La Divina Comedia (Purgatorio, Parte 2)
Enviado por Carlos Alberto Garcia Rueda • 25 de Agosto de 2018 • Documentos de Investigación • 5.606 Palabras (23 Páginas) • 458 Visitas
La Divina Comedia (Purgatorio, Parte 2)
Canto I.
Narrador (Carlos Carreño): Dante no se cansaba de contemplar el maravilloso espectáculo que el nuevo cielo le presentaba con sus constelaciones nunca antes vistas, cuatro de las cuales, en forma de cruz llamaba su atención de una manera especial, pareciendo que el cielo gozaba con sus resplandores. Llamada por navegantes anteriores a Dante, La Cruz del Sur.
(Catón se encuentra solo, cuando empieza a hablar, entran Dante y Virgilio.)
Narrador (C.C.): De pronto una voz resonante pregunto a los poetas
Catón de Utica (): -¿Quiénes son ustedes que en este momento han salido de las cavernas Infernales? ¿Condenados quizás? ¿Cómo les fue dada la llegada de manera completamente extraña a esta mi confiada isla del Purgatorio?
Virgilio (): -Catón-(En esto Virgilio y Dante se inclinan)- Aquel que me acompaña es un ser con vida, no un condenado, y yo soy un espíritu del limbo, no un hereje y lo acompaño en su peregrinaje por órdenes de una mujer descendida del cielo, por favor permítenos la entrada a aquel lugar donde aquellos purgan sus pecados con fin de subir al paraíso.
Catón de Utica (): Siendo así pueden seguir. Pero antes, rodearas con un junco, símbolo de obediencia al querer divino, el cuerpo de tu acompañante, y limpiaras su cara de la suciedad, sombra de los vicios humanos, añadido en el paso por el infierno, con el fin de no presentarse manchados ante los ángeles que encontraran en el camino.
Narrador (C.C): Dicho esto Catón desapareció. (Virgilio y Dante salen caminando) Virgilio se en camino entonces, como se lo habían indicado, hacia el mar y pasando por un sitio donde las hierbas estaban mojada por abundante roció, poso sobre ellas sus manos abiertas, humedeciéndolas, y con ellas lavo las mejillas de Dante. Arranco del suelo un Junco y lo puso como cinturón alrededor del cuerpo de Dante.
Canto II.
Narrador (C.C.): Habiendo cumplido el ritual indicado, estaban los poetas indecisos sobre el camino que debían tomar (Virgilio y Dante miran a sus alrededores). Dante se dio cuenta de que venía en dirección a ellos, en las aguas del Mar, una luz esplendorosa, indicándosela a Virgilio este dijo.
Virgilio (): -¡De rodillas, de rodillas y manos Juntas! (Dante y Virgilio hacen el gesto) –Este es un Ángel de Dios, ya viste demonios, ahora solo veremos esta clase de Ministros.
(Llega el Ángel, Persignando a los dos poetas)
Narrador (C.C.): Un espíritu se acercó amable a Dante para abrazarle, pero este careció de afecto y lo rechazo, al instante Dante le reconoció y era un amigo, florentino suyo, Casella, que había cantado unos poemas amorosos de él, y le rogo que entonara un poco. Casella accedió y con gentil gesto se puso a cantar uno de sus versos.
Dante (): -Por Favor, Casella, Amigo mío, entona uno de mis versículos y devuélveme el aliento que tenía antes de empezar mi viaje.
(Casella hace un mohín en aprobación)
Casella (): -Y cuando me habla mi alma, que le escucha y le comprende, dice ¡Ay de mí, que nunca llegare a poder decir lo que oigo de la que amo!
Narrador (C.C.): La dulzura y la suavidad del canto de Casella estremeció a todos, incluso a Virgilio, haciendo que los demás espíritus olvidaran el motivo por el cual se encontraban allí. En esto apareció Catón e indignado grito:
Catón (): -¡¿Qué novedad es esta?!
Narrador (C.C.): En esto Casella detiene su canto y todos reanudan su condición, dirigiéndose hacia el monte de la expiación, seguidos por Dante y Virgilio.
Canto III.
Nrdr: Al llegar al inicio del gigantesco monte, una procesión de espíritus iba acercándose lentamente en dirección a ellos. Virgilio les pregunta.
Vrgo (): -¿Nos podrían enseñar por qué lado debemos escalar estas rocas? Pues mi compañero que es un ser viviente no puede subirlas por este lado, como nosotros.
Nrdr: -Contestaron aquellas-
-Se han equivocado viniendo hasta acá, retrocedan y les indicaremos donde hay un paso.
Nrdr: Mientras caminaban uno de los penitentes dijo a Dante.
Manfredo de Suevia (): -Mírame viviente y dime si me has visto alguna vez. Yo soy Manfredo de Suevia, Rey de Nápoles y Sicilia. Por favor cuando vayas de regreso a la tierra, preséntate ante Constancia, Hija mía, y dile que ruegue confiada por mí, a fin de que Dios me acorte el plazo de treinta veces mi vida, que debería esperar acá, ya que los ruegos de los vivientes nos facilitan en mucho la obtención de la gracia de la expiación.
Canto VI
Nrdr: Llegado a determinado sitio, los compañeros de Manfredo dijeron a los poetas:
-Por aquí podréis subir al monte.
Nrdr: Virgilio viendo a Dante que se rendía del cansancio le dijo:
Vrgo: -No pierdas ánimo, Hijo mío, el monte se torna más fácil cuando uno más lo asciende. Ya descansaras llegando a la cumbre.
Nrdr: Irónicamente una voz contesta.-Y probamente también mucho antes-. Alrededor no se veía a nadie, pero trepando en un peñasco grande, a corta distancia, los poetas treparon, persuadidos en la búsqueda de aquel que hablo.
Dte: -¡Oh Maestro! Mira aquel allá; ¿No te parece el hermano carnal de la pereza?
Nrdr: Y acercándose al espíritu, que reconoció por el de una conocida y típica personalidad florentina, le saludo, diciéndole:
Dte: ¿Tú también, Belacqua, estas entre los salvados? Te felicito; pero si no te hubiera visto lo habría dudado, recordando tu negligencia en todas las cosas y me parece no haberte abandonado aquí tampoco.
Canto V
Nrdr: Después de subir un largo rato, lo poetas llegaron a una terraza natural, formada por las rocas del monte, que lo rodeaba, y allí se encontraron con una muchedumbre y se acercaron lentamente cantando el Miserere. –Nosotros morimos de muerte repentina- dijeron aquellos espíritus y añadieron- Pero, como no olvidamos, a pesar del terror y del afán de nuestros últimos instantes, encomendar a Dios nuestras almas, nos hemos podido salvar.
Dte: -¿Qué puedo hacer yo por ustedes?
Buoconte de Montefeltro: -Yo soy B.M. Mi familia ya no reza por mí, y es el motivo por el cual aún me encuentro acá. Anhelo el sagrado recinto, donde deseo entrar para purificarme.
Dte: (Responde Emocionado) -¿Tu eres Buoconte? ¿Aquel que en 1289 era el Capitán de los Aretinos en la Batallas del Campaldino? ¡Yo combatí contra ti en aquella sangrienta jornada en la que perdiste la vida! ¿Cómo fue que después de la batalla nadie pudo hallar tu cadáver?
Buoconte de Montefeltro: -Cuando recibí tal herida en la garganta, en seguida comprendí que se acercaba el fin de mi existencia, baje del caballo, y huyendo del campo, regando sangre en mi carrera, llegue donde dos ríos se cruzan. Las energías me faltaban; mis ojos se nublaban y aun así suplique a la virgen. A esto se presentó una tempestad, causada por la pelea del Ángel y del demonio que iba en mi búsqueda, el demonio tomo mi cuerpo y lo sepulto en una caverna de arena, y el Ángel tomo mi alma, salvándola de aquel demonio.
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