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La Historia De Los Marruecos


Enviado por   •  11 de Abril de 2015  •  2.342 Palabras (10 Páginas)  •  173 Visitas

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Marruecos:

En 1086, Yusuf Ibn Tasufin , emir de los almorávides, desembarcó con un poderoso ejército en Algeciras. Desde esta ciudad, pasando por Sevilla, llegó hasta extremadura, donde, aliado con algunos reyes de Taifas, derrotó a los ejércitos castellanoleoneses en la batalla de Zalaca. Había sido llamado por algunos régulos andalusíes, ante el temor que les había producido el avance cristiano y la conquista de Toledo en 1085 por el rey Alfonso VI. El avance de Yusuf en la Península fue, después de la penetración árabe en el 711, el acontecimiento más trascendente de la historia medieval española. Se puede afirmar que determinó el mapa político de España. Yusuf derrocó a los reyes de Taifas y paralizó, aunque por poco tiempo la Reconquista. La dinastía almorávide tenía sus orígenes en las tribus saharianas que dominaban las ciudades de la Ruta de las Caravanas, en el actual territorio de Mauritania. Gracias a la inspiración religiosa de sus líderes, su rígida disciplina y perfeccionada organización militar, se habían adueñado de aquellos territorios. Avanzaron hacia las estribaciones del Atlas y en el año 1070, fundaron Marrakesh, que se convirtió en la capital de los almorávides y dio nombre al país. Yusuf conquistó casi todo el Magreb antes de desembarcar en la península Ibérica. Era la primera vez que tan vasto territorio se unificaba bajo la hegemonía de una tribu autóctona bereber. Su imperio se extendió desde el río Senegal hasta el Ebro. Sobre el año 1120, la rebelión de algunas tribus del Atlas, los almohades, dirigidos por Ibn Toumart, mezcla de guía espiritual y agitador político, destruiría a sangre y fuego a los almorávides. En 1147, Abd al Mumin, uno de sus grandes califas, entraría en Marrakesh después de un duro y largo asedio. Esta dinastía crearía el imperio más poderoso de la historia de Marruecos, que duró hasta mediados del siglo XIII. Grandes constructores, fortificaron también Rabat y Sevilla. La Kutubia, la Torre de Hassan y la Giralda son monumentos imperecederos de su fuerza creadora. Como consecuencia de la derrota almohade en las Navas de Tolosa (1212) y su desintegración interna, unas tribus bereberes, los zanatas, procedentes de la zona centrooriental del país, se adueñaron del poder. Los almorávides y almohades habían surgido como movimientos religiosos que se convirtieron en dinastías políticas. Los meriníes fueron la última estirpe marroquí que intervino en la península Ibérica, aunque sin la fuerza de las anteriores. Buscaban el poder y no tenían ninguna doctrina religiosa específica, pero a la postre reforzaron el sentimiento religioso y el sunnismo malikí (escuela ortodoxa del Islam) en todo el país, lo cual jugaría un papel predominante en el contexto político. Hicieron de Fez la capital y difundieron el Islam más puro a través de una serie de bellísimas madrazas o escuelas aún conservadas. Ocuparon algunas ciudades de Andalucía, tuvieron complejas relaciones con los castellanos y el reino nazarí de Granada. Finalmente fueron derrotados en la batalla de Salado, en la que terminó su aventura hispana. Concluyó así la fase expansiva del reino de Marruecos y comenzó la defensiva. Estas dinastías establecieron sus bases de lo que sería el modelo de gobierno, que se ha mantenido durante siglos: poder absoluto basado en un ejército de mercenarios al servicio del monarca, con el apoyo de los estamentos religiosos. Tal estado tenía una estructura administrativa rudimentaria y no estaban institucionalizadas las prerrogativas del sultán ni de las fuerzas políticas, por lo que el poder del monarca dependía de su personalidad y de las alianzas con las diferentes tribus. Dos eran los espacios políticos existentes, Bled Majzen, territorio sometido al poder real, y Bled Siba, territorio de la disidencia, no controlado. La política del Majzen tenía como finalidad mantener la autonomía del sultán sobre su propio espacio de poder. Estos espacios han vivido una especie de simbiosis de interdependencia y hostilidad que ha condicionado la historia política de Marruecos hasta mediados del siglo XIX. A partir del siglo XV, Marruecos entró en un proceso de debilidad que facilitó la intervención extranjera. Decadencia y ofensiva contra los invasores marcaron este país que se iba a convertir en el teatro de las ambiciones de las grandes potencias atlánticas y mediterráneas de la época, Portugal, España y Turquía. La frustración que produjo esta situación alumbró un profundo sentimiento nacionalista y una serie de movimientos político-religiosos que luchaban por recuperar el territorio y afianzar la identidad nacional.

Dinastía saadí:

En el verano de 1575, la derrota del ejército portugués en la batalla de los Tres Reyes, cerca de Alcazrquivir -donde murió el joven rey Sebastián de Portugal-, marcó el momento álgido de esta toma de conciencia. Consolidó el poder de una nueva dinastía, la saadí, y al sultán Ahmed el Victorioso, famoso por su magnificencia y riqueza, gracias sobre todo a su expedición a Sudán, de la que regresaría cargado de tesoros. La dinastía saadí entró en crisis a mediados del siglo XVII.

Dinastía alaulí:

Los alauíes, localizados en la región de Tafilalet, consiguieron después de un turbulento período, hacerse con el poder. Esta dinastía se ha mantenido hasta nuestros días. Uno de sus grandes sultanes fue Mulay Ismail, que consolidó los límites territoriales actuales, centralizó el poder, quebró la autoridad de los jefes rurales y gobernó desde 1672 hasta 1727. La muerte de Mulay Ismail sumió al país en una grave crisis. El sistema del poder tenía poco que ver con un estado moderno y con las transformaciones políticas, sociales y económicas que estaban cambiando Europa. Los objetivos de todas las dinastías fueron reforzar su autoridad y consolidar el Majzen, no el estado, ya que no solían estar dispuestos a ceder parcelas de poder ni siquiera a cambio de estabilizar el sistema. El otro objetivo era librarse de las potencias extranjeras que intervenían en el país. (Jerónimo Páez)

La marina de al-Andalus:

La invasión de los bárbaros -alanos, vándalos y suevos- a partir de los años 409-410, sumió en el caos a los pueblos romanizados, produciendo el colapso casi total del comercio marítimo y, por lo tanto, de la fábrica de navíos, arte completamente ignorado por los invasores, que tan sólo se conservó en el Imperio romano de Oriente. Gracias posiblemente a marinos griegos, pudo el rey Leovigildo (568-586) derrotar en el 585 una armada de los francos que actuaba en aguas de Galicia para sublevar a los suevos. Sus sucesores Sisebuto (612-621) y Suintila (621-631) emplearon flotas para combatir la piratería, conquistar Ceuta y Tánger y arrojar por completo a los súbditos griegos del Imperio bizantino de Heraclio,

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