Las Opciones Politicas En El Estado Liberal Mexicano 1853-1910

n casi todos los países civilizados la política y la administración no están reñidas ni son excluyentes. Es más, el éxito político normalmente se asocia con una buena administración. Los niveles de desempeño de los gobiernos son un parámetro de evaluación de los ciudadanos para emitir su voto. En el nuestro, sin embargo, las cosas transitan por senderos diferentes. Los ecos porfirianos de ese dilema en el que se debe optar por una cosa o la otra, nos han llevado a asumir de forma acrítica que la política puede y debe ejercerse a espaldas de una buena administración. Además, de manera bastante ingenua hemos supuesto que la simple democratización del sistema político, implicaría una modernización y una moralización del aparato administrativo. Ya es tiempo de reconocer que un sistema democrático es condición necesaria, pero no suficiente para modernizar un país. La democracia en México no ha ubicado la calidad institucional como una de sus prioridades. Lo ha escrito con lucidez Ugo Pipitone: no existe país en el mundo, comparable con México, que tenga una calidad institucional tan baja. Pocos son los cuerpos de administración pública que alcanzan niveles de desempeño razonables. La expectativa del ciudadano medio es que, de entrada, el sistema funcionará mal. Empezando por las policías y los reguladores de aeronáutica civil, pasando por aquellos que “planean” las obras públicas, la expectativa es siempre baja.

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