono del Imperio por parte de Diocleciano en el año 284. Es éste un período de profunda crisis, durante el cual se producen fuertes presiones de los pueblos exteriores al Imperio y una fuerte crisis política, económica y social en el interior del Imperio. Tanto en Italia como en las provincias irán surgiendo poderes efímeros sin fundamento legal, mientras que la vida económica se verá marcada por la incertidumbre de la producción, la dificultad de los transportes, la ruina y devaluación de la moneda, etc.

En este período de caída en picado del Imperio y el surgimiento de la nueva sociedad medieval, intervendrían factores como:

•El cristianismo, gran factor condicionante de la posterior sociedad medieval. Apareció con el Imperio Romano, y transformó el mismo hasta el punto de contribuir a su desaparición. Significó, además, un cambio de época.

•El romanismo, que supondría la herencia de numerosos rasgos romanos, como la lengua (el latín), la cual continúa presente en nuestras vidas. Éste supondrá la lengua culta usada en el ámbito internacional, de aprendizaje y de intercambio. Esto se produciría aun a costa de la caída del Imperio entre los siglos III-V y su convulsión e la vida, la ideología, la política, y otros tantos campos. Así, estos ámbitos heredados pasarían a formar parte intrínseca de la nueva civilización medieval.

•El germanismo sería el tercer factor determinante, y poco a poco destruiría al Imperio Romano con su aporte étnico e intrusiones en el territorio, influyendo y acelerando la transformación de Roma.

•Por otra parte, existen historiadores que consideran al Islam como cuarto factor, pues se expandió por numerosos territorios que servirían de influencia a la nueva civilización surgida, pues Europa se convertiría en frontera de conflicto ideológico entre ambas zonas (influencia por oposición: se afianza la ideología propia y el sentimiento de pertenencia a un territorio a partir de la amenaza externa de una cultura contraria).

Como consecuencia de todo ello, la población libre de las ciudades empezó a desplazarse a zonas rurales en búsqueda de comida y protección, debido a que el aumento de precios hacía cada vez más difícil obtener alimentos en las urbes para quienes no fuesen comerciantes, burócratas o soldados.

Desesperados por la necesidad de sobrevivir, muchos de estos plebeyos de las ciudades, así como muchos pequeños agricultores, se vieron forzados a renunciar a derechos básicos de ciudadanía para recibir protección de los grandes aristócratas convertidos en terratenientes. Los primeros se convirtieron en colonos. Sus puestos se hicieron hereditarios, por lo que quedaron atados a la tierra. Esto formaría la base de la sociedad medieval feudal, y sería el comienzo de la ruptura de la igualdad jurídica entre los habitantes, aunque no fue un hecho completamente intencionado. Las leyes, poco a poco, provocarían la diferencia entre los miembros de la población, como con la pérdida de derechos y libertades jurídicas de los ya mencionados colonos. Se reflejaría este hecho en los gremios, distinguiéndose entre ellos a partir de su clasificación y otorgación de sus deberes y/o beneficios en función del grupo al que pertenecieran.

En esta desigualdad, no todos los grupos sociales estaban obligados a pagar impuestos, librándose de ello, entre otros, los clérigos, los funcionarios y los militares.

Por otro lado, las ciudades también empezaron a cambiar de carácter. Las grandes urbes abiertas de la antigüedad dieron paso lentamente a las ciudades amuralladas más pequeñas, tan comunes en la Edad Media, por temor a los ataques externos y ante la falta de tropas imperiales que estuvieran dispuestas a protegerlas. También numerosos aristócratas romanos abandonaban las ciudades de provincias para refugiarse en sus grandes propiedades rurales donde se hacían económicamente autosuficientes y podían mantener una autoridad efectiva sobre masas de campesinos, creando el embrión de los señores feudales de siglos posteriores.

Poco a poco, la vida urbana entró en una larga fase de decadencia incluso en la misma capital, Roma. La disminución del comercio entre las provincias las condujo a una "insularidad" creciente entre cada región del Imperio. Los grandes terratenientes, cuya autosuficiencia se había incrementado, prestaban menos obediencia a la autoridad central de Roma y eran abiertamente hostiles hacia sus recaudadores de impuestos, representantes de un Estado que en verdad no tenía fuerza para proteger a dichos terratenientes ni para imponer su propia autoridad en las provincias.

La población común perdió poder político y económico con respecto a la aristocracia, y la antigua clase media disminuyó hasta casi extinguirse en la mayoría de las urbes, en tanto el comercio y la industria que las sostenía no pudo sostenerse por más tiempo (excepto en Bizancio).

La crisis del siglo tercero marcó así el comienzo de un largo proceso evolutivo que transformaría el mundo antiguo en el mundo medieval.

Las reformas de Diocleciano.

 

Dados todos estos factores, sería Diocleciano quien llevaría a cabo una serie de bases y acciones que conducirían al territorio hacia el cambio.

Las características y reformas llevadas a cabo por este emperador serían, entre muchas otras, las siguientes:

  • En el campo administrativo, el Imperio romano era un territorio conformado por la adición de zonas a lo largo del tiempo, asimilando una gran diversidad cultural bajo una misma administración. La provincia era la unidad administrativa menor y poseía una capital. A su frente se situaba el procónsul, que ejercía funciones de gobierno y judiciales. Las provincias se agrupaban a su vez en diócesis, en cuyo mando se encontraba el vicario. España se encontraba entre ellas. Por otra parte, el Imperio Romano también estaba dividido en tres áreas (Occidental, Meridional y Oriental), todas a cargo del prefecto del pretorio.

Esto multiplicaba la burocracia, pero mejoraba la gobernabilidad y la administración diarias. El reparto evolucionará con el tiempo hasta formar cuatro prefecturas, tal y como se encontraba en la caída del Imperio Romano de Occidente.

  • Sin embargo, la mayor burocracia suponía un mayor gasto, así como también lo supondría la reforma militar llevada a cabo, pues el ejército, por su parte, se veía incapaz de hacer frente a la creciente invasión bárbara en las fronteras, y ya en su época Diocleciano lo convertirá en un servicio obligatorio, duplicando los efectivos y generando grandes gastos como consecuencia de ello. El problema no se solventó, sin embargo, y se procedió a un cambio en el sistema militar: gran parte del ejército fue situado en las fronteras, acrecentando el número de fortificaciones en el limes, de manera que éstas eran de menor tamaño y fueron establecidas en enclaves avanzados. En principio, el sistema tuvo éxito, aunque no podría hacer frente a la avalancha de invasiones que se produciría con cada vez más fuerza.
  • En cuanto a la sociedad en sí, ésta será una continuación de la romana, igualando a todos sus integrantes e incluyendo a miembros de otras culturas. Aunque no se rechace la época anterior, es cierto que cobran fuerza aspectos como la riqueza y los méritos en administración y ejército, estableciéndose así cauces de mejora social.

La sociedad del Bajo Imperio se dividía en honestiores y humiliores. Los primeros eran las élites urbanas (altos cargos de administración y ejército, empresarios, banqueros…); los segundos, por su parte, eran jornaleros, campesinos, artesanos, pobres, bajo clero, etc., todos rebajados a la tierra. Al margen quedan los clarissimi, que compondrán la cúspide de la sociedad y estarán formados por las grandes familias poseedoras de grandes riquezas y puestos de alto rango.

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