La Modernidad Mexicana
Enviado por felipelaguna • 26 de Febrero de 2014 • 866 Palabras (4 Páginas) • 358 Visitas
MÉXICO Y SU MODERNIDAD
Héctor Aguilar Camín ( Ver todos sus artículos )
Héctor Aguilar Camín es autor de La frontera nómada (Siglo XXI, 1977), Saldos de la Revolución (Océano, 1985), La decadencia del dragón (Océano, 1984), Morir en el golfo (Océano, 1985). Una versión ligeramente distinta de este texto fue leída en el ciclo "México: Revolución y modernidad", convocado por el Partido Revolucionario Institucional en la Ciudad de México, agosto de 1987.
La palabra "modernidad" ha invadido el discurso político de México, pero el mayor reto actual de nuestra modernización es el más viejo de todos: la desigualdad. Cerca de 20 millones de mexicanos viven en condiciones de extrema pobreza, todos ellos en el campo, en comunidades no mayores de 2,500 habitantes, verdaderas zonas de refugio de la devastación del México rural a que hemos dedicado los eficientes esfuerzos de dos generaciones. La mitad inferior de estos pobres es en su totalidad de indígenas monolingües. Luego de varias décadas de redención económica y social de los grupos étnicos, su segregación es finalmente un hecho. El racismo estructural que tal exclusión demuestra, ruborizaría al menos escrupuloso encomendero español del siglo XVI novohispano. La mitad superior de esos 20 millones de pobres, los más pobres de México, son campesinos atrapados en el minifundio y el temporal, el ejido de tepetate, la emigración y la jornalería agrícola. Juntos, indios y campesinos forman la zona más oprobiosa y multitudinaria, aunque menos visible, de nuestra desigualdad.
El resto del mapa social, en su mayor parte urbano, aparece en el horizonte de nuestro fin de milenio con los rasgos de una avalancha humana que pide empleo, educación, vivienda, oportunidades. Desde 1985, un millón de jóvenes mexicanos llega cada año a la edad de trabajar. Si se pretende que vivan productivamente deberán crearse, en los siguientes veinte años, 20 millones de empleos: el doble de los que hoy existen. No habrá Estado benefactor o sistema político capaz de paliar los problemas sociales si no hay empleos permanentes. La crisis de los ochentas ha detenido la marcha del país hacia ese objetivo. Es cierto que el empleo no se ha desplomado tanto como se esperaba, pero es cierto también que la recesión ha dejado sin oportunidad de encontrar trabajo a toda la mano de obra que llega por primera vez al mercado laboral. A esta insuficiencia radical, hay que agregar otra: las restricciones financieras del antiguo estado mexicano laxo, subsidiador, paliador de desigualdades- lo hacen vivir en nuestros días el peor de sus momentos. Hemos visto reaparecer cosas que la acción estatal había erradicado -como los brotes de paludismo o tuberculosis recientemente registrados- y se han dilatado índices que parecían bajo control- como el de la mortalidad infantil, que subió en los ochentas de 50 a 55 muertes por millar.
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