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Lado Oculto Presidente Mora


Enviado por   •  1 de Marzo de 2013  •  2.671 Palabras (11 Páginas)  •  2.758 Visitas

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PRÓLOGO DE LA OBRA: EL LADO OCULTO DEL PRESIDENTE MORA, de Amando Vargas

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Prólogo ¿Y tú, qué hiciste? La excelente obra de Armando Vargas Araya que aquí se presenta, El lado oculto del Presidente Mora, constituye una revisión profunda y sustantiva del hecho más relevante que registra la historia republicana de Costa Rica hasta el día de hoy. Su investigación, sin embargo, nos brinda mucho más que eso, ya que constituye un gran hito divisorio entre, de un lado, la desidia interesada, la mediatización calculada y la subestimación deliberada de un pasado en que se nos maleducó, minimizando los alcances y la significación de los acontecimientos; y, de otro, la nueva, urgente y justa revaloración de esos hechos, inevitablemente apasionada, moralmente vibrante y –lo mejor de todo– históricamente comprobada, que debe marcar, a partir de esta investigación, el nuevo enfoque y la moderna comprensión de esa gran gesta liberadora de 1856 y de la figura señera del Presidente Juan Rafael Mora. En una nación campesina como la nuestra, modesta, inclinada hacia el término medio, además de temerosa de todo posible exceso, quizá el uso tan definido y explícito de estos términos radicales pueda parecer extremo. Pero estoy seguro de que no lo es, porque su radicalismo reside, a lo sumo, en el abordaje de los problemas desde su raíz. Por ello esta obra demuestra, hasta la saciedad, que lo que hasta ahora se acalló y mediatizó fue el enorme eco histórico de aquellas gloriosas batallas libradas por el Ejército Nacional costarricense, sostenidas no solo para liberar a Nicaragua del yugo esclavista del aventurero William Walker, sino para «trazarle la línea sur» –como bien dice el autor– a las pretensiones expansivas del imperialista destino manifiesto de Estados Unidos, que ya había cercenado México y apoderádose de la California. Por razones que se adivinan bien calculadas, como analizaré más adelante, durante décadas se subvaloró y hasta aldeanizó la histórica y brillante conducción política de la gesta antifilibustera del Presidente Mora, la cual, malévolamente, se redujo y opacó hasta hoy, por medio de semiverdades y mentiras enteras. Pero ahora resulta que la verdadera dimensión histórico-política de aquellos combates fue tan grande, que don Armando, hurgando aquí y allá y encontrando en todas partes documentación y testimonios, ha logrado demostrar, prolijamente, que la gran obra de Mora no se limitó a triunfar en las heroicas batallas de Santa Rosa, Rivas y el Tránsito, sino que constituye una hazaña que se proyecta mucho más allá del istmo y marcó el destino y la ruta a la inmensa geografía hispanoamericana. Tanto así, que fue a partir de este momento en que ese horizonte histórico-geográfico recibió su nuevo nombre de América Latina, que en su concepto y dimensión actuales –inexistente hasta entonces–, emerge incontenible al amparo de la gesta libertadora costarricense en Nicaragua, gracias a un bardo colombiano que, admirado con ella, lo consagró en un poema suyo, por cierto escrito en el digno marco de la Venecia que pintara il Canaletto, su paisajista por excelencia. El libro se mueve

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simultáneamente en varios registros y niveles que se unen, se separan, se interpenetran y condicionan recíprocamente y los cuales, bueno es decirlo, el autor combina con maestría, soltura y solvencia intelectual e investigativa de la más alta calificación. El nivel más obvio e inmediato es el local y centroamericano. Pero la investigación es tan amplia y profunda, que inevitable y naturalmente se asciende a un contexto mucho mayor, comenzando con los acontecimientos que, ya en ese momento, se precipitan al interior de Estados Unidos. Son los instantes en que, como en la trama de una tragedia griega, se perfila la Guerra de Secesión y la lucha contra la esclavitud. Pero las conexiones no acaban allí. Porque con una envidiable noción y manejo de los contextos históricos, el estudio continúa con las complejas y contradictorias relaciones y vínculos de la naciente y avasalladora potencia con Hispanoamérica –a la que, como lo recuerda el autor, Hegel le vaticinara su futuro ya en 1822–, en el inicio de un proceso que, comenzando con la doctrina Monroe, empiezan a afinarse las líneas maestras de su destino ulterior. El gigante prueba y ensaya en su política exterior –dando origen, en su momento, al destino manifiesto, la Big Stick policy, la Dollar diplomacy, la Good Neighbour policy, etc.– Es de aquí de donde surge el problema de sus relaciones con las grandes potencias europeas, en particular con Inglaterra, Francia, la euroasiática Turquía, de un lado, y Rusia de otro, muy en particular en este período, cuando se produce la aparentemente lejana y ajena Guerra de Crimea, que ocupa los años de 1853 a 1856. La Guerra de Crimea, nos lo recuerda el autor, además de ser la primera donde se utilizó el telégrafo para la corresponsalía de guerra y emergió la figura de Florence Nightingale y el cuidado de heridos y prisioneros, versó sobre el control del Mar Negro y el tema clave de las rutas comerciales existentes –¿y qué otra cosa era para todos ellos el istmo centroamericano y el Mar Caribe?–. Con ello, pues, se dio un tiempo, ignorado hasta hoy, en que el camino de la historia de Centroamérica pasó por la lejana Crimea. Porque mientras las viejas potencias coloniales se veían con las manos atadas allá, el joven y pujante imperio tenía sueltas las suyas aquí. Eso le brindó un tiempo precioso, un cierto retardo ventajoso para sí, que retrasaba la llegada de respetables fragatas inglesas y francesas, que después pulularon en San Juan del Sur y en Greytown, como la Orion de 91 cañones, Arrogant, con 47 cañones, Victor, Intrepid, Pioneer y Hermes, con seis cañones cada una, Imperiéuse, Cossack y Tartar, con veinte cañones cada una, Archer con 13 cañones, Eurydice con 26 cañones, etc. Así, con su titánica labor, el Presidente Mora también resultó defendiendo el derecho a existir de una pequeña nación en medio de un choque de gigantes, a los que solo les preocupaban las vías de comunicación, el control del istmo, sus zonas de influencia y la eventualidad de un futuro canal interoceánico. Suerte grande que esto fue ayer y no hoy, porque en la actualidad no parecería hallar respuesta la pregunta de Omar Dengo sobre adónde estaba el Presidente Mora que marcara el rumbo de nuestra responsabilidad histórica. La guerra contra los filibusteros jefeados por Walker revivió en la región los viejos ecos del proyecto de unión bolivariana, de cara a unos Estados Unidos de América inevitablemente expansivos, pero resultó no solo contemporánea con la Guerra de Crimea –como simple cuestión de calendario–, sino que mantuvo con ella una relación tan profunda

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