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La Herencia Entre Grecia Y Roma


Enviado por   •  3 de Mayo de 2014  •  1.497 Palabras (6 Páginas)  •  356 Visitas

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LA HERENCIA DE GRECIA Y ROMA

Contraposición de la presencia histórica del cristianismo al legado clásico heredado de Grecia y Roma. ¿Ha sido realmente el cristianismo hostil a la herencia cultural grecolatina?

A menudo se contrapone la presencia histórica del cristianismo al legado clásico heredado de Grecia y Roma. Así ha querido mostrarlo la historiografía ilustrada, hasta el punto de reducir la Cristiandad –la primera y genuina Europa– a una etapa intermedia -el “medievo”- entre el tesoro clásico heleno-latino y la modernidad en la que se quiere hacer ver su renacimiento. ¿Ha sido realmente el cristianismo hostil a la herencia cultural grecolatina?

La caída del Imperio Romano supuso un cataclismo cultural difícilmente imaginable. De una civilización que parecía indestructible, de golpe, se vuelve a la barbarie. Comunicaciones, comercio, rutas abiertas para la cultura y el beneficio, la irrupción bárbara, aún en los casos moderados por previa romanización, acarrean aislamiento, inseguridad, violencia y destrucción. En poco tiempo el esplendor del Imperio se habrá convertido en un solar de ruinas. El año 476 supuso el derrumbamiento de la cultura grecorromana y el paso a una etapa en la que sobrevivir era más importante que cualquier filosofar. Los supervivientes, en cuanto pueblo, no pueden dedicarse a saber leer y escribir, de uso generalizado entre el ciudadano del Imperio; tienen que descuidar el saber para poder en primer lugar vivir.

Una decisión importante habían adoptado durante el siglo IV y V hombres extraordinarios, como el obispo de Milán, San Ambrosio, que anteriormente había ocupado el cargo de gobernador en el Imperio, San Jerónimo, joven converso al catolicismo que había recibido una educación esmeradísima, o San Agustín el profesor de retórica latina en Roma y Milán. Es verdad que San Jerónimo tuvo sus vacilaciones tras el conocido sueño en que se le aparece Cristo que le dice “tú no eres cristiano, tú eres ciceroniano”, por preferir la belleza clásica a lo que entonces consideraba rudo lenguaje bíblico. Ya en su ancianidad volvería a ponderar la cultura clásica. San Agustín no tuvo la menor duda. En su “ De doctrina christiana ” incluye la formación clásica para un cristiano, modelo educativo durante toda la Edad Media. Ideal que amparó la búsqueda, difusión, copia y mantenimiento de los manuscritos de la Antigüedad.

Los monasterios se convierten en oasis culturales en el páramo desolador del antiguo Imperio. San Benito, patricio romano, en su ora et labora, estimula el estudio de la Antigüedad. A veces pienso que el hábito benedictino en su hechura, no en su color negro, recuerda las túnicas de los patricios romanos, así como no existe la menor duda de que sus monasterios se inspiran en la “villa romana”, capaz de suministrar todo lo necesario, sin que el monje se viese obligado a salir de su ciudad sagrada.

No es verdad que el cristianismo impidió la pervivencia del mundo grecorromano. Desde el primer momento adoptó una actitud de asimilación y acomodación de la vida espiritual griega y romana a la nueva fe, en un claro ejemplo de lo que se ha denominado en la actualidad un proceso de inculturización. Los nombres de los meses son romanos, aunque hubiesen sido encomendados al patrocinio de deidades paganas como junio a la diosa Juno o recordasen la memoria de grandes emperadores, como julio a Julio Cesar o agosto a Cesar Augusto y sin preocuparles que el mes noveno lleve el nombre de septiembre, el décimo el de octubre, el undécimo, noviembre y el mes doce lleve nombre de décimo, diciembre.

Menos el nombre del sábado y del domingo, uno judío, el otro el cristiano, día del Señor, los demás días de la semana conservan la denominación latina, el día de la luna, el día de Marte, el día de Mercurio, El día de Jovis o Júpiter, el día de Venus. La Iglesia mantuvo la organización territorial del Imperio, desde diócesis a parroquias. En los tres primeros siglos el griego común (koiné) fue la lengua de la Iglesia, por eso las primeras versiones de los Evangelios se encuentran en griego. Y desde el siglo IV hasta la reforma de la liturgia en el Concilio Vaticano II se mantuvo el latín como la lengua común de la liturgia y como lengua oficial de la Iglesia, que sigue con tal consideración hasta nuestros días. No tuvo ningún reparo en acomodar el año cristiano a las grandes celebraciones paganas, empezando por el nacimiento de Cristo, en el día del año en que la nueva luz, 25 de diciembre, comenzaba a surgir por Oriente, símbolo de la Nueva Luz que es Cristo; y así sucesivamente. ¿Acaso el derecho canónico

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