La derecha y los peronistas, 1943 – 1955
Enviado por Javi Gr • 12 de Octubre de 2016 • Monografía • 2.159 Palabras (9 Páginas) • 293 Visitas
La derecha y los peronistas, 1943 – 1955
Richard Walter
En el movimiento golpista de 1943 se destacaban los militares nacionalistas; así ofrecían a la derecha argentina la mejor oportunidad hasta entonces para influir en la sociedad y ejercer el poder real en escala nacional. Simultáneamente, uno de los oficiales implicados en el golpe – el coronel Juan Domingo Perón – utilizaría la ocasión para preparar su propio ascenso al poder. En este proceso, los intereses de Perón y los nacionalistas fueron coincidentes; pero, en varias ocasiones, Perón y los nacionalistas trabajaron con objetivos encontrados. En 1946, Perón ganó las elecciones presidenciales. Durante sus nueve años de gobierno, cooptó a los nacionalistas y se apropió de parte de su programa, relegándolos a roles secundarios en la administración. A comienzo de los años cincuenta, muchos nacionalistas se pasaron a la oposición y se incorporaron al movimiento que en septiembre de 1955 derrocó al presidente Perón y lo obligó a exiliarse.
La “revolución” de 1943:
El grupo nacionalista más numeroso e importante de los años cuarenta era la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN).
Como otros grupos nacionalistas, la ALN atacó al liberalismo, a los “corruptos” políticos y las prácticas democráticas, y a la oligarquía conservadora que había gobernado al país en los años treinta. También era virulentamente antisemita. Rechazaba por igual al capitalismo y al comunismo; la ALN proponía la instauración de un Estado corporativo autoritario y el control nacional de las principales actividades económicas. Diferenciándose de muchos otros grupos derechistas, la ALN reclamó una reforma agraria y más justicia social, argumentando que los primeros nacionalistas habían sido demasiado elitistas en su visión del problema e ignorado las válidas preocupaciones y las obvias necesidades de las clases obreras, entregando a los trabajadores a los anarquistas y a los comunistas.
A principios de los años cuarenta, había también señales de una sustancial y creciente influencia nacionalista en la iglesia católica y el Ejército. Impulsaron el mantenimiento de la neutralidad argentina en la guerra.
Los nacionalistas se mantuvieron divididos y fragmentados, a menudo enfrentados unos con otros, demostrándose incapaces y sin voluntad de organizarse en un solo grupo coherente y unitario; además carecían de un líder dinámico y carismático que los aglutinara.
El motivo básico del golpe militar era la preocupación de ciertos oficiales nacionalistas porque Robustiniano Patrón Costas – el sucesor escogido a dedo por Castillo – podría ceder ante las exigencias externas y modificar la postura neutralista del país, orientándose hacia una posición pro – Aliada. También, el movimiento golpista era tributario de una aversión general por los políticos ineptos y corruptos – como los percibían los militares – que ejercían el gobierno y de un deseo de poner en práctica una serie de puntos contenidos en la agenda nacionalista: en especial, promover una Argentina fuerte y unida, hacer frente a las presiones y amenazas de las potencias extranjeras y ejercer un claro liderazgo en los asuntos hemisféricos.
En el golpe militar tuvo un papel central un grupo de oficiales con inclinaciones nacionalistas que funcionaba dentro del Ejército, denominado el Grupo Organizador y Unificador, o GOU, uno de cuyos personajes más destacados era el entonces coronel Juan Domingo Perón.
Perón – al comienzo, un oficial nacionalista aparentemente afín al Eje – parecía estar en condiciones de convertirse en el líder carismático que le faltaba a la causa nacionalista. Perón se propuso neutralizar y luego eliminar la influencia nacionalista en el gobierno militar.
Para los nacionalistas era más importante hacerse con la gran cantidad de cargos de los niveles medios de la burocracia que ocupar los más altos puestos ministeriales.
Desde sus comienzos, el gobierno militar fue autoritario. Gobernó por decreto, prorrogó el estado de sitio decretado en 1941 por Castillo, suspendió las elecciones, disolvió el Congreso y en ocasiones ejerció la censura de la prensa. Después de la recomposición del gabinete en octubre, los rasgos autoritarios del gobierno se hicieron más evidentes. La oposición – especialmente los estudiantes universitarios – fue sometida a una dura represión, como también todos los grupos que apoyaban la causa aliada. Se iniciaron investigaciones en torno a varias concesiones hechas al capital extranjero durante la Década Infame, se nacionalizaron algunos bienes que se hallaban en manos de empresario extranjeros y se intentó la creación de un industria bélica nacional. También, se procuraba “purificar” la conducta moral argentina – una preocupación constante de los nacionalistas – prohibiendo el uso del lunfardo en público y restringiendo la difusión de ciertos tangos, medidas que pusieron en ridículo al gobierno, en lugar de suscitar la adhesión de la población. Con la imposición de la obligatoriedad de la enseñanza religiosa en escuelas públicas, buscó obtener el apoyo de la iglesia católica y, probablemente, decretando la disolución de los partidos y prohibiendo toda actividad política, abrir el camino hacia el establecimiento de un estado corporativo.
La política populista de bienestar social puesta en marcha por Perón, y su acercamiento a las clases bajas argentinas – y el acercamiento recíproco – contrariaron a muchos nacionalistas. Las esperanzas nacionalistas se diluyeron rápidamente, y la ruptura con Perón se produjo “por la voluntad enfrentada de ambas partes”.
La presión derivada de la situación internacional proporcionó a Perón buenas oportunidades para fortalecer su posición, aunque deterioró todavía más la relación con los nacionalistas. Una serie de derrotas de las potencias del Eje en Europa, combinada con una constante presión del gobierno norteamericano – traducida en envíos de armas y otras concesiones a su aliado de guerra, Brasil, lo que causaba gran preocupación a los militares argentinos -, forzaron al gobierno de Ramírez a una reconsideración de su política exterior. Finalmente, el 26 de enero de 1944, la Argentina rompió relaciones diplomáticas con Alemania y Japón. Esta decisión produjo, inmediatamente, una nueva crisis en el gobierno militar. El GOU, que en septiembre de 1943 había presionado por el abandono de la neutralidad argentina, provocó la caída del presidente Ramírez; el 24 de febrero de 1944, el general Farrell asumía como nuevo presidente provisional, y cuatro días después, designaba a Perón para reemplazarlo interinamente en la cartera de Guerra. Perón intentó desempeñar un papel cuidadosamente ambiguo en estos sucesos. Para muchos integrantes de la corriente, Perón era – después de la ruptura con el Eje – un traidor a su causa.
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