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Las Nuevas Formas De Sociabilidad De La Elite Porteña, 1800-1860


Enviado por   •  22 de Octubre de 2014  •  2.529 Palabras (11 Páginas)  •  461 Visitas

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Un hecho central plasmo el carácter de la vida social y cultural del Rio de la Plata en la primera mitad del siglo XIX: la Revolución. La transformación social y política impulsada por la misma conmovió la vida privada tanto como la pública. Lo público tendió a fagocitarse lo privado, reduciéndolo a un espacio mínimo de la experiencia individual y colectiva. En un movimiento progresivo que hallaría dos instancias de plenitud alternativas –aquellas propuestas por los seguidores del régimen rosista, y aquella otra impulsada por los jóvenes miembros de la Generación del´37 en su fase “socialista” y facciosa-, los valores que sustentaban los comportamientos pertenecientes al ámbito de lo privado tendieron a fundirse con los valores republicanos y partidistas. El espacio de lo privado experimento en el Rio de la Plata en aquella época una suerte de eclipse parcial.

Todos los ámbitos de la vida privada –desde perspectivas de las elites- parecían sucumbir ante la movilización política permanente que había desencadenado la Revolución. Esta movilización política alcanzo a las mujeres, socavando así la intimidad burgués. La participación de las matronas en la política de facciones provoco una transformación en las casas de familia.

Por otro lado, la experiencia social y cultural de la elite estuvo progresivamente marcada por la expansión de la sociedad de mercado, que tendió a consolidar ámbitos de la vida social que se suponían claramente demarcados de aquellos que conformaban el espacio de lo público. En la etapa rivadaviana se registraría el comienzo de la articulación de un denso entramado de asociaciones “privadas”, cuya acción debía definir un espacio intermedio entre el Estado y la sociedad. Los publicistas rivadavianos suponían que en esas asociaciones deberían desenvolverse con más vigor la actividad autónoma de los individuos, quienes, al hacerse cargo de funciones hasta entonces reservadas al Estado, contribuían a cimentar la esfera privada. Sucesivas nuevas formas de sociabilidad representarían el medio predilecto por el cual la elite rioplatense buscaría, insistentemente, hallar alguna solución a ese conundrum revolucionario.

De la vieja a la nueva elite

Rotos los lazos que vinculaban el Virreinato del Rio de la Plata con España, la reconfiguración de las relaciones de poder que la creación de un nuevo Estado imponía necesariamente modificó también el carácter y las funciones de la elite local. La revolución había instaurado un proyecto político apoyado en un conjunto de ideologemas radicalmente opuesto a los de la sociedad colonial. Entre los más significativos se hallaban la postulación de un conjunto de derechos básicos que pertenecían naturalmente a los individuos.

En la creencia de la mayoría de la población, la pertenencia a la elite dependía ahora fundamentalmente de la posesión de algún merito individual reconocido por los demás miembros de la sociedad como la acumulación de riquezas, de capital social y/o de poder. Pero el merito al que se aludía con mayor frecuencia tendió a ser fundamentalmente político.

Así como la característica predominante en la década revolucionaria había sido la inestabilidad y las transformaciones repentinas y efímeras, aquello que se perfilaría cada vez con mayor nitidez en los lustros siguientes a la “anarquía del año 20” seria a progresiva estabilización de esa elite. Esa creciente consolidación no se produjo sin despertar recelos y resistencias entre la masa de la población, y en especial, ente los pobladores menos pudientes de la campaña, los orilleros, los mulatos, los libros, los antiguos “castas”. Estos mostrarían en los tiempos sucesivos una predisposición demasiado rápida a responder a los discursos que en un lenguaje republicano y populista retrataban la ilegitimidad de esa elite y sus privilegios. La nueva elite se hallaría obligada a asumir una doble tarea: la de su propia constitución y la de legitimar esa constitución en un ámbito que no le era necesariamente propicio

Nueva sociedad

Las practicas de sociabilidad y los principios sobre los que se asentaban, adquirieron una importancia creciente para la nueva elite porteña en los años 20 y 30. Dos tópicos recurrentes dominarían esta situación: uno de ellos relativo a las condiciones constitutivas de la propia elite y de su lugar en la sociedad recién “emancipada” (“problemática ilustrada”); el otro anclado más bien en el imaginario social protoliberal de la época y que refería a la sociedad en su conjunto (“problemática contractualista”)

Los publicistas le pedían al Estado que interviniera sobre la sociedad creando por ley aquellos espacios que la sociedad mostraba ser incapaz de crear por sí sola. La conclusión más radical era que la vida argentina habría sido retrotraída a una situación enteramente asocial. La promoción de la sociabilidad de los sectores de la elite se presentaba como una de las tareas más urgentes que debería resolver el Estado, y de cuya resolución dependiera la supervivencia misma de una sociedad independiente en el Rio de la Plata.

Aquellas manifestaciones de sociabilidad en las cuales los miembros de la elite se reconocían mutuamente como tales siguieron correspondiendo en líneas generales a cinco grandes zonas de la experiencia social y cultural rioplatense: 1) la sociabilidad domestica y semiprivada, 2) los espectáculos públicos y el uso de los espacios de esparcimiento urbanos, 3) la interacción semipública de los cafés, 4) la actividad “corporativa, y 5) el nuevo marco de las asociaciones políticas o semipoliticas sumergida como parte del proceso inaugurado por la Revolución. Las dos primeras corresponden al universo de la experiencia “privada”, cuya dinámica de desarrollo no debió variar demasiado en el pasaje del Antiguo Régimen a la Republica. Los tres últimos ítems, en cambio, pertenecen a una esfera de la experiencia marcada visiblemente por las transformaciones sociopolíticas inauguradas por la Revolución: el tipo de cambio producido en ellas respondería más a la implementación progresiva de nuevos procesos sociales y político.

Sociabilidades domesticas y círculos privados

El ámbito de sociabilidad por excelencia de la elite rioplatense fue el espacio interior del propio hogar, antes y después de la Revolución. Los miembros de aquella elite participaban de los placeres cuestionables de la vida domestica. Algunos hogares porteños contaban con más de cincuenta personas.

En el interior del hogar de elite se articulaban redes sociales muy complejas que incidirían luego sobre la vida comercial o política de la ciudad; sin embargo ese hogar era considerado un ámbito eminentemente privado, un espacio “sagrado” que debía estar al resguardo de los peligros

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