La Era Francesa
Enviado por 17112006 • 18 de Octubre de 2013 • 1.177 Palabras (5 Páginas) • 303 Visitas
Un artículo de Julián Casanova tomado de http://www.juliancasanova.es/que-hacemos-los-historiadores-en-recuerdo-de-charles-tilly/
o que hacemos, y cómo lo hacemos, los historiadores presenta algunas peculiaridades respecto a lo que hacen, y cómo lo hacen, los sociólogos históricos o los profesionales de las restantes ciencias sociales. Voy a centrarme en esas peculiaridades, para insistir de nuevo, como he hecho continuamente aceptando diferentes estímulos e influencias, en una defensa de la historia y, más específicamente, de la historia social.[1]
Es cierto, como Charles Tilly ha insistido en más de una ocasión, que la mayoría de los historiadores, pese a no presentar este argumento de forma explícita, asumen que dónde y cuándo ocurre un proceso social o un fenómeno afecta significativamente a cómo ocurre. El tiempo y el espacio constituyen así las dos variables fundamentales para el historiador, de lo cual se derivan dos importantes consecuencias metodológicas: la primera, que nunca hay que interpretar un fenómeno hasta que no se le sitúa en su tiempo y espacio apropiado; la segunda, que conviene ser muy cautos a la hora de hacer generalizaciones y comparaciones sobre fenómenos diferentes en el tiempo o en el espacio. Para la mayoría de los historiadores, por ejemplo, un libro como el de Theda Skocpol, Los estados y las revoluciones sociales, resulta bastante ajeno a esos rasgos que identifican nuestro oficio porque analiza tres revoluciones claramente separadas por la historia, desde el siglo XVIII al XX, por la geografía, desde China a Francia, y por la ideología, liberal o comunista, en un único marco interpretativo.
Con algunas excepciones, los historiadores profesionales casi siempre se especializan en una, o dos como mucho, posibles combinaciones de tiempo y lugar. El argumento para hacerlo así suele ser, y resulta bastante legítimo y convincente, la dificultad que conlleva el aprendizaje de idiomas diferentes, controlar las fuentes, la historiografía y el contexto social de varios países en amplios períodos. La mayoría de los historiadores, con el rigor y la honradez intelectual como carta de presentación, se especializan en una zona única y específica del mundo durante un espacio corto de tiempo. Los campos de investigación histórica definidos por fenómenos diferentes al espacio y el tiempo existen –y ahí están la ciencia, el parentesco o los grandes cambios demográficos-, pero los practican una pequeña minoría de historiadores. La historia nacional, de la política nacional para ser más exactos, marca los planes y prácticas de investigación, en el plano local o en marcos más generales, de la mayoría de los historiadores.
El historiador cree y confía sobre todo en las fuentes primarias (escritas, aunque en los últimos tiempos las orales o visuales han sido perfectamente aceptadas). La capacidad de localizar y transmitir información de documentos relevantes constituye una parte significativa del oficio del historiador, una habilidad que reconocen y consideran muy positivamente el resto de los colegas. Como ya hemos señalado, aceptar o no la división entre fuentes primarias y secundarias, textos históricos y literarios, ha sido, en las últimas décadas, una fuente de debate entre la historia y las ciencias sociales y entre los historiadores y el postmodernismo.
Cualquier estudioso del comportamiento humano oscila entre tratar a la gente como objeto de fuerzas externas o como protagonistas de sus decisiones. Una buena parte de los historiadores asumen que ellos describen las acciones y decisiones de los actores de la historia –individuos, familia, clases, naciones o cualquier otra categoría- y que pueden, de una forma razonable, disponer esas acciones en secuencias narrativas coherentes.
Esos rasgos del oficio del historiador –insistencia en el tiempo y en el
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