La Autocracia Baja De Las Montañas
Enviado por asilda62 • 1 de Febrero de 2015 • 1.876 Palabras (8 Páginas) • 454 Visitas
La llamada revolución de los 60 ha sido vista como la insurgencia del Táchira, una de las tres secciones del antiguo Estado Los Andes. Pero inclusive el apoyo del Táchira es parcial. El alzamiento del 23 de mayo de 1899 se constituyó y tuvo su principal apoyo en la zona occidental de la entidad, mientras que la porción oriental de las altas montañas se mantuvo fiel al liberalismo amarillo. El movimiento liderado por Castro sigue hacia Caracas sin haber logrado someter a San Cristóbal, capital del Táchira. Es una "huída hacia delante" de mil y tantos kilómetros, no exenta de atropellos, despojos y violencias, hechos que caracterizan al movimiento como una fuerza expedicionaria.2
Pese a los varios miles de muertos que provoca el alzamiento armado, no hubo una gran batalla que decidiera el destino de la revolución liberal restauradora. La salida es producto de la negociación política: Castro es llevado en un tren a Caracas, resultado de un acuerdo con personeros de un sistema político agónico. El hombre que pasa por Capacho no es el mismo que pasa por Valencia, escuchó uno decir. La fama con que revistieron las "hazañas militares" del Cabito es prueba del ambiente de adulancia que primó en sus nueve años de agitado gobierno.
La revolución restauradora fue un movimiento de reacción contra el dominio militar de Trujillo, lo que además pone en duda la creencia de unos Andes colonizados por los hombres del centro del país. Bajo la anuencia del presidente Antonio Guzmán Blanco, los hombres del caudillo trujillano Juan Bautista Araujo gobiernan los Andes.3 Por eso es que el trujillano no se mete en la historia nacional por vía de aquel alzamiento armado.
Y miren que hay datos que hablan; un serendipity, como dicen por ahí: no hay un solo andino en el primer gabinete de Castro. Tampoco San Cristóbal reemplaza a Caracas como ciudad capital. En suma, ni desde el punto de vista de la historia clásica del dominio de una ciudad Estado, ni desde la exégesis marxista de Antonio Gramsci, es correcto hablar de la hegemonía andina. La autocracia militar tachirense tampoco fue distinta de los regímenes que le precedieron. Sus gobernantes actuaron conforme a procedimientos ya conocidos, tomando decisiones particularistas. Juan Vicente Gómez fue un gobernante voraz que atesoró riquezas para sí y para los suyos y nunca dejó un testamento escrito que asentara el propósito de crear las bases del sector público de la economía.
Puesta la mirada en el sujeto, dos personalidades tan opuestas como Castro y Gómez ponen en duda la creencia en el gobierno andino. Las discrepancias de López y Medina, aquél por querer regresar a la Presidencia y éste por no dejarlo, es un consejo que nos llama a observar más a los hombres que a las etiquetas. Pérez Jiménez es Presidente por ser militar. El otro Pérez, Carlos Andrés, llega a través de su partido. Ramón J. Velásquez por efecto de una severa crisis política nacional. Pero ninguno por ser del Táchira.
Ni siquiera la mirada intimista logra acertar bajo el formato de la confesión imaginaria. Formado en un ambiente rural, a Gómez se le ha presentado como el epítome de las virtudes campesinas. Cierto que en el hombre del campo hay una tendencia a valorar la amistad, el compromiso con la palabra empeñada, la honradez en los negocios, la aplicación al trabajo. Pero esa horma no entra en el zapato del Benemérito. Y es que el hombre traiciona a los amigos, sus familiares desconfían de sus promesas y se vale de medios non santos para acrecentar la hacienda personal.
El gobierno de los andinos fue una expresión que nació de la reacción de los habitantes de Caracas. La imagen de los Andes se redujo a lo que estaba al alcance de su mirada: una montonera que escupía chimó, arrastraba las palabras al hablar y jugaba cartas en la plaza mayor, al pie de la estatua del padre tutelar. Todavía en el escenario de la Asamblea Constituyente de 1947 salió la polémica expresión de labios de un senador: los bárbaros que bajaron de la montaña, así dijo.
En fin, se encasilló a los andinos en una categoría de hombres primitivos, inclinados por natura a la violencia, a la crueldad y a la traición. Un mito simplificador (suscribimos a Elías Pino Iturrieta) pretende hacernos partícipes de un género fuerte, proclive a las soluciones enfáticas y amantes del poder ejercido con regusto y con ventaja, o tontería.4 Años atrás apenas, de la duda sobre la fidelidad nacional (por venir "de allá", cercanos a la frontera y por tanto fronterizos en doble sentido), hablaban los chistes sobre los "gochos" que hoy, con la misma injusticia, es imputada a los emprendedores emigrantes venidos de Galicia.
Espejito, espejito
Pero hay una imagen que da por sentado la superioridad del andino. En el Táchira hay una conciencia de excepcionalidad donde la palabra habla de un ser logrado mucho más que la de un ser buscado. Esta idea de singularidad tiene su historia. Bajo la Presidencia de Eleazar López Contreras, la redacción del diario Vanguardia de San Cristóbal la dibuja orgullosamente el 3 de noviembre de 1937: A ningún alemán se le ocurre decir que la Prusia no es alemana o es inconveniente a Alemania porque ella sea el centro directriz de la gran nación sajona. Prusia es Alemania y eso basta. Así mismo...los Andes son Venezuela y eso basta. Las regiones y los pueblos se imponen en todas las naciones por su superioridad en un momento dado.
La auto imagen también es posible hallarla en documentos privados, en cartas cuyo mensaje no buscan el encuadramiento del gran público. Desde Ginebra, Daniel Uzcátegui Ramírez escribe a su coterráneo
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