La libertad de expresión
Enviado por KarenJV • 17 de Mayo de 2012 • Ensayo • 1.409 Palabras (6 Páginas) • 502 Visitas
algo decepcionada de su psicólogo. En cambio, los más jóvenes se limitaban a
reafirmarla: “Claro. Eso es así. No cabe duda. ¡Hay que desapegarse para no
sufrir!”
Equivocadamente, entendemos el desapego como dureza de corazón,
indiferencia o insensibilidad, y eso no es así. El desapego no es desamor, sino
una manera sana de relacionarse, cuyas premisas son: independencia, no
posesividad y no adicción. La persona no apegada (emancipada) es capaz de
controlar sus temores al abandono, no considera que deba destruir la propia
identidad en nombre del amor, pero tampoco promociona el egoísmo y la
deshonestidad. Desapegarse no es salir corriendo a buscar un sustituto
afectivo, volverse un ser carente de toda ética o instigar la promiscuidad. La
palabra libertad no asusta y por eso la censuramos.
Declararse afectivamente libre es promover afecto sin opresión, es
distanciarse en lo perjudicial y hacer contacto en la ternura. El individuo que
decide romper con la adicción a su pareja entiende que desligarse
psicológicamente no es fomentar la frialdad afectiva, porque la relación
interpersonal nos hace humanos (los sujetos “apegados al desapego” no son
libres, sino esquizoides). No podemos vivir sin afecto, nadie puede hacerlo pero
sí podemos amar sin esclavizarnos. Una cosa es defender el lazo afectivo y
otra muy distinta ahorcarse con él. El desapego no es más que una elección
que dice a gritos: el amor es ausencia de miedo.
Un adolescente que había decidido “desprenderse amando”, le envío una
carta a su novia contándole la noticia, la cual ella devolvió en una pequeña
bolsa de basura vuelta añicos. Cito a continuación un trozo de la misma: “… Si
estás a mi lado, me encanta, lo disfruto, me alegra, me exalta el espíritu; pero
si no estás, aunque lo resienta y me hagas falta, puedo seguir adelante. Igual
puedo disfrutar de una mañana de sol, mi plato preferido sigue siendo
apetecible (aunque como menos), no dejo de estudiar, mi vocación sigue en pie
y mis amigos me siguen atrayendo. Es verdad que algo me falta, que hay algo
de intranquilidad en mí, que te extraño, pero sigo, sigo y sigo. Me entristece,
pero no me deprimo. Puedo continuar haciéndose cargo de mí mismo, pese a
tu ausencia. Te amo, sabes que no te miento, pero esto no implica que no sea
capaz de sobrevivir sin ti. He aprendido que el desapego es independencia y
ésa es mi propuesta… No más actitudes posesivas y dominantes… Sin faltar a
nuestros principios, amémonos en libertad y sin miedo a ser lo que somos…”
¿Por qué nos ofendemos si el otro no se angustia con nuestra ausencia?
¿Por qué nos desconcierta tanto que nuestra pareja no sienta celos?
¿Realmente estamos preparados para una relación no dependiente? ¿Alguna
vez lo has intentado? ¿Estás dispuesto a correr el riesgo de no dominar, no
poseer y aprender a perder? ¿Alguna vez te has propuesto seriamente
enfrentar tus miedos y emprender la aventura de amar sin apegos, no como
algo teórico sino de hecho? Si es así, habrás descubierto que no existe
ninguna contradicción evidente entre ser dueño o dueña de tu propia vida y
amar a la persona que está a tu lado ¿verdad? No hay incompatibilidad entre
amar y amarse a uno mismo. Por el contrario, cuando ambas formas de afecto
se disocian y desequilibran, aparece la enfermedad mental. Si la unión afectiva
9 es saludable, la conciencia personal se expande y se multiplica en el acto de
amar. Es decir, trasciende sin desaparecer E.E. Cummings lo expresaba así:
“Amo mi cuerpo cuando está con tu cuerpo, es un cuerpo tan nuevo, de
superiores músculos y estremecidos nervios”.
El apego desgasta y enferma
Otra de las características del apego es el deterioro energético. Haciendo una
analogía con Las enseñanzas de don Juan, de Carlos Castañeda, podríamos
decir que el adicto afectivo no es precisamente “impecable” a la hora de
optimizar y utilizar su energía. Es un pesimismo “guerrero”. El sobregasto de un
amor dependiente tiene doble faz. Por un lado, el sujeto apegado hace un
despliegue impresionante de recursos para retener su fuente de gratificación.
Los activo-dependientes pueden volverse celosos e hipervigilantes, tener
ataques de ira, desarrollar patrones obsesivos de comportamiento, agredir
físicamente o llamar la atención de manera inadecuada, incluso mediante
atentados contra la propia vida. Los
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