La Histria De Estado Unidos
Enviado por Isaura4508 • 14 de Octubre de 2013 • 1.599 Palabras (7 Páginas) • 339 Visitas
Howard Zinn
La otra Historia
de los Estados Unidos
Desde 1492 hasta el presente.
Título original:
A People's History of the United States: 1492 to present
Depósito Legal: NA-2365-2005
ISBN: 84-89753-91-1
Para Georgia, Serena, Naushon, Will -y su generación.
Agradecimientos:
A Akwesasne Notes, Mohawk Nation, por el extracto del poema de
Ila Abernathy.
A Dodd, Mead & Company, por el extracto de "We Wear The Mask"
de The Complete Poems of Paul Laurence Dunbar.
A Harper & Row, por "Incident" de On These I Stand por Countee
Cullen. Copyright 1925 de Harper & Row, Publishers, Inc.; renovado
en 1953 por Ida M. Cullen.
A Alfred A. Knopf, Inc., por el extracto de "I, Too" de Selected Poems
of Langston Hughes.
A The New Trail, 1953 School Yearbook of the Phoenix Indian
School, Phoenix, Arizona, por el poema "It Is Not!"
A Random House, Inc., por el extracto de "Lenox Avenue Mural" de
The Panther and the Lash: Poems of Our Time por Langston
Hughes.
A Esta Seaton, por su poema "Her Life", que apareció primero en
The Ethnic American Woman por Edith Blicksilver, Kendall/Hunt
Publishing Company, 1978.
A Warner Bros., por el extracto de Brother Can You Spare a Dime?,
letra de lay Gorney, música de E. Y Harburg. © 1932 Warner Bros.
Inc. Copyright Renovado. Todos los derechos reservados. Utilizado
con permiso.
Capítulo 1
COLÓN, LOS INDÍGENAS Y EL PROGRESO HUMANO
Los hombres y las mujeres arawak, desnudos, morenos y presos de
la perplejidad, emergieron de sus poblados hacia las playas de la
isla y se adentraron en las aguas para ver más de cerca el extraño
barco. Cuando Colón y sus marineros desembarcaron portando
espadas y hablando de forma rara, los nativos arawak corrieron a
darles la bienvenida, a llevarles alimentos, agua y obsequios.
Después Colón escribió en su diario
Nos trajeron loros y bolas de algodón y lanzas y muchas otras
cosas más que cambiaron por cuentas y cascabeles de
halcón No tuvieron ningún inconveniente en darnos todo lo
que poseían.
Eran de fuerte constitución, con cuerpos bien hechos y
hermosos rasgos.
No llevan armas, ni las conocen Al enseñarles una espada, la
cogieron por la hola y se cortaron al no saber lo que era No
tienen hierro Sus lanzas son de caña.
Serían unos criados magníficos.
Con cincuenta hombres los subyugaríamos a todos y con
ellos haríamos lo que quisiéramos.
Estos arawaks de las Islas Antillas se parecían mucho a los
indígenas del continente, que eran extraordinarios (así los
calificarían repetidamente los observadores europeos) por su
hospitalidad, su entrega a la hora de compartir. Estos rasgos no
estaban precisamente en auge en la Europa renacentista, dominada
como estaba por la religión de los Papas, el gobierno de los reyes y
la obsesión por el dinero que caracterizaba la civilización occidental
y su primer emisario a las Américas, Cristóbal Colón.
Escribió Colón:
Nada más llegar a las Antillas, en las primeras Antillas, en la
primera isla que encontré, atrapé a unos nativos para que
aprendieran y me dieran información sobre lo que había en
esos lugares.
La cuestión que más acuciaba a Colón era ¿dónde está el oro?
Había convencido a los reyes de España a que financiaran su
expedición a esas tierras. Esperaba que al otro lado del Atlántico -en
las "Indias" y en Asia- habría riquezas, oro y especias. Como otros
ilustrados contemporáneos suyos, sabía que el mundo era esférico y
que podía navegar hacia el oeste para llegar al Extremo Oriente.
España acababa de unificarse formando uno de los nuevos Estadonación
modernos, como Francia, Inglaterra y Portugal. Su población,
mayormente compuesta por campesinos, trabajaba para la nobleza,
que representaba el 2% de la población, siendo éstos los
propietarios del 95% de la tierra. España se había comprometido
con la Iglesia Católica, había expulsado a todos los judíos y
ahuyentado a los musulmanes. Como otros estados del mundo
moderno, España buscaba oro, material que se estaba convirtiendo
en la nueva medida de la riqueza, con más utilidad que la tierra
porque todo lo podía comprar.
Había oro en Asia, o así se pensaba, y ciertamente había seda y
especias, porque hacía unos siglos, Marco Polo y otros habían
traído cosas maravillosas de sus expediciones por tierra. Al haber
conquistado los turcos Constantinopla y el Mediterráneo oriental, y al
estar las rutas terrestres a Asia en su poder, hacía falta una ruta
marítima. Los marineros portugueses cada día llegaban más lejos
en su exploración de la punta meridional de Africa. España decidió
jugar la carta de una larga expedición a través de un océano
desconocido.
A cambio de la aportación de oro y especias, a Colón le prometieron
el 10% de los beneficios, el puesto de gobernador de las tierras
descubiertas, además de la fama que conllevaría su nuevo título
Almirante del Mar Océano. Era comerciante de la ciudad italiana de
Génova, tejedor eventual (hijo de un tejedor muy habilidoso), y
navegante experto. Embarcó con tres carabelas, la más grande de
las cuales era la Santa María, velero de unos treinta metros de
largo, con una tripulación de treinta y nueve personas.
Colón nunca hubiera llegado a Asia, que distaba miles de kilómetros
más de lo que él había calculado, imaginándose un mundo más
pequeño.
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