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La Escritura Narrativa De Quiroga En Cuentos De Amor, Locura Y Muerte


Enviado por   •  12 de Mayo de 2014  •  1.314 Palabras (6 Páginas)  •  468 Visitas

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La escritura narrativa de Quiroga en Cuentos de amor, locura y muerte

La escritura narrativa de Horacio Quiroga sigue tres derroteros que él mismo sintetiza en el título del libro Cuentos de amor, locura y de muerte. El amor, especialmente paternal, está presente en sus cuentos. La locura es una enredadera que se posesiona parejo de los seres humanos como de los seres animales, porque es una locura del ser vegetal que su pluma trata de captar. La muerte ronda por todos sus cuentos convirtiéndose en muchos en el personaje principal. Como lo señala Ard, el tema de la muerte es una constante que lo acompaña siempre y que se hace más elocuente en sus últimos cuentos. "A principio de su carrera literaria, este tema comparte la atención del autor con los de la locura y el amor" (248), para dar paso a mundo donde "la enfermedad, la alucinación y la muerte" (Manilov 387) campean a sus anchas. Claro que la muerte no es la muerte ineludible a la que todos estamos llamados sino que es una muerte que "sorprende a sus víctimas con un rápido accidente del medio ambiente donde se mueven los personajes" (Arango 155).

Muchos han señalado la influencia de Edgar Allan Poe en su cuentística que Quiroga se encarga de confirmar en el “Decálogo del perfecto cuentista” donde Poe es un dios que lo guía. Por eso su influjo resalta en “La gallina degollada” donde cuatro hermanitos idiotas que pasan su vida entusiasmados chorreando baba mirando caer los atardeceres abandonados por su madre, degüellan inocentemente a su hermanita, que es el centro de atención de sus padres, como a la gallina que han visto degollar días antes. Poe camina por el cuento como lo hace en “El almohadón de plumas” que es como la colcha fúnebre de una mujer recién casada. Los niños que quedan huérfanos de madre en “El desierto”, esperan que alguien les comunique la muerte de su padre para que su orfandad sea perfecta. Cuando nos tiene atrapados en la esperanza de que la muerte traicionera ha sido derrotada, vuelve a la carga en “El hijo” que ha muerto al primer tiro posiblemente de forma accidental de un autodisparo como la auto muerte ensartado en la hoja de un machete de “El hombre muerto”. La necrofilia de “El vampiro” profundiza en esa fascinación de Quiroga por la muerte en la que vivió enfrascado. No en vano su vida fue una vida llena de muertes violentas (su padre, su padrastro, sus hermanos, su mejor amigo, su esposa), como la suya de su propia mano que resonó más tarde en el suicidio de su hija.

El territorio de Misiones inspiró la obra de este escritor uruguayo que logró con sus cuentos trascender hasta nuestros días porque su mensaje es una voz de aliento a quienes luchan contra la destrucción ecológica. Sometido al embrujo de la manigua, responde con un tremendismo impuesto por el ambiente de la selva de la cual escucha las palabras que retumban en ese majestuoso ambiente natural que lo rodea y lo apabulla. Al igual que la selva imponente que nos describe José Eustasio Rivera en La Vorágine, en sus cuentos la naturaleza es, "animal puro, instinto puro, vida por nacer o por recuperar a expensas de lo peor de nosotros, ingenuidad romántica, reactualización de un mito" (Manilov 389). El río de “A la deriva” como el bananal de “El hombre muerto” son convertidos "en símbolos que funcionan externa e internamente como parte del paisaje americano" (Arango 156).

Quiroga denuncia la destrucción del ecosistema a través de sus personajes que son animales con voz, pero que no tienen voto ante la arremetida del hombre. En “El regreso de la Anaconda” deja claro su denuncia que es como un epitafio: "El hombre ha sido, es y será el más cruel enemigo de la selva".

Sin embargo Quiroga no cae en la dicotomía maniquea. Sabe que hay muchos hombres que han sabido convivir con la naturaleza por muchos años. En “La tortuga gigante” un hombre es salvado por una enorme tortuga porque había mostrado compasión de ella cuando estuvo a punto de morir al igual que el hombre salvado de los tigres por las rayas en “La guerra de los yacarés”

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