La posición de Мéxico después de la independencia en 1821

Cuando en 1821 se logró por fin la independencia de México se pensó que los problemas habían terminado, que el país estaba en condiciones de progresar y que los mexicanos podrían vivir en paz. Pero esto no iba a suceder así, ya que en los próximos años la nación pasaría por serias dificultades.

Después de once años de guerra México estaba en la ruina: habían muerto 600 mil personas (más de la mitad de los hombres que trabajaban, es decir, de su población económicamente activa), las tierras de cultivo estaban abandonadas, las minas habían dejado de producir metales preciosos, las industrias no tenían maquinaria ni materias primas, el comercio dentro y fuera del país prácticamente se había suspendido porque los caminos y puertos eran muy inseguros; el gobierno contaba con muy poco dinero para iniciar la recuperación del país porque casi nadie pagaba impuestos y tenía que pagar el sueldo a los miles de soldados que habían luchado en contra de los insurgentes.

Millones de indígenas y mestizos seguían viviendo en la pobreza y muy pocas personas gozaban de una vida digna.

Por si esto fuera poco, los nuevos dirigentes no lograban ponerse de acuerdo en la forma en la que México debía ser gobernado. Algunos deseaban que México fuera gobernado por un representante del rey de España y otros que tuviera un gobierno propio.

Además, muchos de los caudillos que habían participado en la Guerra de Independencia deseaban convertirse en reyes o presidentes del joven país y peleaban entre sí por el poder.

Las tres décadas que siguieron a la consumación de la independencia de México fueron muy difíciles e inestables: hubo un Imperio, se redactaron varias constituciones políticas, el país estuvo en guerra contra Francia y Estados Unidos, se perdió más de la mitad del territorio nacional, existieron 50 gobiernos (once de ellos encabezados por Santa Anna), los partidos políticos estuvieron en constante lucha y la situación económica era tan mala que tuvo que pedirse dinero prestado a otras naciones.

Así pues, lograda la independencia de México tenía que iniciarse una gran tarea: organizar al país para que se transformara en una nueva nación que ofreciera a todos los mexicanos no sólo los mismos derechos, sino también las mismas oportunidades.

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