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La Crónica


Enviado por   •  27 de Mayo de 2013  •  1.480 Palabras (6 Páginas)  •  351 Visitas

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LOJA

Área de la Educación el Arte y La Comunicación

A.E.A.C

Tarea: Crónica.

Alumno: Eduardo Mendoza

Docente: SYBEL ONTANEDA.

Fecha: 24 / 05 /2012

LA CRÓNICA

En la crónica destaca su estilo creativo. No es la simple interpretación de un acontecimiento, sino la narración valorada de lo sucedido recientemente contado de forma amena. Según Manuel Graña, lo que distingue la verdadera crónica es precisamente el sello personal que se advierte, porque va firmada, y su autor, además de enjuiciar, prioriza los hechos a su manera. El cronista es un testigo presencial que da fe de lo que ocurre, y lo hace con su particular forma de expresarse.

La crónica trata de un relato informativo, es decir, la unión del relato y el comentario subjetivo de lo noticiable, ya que es un trabajo en el que se da cuenta de un suceso de actualidad a través de la visión personal de su autor. Es información, aunque por la subjetividad que supone la interpretación del cronista y por el estilo ameno con el que está escrito, se aleja del periodismo estrictamente informativo.

Si quisiéramos delimitar el estilo de la crónica, por tanto, llegaríamos a la conclusión de que es fundamentalmente libre. Los elementos creativos que le dan la autoría del cronista conforman su esencia como texto diferenciado. Por ello, la firma es un dato importante para el lector por su triple función noticiosa-informativa-valorativa, aunque esa libertad está condicionada por el hecho que se narra, y que consiste en el núcleo informativo que la origina.

Pero además, la crónica tiene los límites éticos del periodismo en general, que impiden la deformación de lo que realmente ha sucedido. Se plasma la visión personal del cronista, aunque sin desvirtuar los hechos noticiables objetivos. La interpretación subjetiva del periodista nunca puede significar una distorsión de lo ocurrido, ya que por encima de las preferencias ideológicas del cronista está la objetividad de lo acontecido. Después, el periodista ofrece su particular visión sobre las causas que lo han motivado o las consecuencias que en el futuro pueden haberse originado. En resumen, el hecho de firmar la crónica otorga a su autor toda la libertad expresiva en su estilo personal, pero este principio siempre debe contemplar las limitaciones deontológicas de la veracidad de los hechos narrados.

Aunque dispone de total libertad de estilo, el cronista, como en todo trabajo periodístico, tiene la obligación de dirigirse al gran público, por lo que debe elaborar un texto claro, conciso y transparente. Es aconsejable la oración simple y el párrafo no demasiado extenso. Las frases no deberán exceder de las dieciséis o diecisiete palabras, y los párrafos de setenta a ochenta para facilitar la lectura. Para el profesor Martínez Albertos (1983: 363), el estilo de la crónica debe ser directo y llano, esencialmente objetivo, pero, al mismo tiempo, tiene que plasmar la personalidad literaria del periodista que la firma. Según este autor, aunque la crónica es un género que admite la forma expresiva del estilo literario, no debe aceptarse un exceso de estilo editorializante, es decir, de juicios de valor que dejen en un segundo plano la función informativa.

La crónica tiene, además, el propósito de orientar, por lo que esta libertad de estilo también deberá combinarse con el conocimiento previo del acontecimiento del que se habla, de forma que el lector adquiera un conocimiento global desde un determinado punto de vista, pero siempre con la belleza expresiva propia de un género del periodismo literario.

Un modelo estructural libre

La crónica es un género informativo-narrativo con absoluta libertad expresiva, por lo que permite no ceñirse a la estructura formal de la pirámide invertida, que es una característica del periodismo exclusivamente informativo. No obstante, como en todo trabajo periodístico, la titulación es el principal medio para atraer al lector. En el título debe quedar claro que no es una noticia. Para ello es necesario que la titulación tenga elementos interpretativos. Un titular frío e imparcial hace que el lector se acerque a su texto sin percibir que se trata de una

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