La Ciencia, La técnica Y Las Artes Desde La Perspectiva Del Conocimiento
Enviado por yareni • 2 de Septiembre de 2014 • 1.309 Palabras (6 Páginas) • 306 Visitas
E
n las páginas de su
Paideia
Werner Jaeger admitió el carácter
comunitario de la educación al escribir lo siguiente: “La educación no es una
propiedad individual, sino que pertenece, por su esencia, a la comunidad
[...] la educación participa en la vida y el crecimiento de la sociedad, así
en su destino exterior como en su estructuración interna y en su desarrollo
espiritual” (Jaeger, 1980: 3 y 4). Sabemos por la historia, que las elites,
las aristocracias, las clases populares y medias, el estado y ahora las
corporaciones transnacionales, en diferente medida han dado dirección a
la educación de los pueblos, han afectado las tendencias de la educación
de la ciudadanía y el desarrollo del conocimiento, sobre todo el científico y
tecnológico, en función de intereses específicos.
En los últimos tres siglos, la educación y la ciencia tuvieron en México
una finalidad utilitaria para el ascenso y la construcción de una identidad
gremial, social, política..., como lo podemos ver en el arduo proyecto de
estado nacional o en la prosecución de otros fines compartidos como la
paz, la democracia o la justicia social. En los últimos lustros vemos girar
La ciencia, la técnica y las
artes desde la perspectiva del
conocimiento como acción
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La ciencia , la técnica y las artes
Herminio Núñez Villavicencio
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69,
enero-marzo 2011
la educación en nuestro país –como también
en muchas otras partes– en torno a otra
finalidad que parece invadirlo todo, y que es
la preparación para producir determinadas
cosas. Esta finalidad se constata en la política
educativa que distingue prioridades, por cierto
comprensibles del todo en las condiciones en que
nos encontramos, pero que no por eso dejan de
ser parciales y a veces hasta enajenantes. Hoy
todo es mercancía, y lo que hemos observado en
otros países hace algunos años, como la gran
cantidad de negocios a lo largo de las calles de
las ciudades, es ya casi una realidad igual en
nuestras poblaciones, vemos abatir los muros
de las casas para poder disponer de espacios
que se venían considerando como bodegas
olvidadas, para ahora vender algo en ellos. No
son pocos los que buscan abrir un changarro
aunque sea de baratijas o de aguas frescas.
Fomentar el negocio fue una política sexenal
reciente; política que ahora se nota menos,
pero que sigue boyante y sin complicaciones,
como si el lugar para habitar se pudiera
intercambiar por el de vender y comprar. La
vida gira ahora en torno a esta realidad banal
y extraña, hasta los edificios históricos, los
monumentos mismos han entrado en esta
tendencia, y aunque son memoria de hechos,
se les ve más bien como productos en muestra
en el gran mercado del mundo. Para quienes
los incluyen en sus programas de trabajo no
tienen otra razón de ser más importante que la
del consumo turístico. Hoy podemos decir que
todo es mercancía; aunque también es verdad,
entonces, que la mercancía lo es todo, porque
ésta ha absorbido hasta los símbolos que
constituían el mundo libre del reino del dinero.
Sin embargo, esta cuestión sorprende
todavía más: la mercancía hoy no es sino
imagen, y esto se puede comprobar con el hecho
de que no circula si no es en la medida que se
le inviste de valor simbólico. Así se explica que
la publicidad sea de importancia decisiva, pues
tiene como función promover la circulación
de la mercancía otorgándole determinado valor. En este
sentido, todo es mercancía, pero en la medida en que es
imagen.
Goethe entendió esto perfectamente antes de Marx.
Fausto inventa el dinero-papel y produce no sólo una
espantosa inflación, sino que hace que el mundo no sea
otra cosa que mercado, con lo cual provoca que todo quede
vacío, sin peso ni sentido, dado que todo se convierte en
comprable. Pero en lo observado por Goethe sucede algo
no previsto: el valor, el sentido, el espesor humano que se
ha escurrido de las manos, encuentra refugio nada menos
que en la mercancía a la que se le otorga valor simbólico.
La mercancía no es lo que es, sino lo que significa.
¿Q
u
I
én
es
el
sujeto
de
esta
exper
I
enc
I
a
?
Lo conocemos, es el consumidor, cada uno de nosotros:
volens, nolens.
No queriendo porque somos inducidos
a consumir por estrategias ajenas que nos seducen;
queriendo porque, sea como sea, nosotros decidimos,
escogemos de entre las opciones que ofrece el mercado.
Pero, ¿cuál es la percepción que el consumidor tiene
de sí mismo? Da la impresión de que –hablando de la
mayoría– el consumidor no se pone tantos problemas,
no sufre la contradicción y muestra en cambio tranquila
disposición a participar en el juego, que le agrada y no
llega a
...