La maquina para habitar
Enviado por GILDARDO ULISES PRADO GARCIA • 29 de Septiembre de 2017 • Resumen • 960 Palabras (4 Páginas) • 180 Visitas
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La máquina para habitar
Iván San Martín
Le Corbusier, promenades, Baltanás José, Editorial; GG, Barcelona, 2005
Las obras tienen en cuenta un orden cronológico que incorpora desde la primera obra, la villa Fallet, de 1905-1907, y la última, el pabellón Heidi Weber, finalizada dos años después de su fallecimiento en donde permite recorrer la propia evolución creadora de Le Corbusier a lo largo de su carrera profesional.
Villa Fallet
El carácter ornamental de las composiciones encadena sin interrupción diferentes motivos, a modo de estampado, continuo, recordando la alternativa percepción figura fondo enunciada en el marco de las teorías gestálticas por los psicólogos de la escuela de Viena.
En la villa fallet uno de los elementos constantes en el pensamiento y obra del arquitecto: su permanente interés por las formas naturales y, más concretamente, por los invariantes esenciales que en ellas subyacen. Ambas, geometría y naturaleza, coexistirán en un fructífero dialogo a lo largo de su trayectoria.
Villa stotzer, villa jaquemet
La geometría en esta villa ocupa un lugar esencial como elemento regulador y expresión de autonomía disciplinar que paulatinamente acabará superando la tradicional dependencia mimética de la obra con el lugar.
Ambas son percibidas con una claridad y autonomía volumétrica que parece no tanto buscar su integración orgánica con el contexto, sino más bien afirmar su singularidad, basándose en la elegancia de sus proporciones y una mayor contención de detalles ornamentales con respecto a la villa fallet. Las generosas secciones de los elementos estructurales, los rotundos contrafuertes y molduras visibles sobre todo en las caras laterales de ambas casas, el uso de losas de hormigón entre las paredes de carga o la cuidada geometría que ordena la secuencia de ventanas subrayan este interés por la renovación del lenguaje arquitectónico.
Villa Jeanneret-Perret
El recorrido desde el ingreso por el jardín hasta el plinto que sirve de base al edificio, no es lineal, sino que evoluciona, como cabía esperar, mediante sinuosos giros, en parte debido al acusado desnivel del terreno, en parte, también, para favorecer una aproximación menos directa, más pausada, buscando un dialogo que ingiere la simplicidad geométrica del edificio en su exuberante entorno natural. En este paso gradual del exterior al interior la fachada principal se impone a la visión, orientada al sur, con buenas vistas y óptimas condiciones de luz
Villa schwob
En la villa schwob se reconoce ya lo que será una invariante en la posterior arquitectura de le Corbusier, la dualidad, esa acusada contraposición de criterios de diseño perceptivamente exigentes y emocionalmente excitantes que haga de su arquitectura una experiencia siempre abierta a la interpretación, un laboratorio donde cristalicen influencias las más de las veces abstraídas de su contexto y función original, para incorporarles nuevos significados mediante su reinterpretación. Es el caso del opuesto tratamiento de las fachadas. La interior, que se abre al jardín, es acristalada y diáfana, mientras que la exterior, que da a la calle, es ciega y hermética. No obstante, el tratamiento de ambas, motivado por su orientación (cerrada la cara norte, más fría, abierta la cara sur, más cálida), están proporcionadas siguiendo el mismo sistema de líneas reguladoras, así llamadas por el arquitecto al conjunto de reglas de proporción que toman como referencia la sección áurea.
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