Las Reformas Borbónicas en Hispanoamérica durante el siglo XVIII
Lio DiehlMonografía22 de Marzo de 2023
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Julio del 2020
ACTIVIDAD DE PROMOCIÓN
Las Reformas Borbónicas en Hispanoamérica durante el siglo XVIII: una monografía de compilación
1. Introducción
El presente trabajo tiene como finalidad ser una compilación de los principales textos y aportes existentes sobre las Reformas Borbónicas durante el siglo XVIII en el territorio hispanoamericano, a modo de síntesis de lo dicho tanto por diversos investigadores como la historiografía a la que adscriben. Cabe mencionar que este trabajo no se propone añadir una información de mano propia más allá de las conclusiones resultantes del proceso de unión del aporte de diversos enfoques teórico-metodológicos para explicar el reformismo imperial de la casa de los Borbones.
Durante toda la segunda mitad del siglo XVIII la corona española pondría en marcha una serie de reformas políticas, administrativas, fiscales, económicas, militares y eclesiásticas de amplio espectro cuyas relevancias, cambios y consecuencias marcarían el consiguiente proceso independentista del XIX y la conformación de los estados nacionales a principios de esa centuria.
Ahora bien, explicitado el tema del trabajo, cabe preguntarse como problema de investigación acerca del impacto efectivo de la injerencia real sobre los territorios americanos a través de las reformas, por lo que la pregunta que guía este trabajo es ¿Cuál fue el impacto real y el saldo del reformismo borbónico, atendiendo a un territorio extenso, constituido en diferentes cuerpos de administración territorial, étnicamente diverso, socialmente jerarquizado y con una articulación económica diferenciada en la relación metrópoli-colonias?
Como para llevar adelante respuesta a esta incógnita se han recuperado los trabajos de diversos investigadores en historia, y esos mismos trabajos se corresponden a su vez con géneros literarios distintos (obras completas con un análisis más sintético, artículos de investigación que profundizan en temas específicos) nuestra pregunta previa tiene la función de ser, no un objetivo específico sino una guía, un potenciador y recurso operativo para visualizar el impacto real del reformismo borbónico en el espacio americano.
Es por estas razones que el trabajo se articulará en una serie de subtítulos pertenecientes al desarrollo del mismo, incorporando las principales esferas de análisis que trabajan los autores para comprender el reformismo borbónico (militar, económica, social, cultural, etc.) pero en relación a los cambios de paradigma de pensamiento de época que generó la ilustración en la concepción del poder, el status, la ciudadanía, entre otros, en el contexto internacional europeo, que afectaron el mundo americano.
Esta metodología de trabajo tiene sentido ya que creemos que el aporte de los diversos autores se puede complementar y poner en diálogo, gracias al trabajo que desde finales del siglo XX viene desarrollando la Historia Política para explicar a las sociedades americanas del Antiguo Régimen en relación con la llegada de la Modernidad. Efectivamente, las transformaciones del escenario internacional de fines del siglo XX y principios XXI se relacionan con los cambios de paradigma para entender la emergencia del estado-nación moderno y nos permiten, en palabras de Pérez Herrero, “Entender el antiguo régimen americano en su completa alteridad” pero también en conflicto con los albores de de la ilustración y la modernidad.
En conclusión, el trabajo se piensa como la síntesis y la articulación de una temática general (el impacto del reformismo borbónico) a todo el espacio americano, por lo que no se realizará un análisis específico de las reformas por cada región en separado, trabajo que requiere de mayor extensión y mayor amplitud bibliográfica.
2. Desarrollo
2.1 El paradigma de pensamiento que posibilitó la empresa reformadora imperial y transformó las relaciones del pacto colonial entre la península y las Indias: la Ilustración
Antes de la llegada al trono de los Borbones, los Austrias habían sustentado el equilibrio de su estado colonial a través del conocido pacto colonial que, según los autores, condicionó las relaciones entre gobernantes y gobernados durante el Antiguo Régimen. Este sistema estaba caracterizado por una gran flexibilidad que respondía a la búsqueda de conciliar los intereses entre la monarquía, los cuerpos que la componían y aquéllos unidades corporativas (como los cabildos americanos) con los que se interrelacionaba. Así, siguiendo a Gelman (2000) las relaciones entre “las autoridades metropolitanas y los factores de poder local (las elites)” (p. 254) estaban marcadas por una “matriz filosófica” donde el origen del poder de la monarquía poseía limitaciones en función de garantizar el buen gobierno de los territorios (esto es, garantizar la justicia: dar a cada uno lo que le correspondía), que obligaban a ésta a promover el consenso y la negociación con los subordinados.
Este sistema, caracterizado por el “se acata pero no se cumple” (debido a la posibilidad de elevar reclamos a la monarquía en función de un gobierno considerado injusto) lejos de ser contradictorio, fungía como sostén del equilibrio de gobierno entre la metrópoli y sus territorios de ultramar, pero además, entre los actores que componían a estos territorios: bien menciona Lynch (2004), la “estructura de poder tripartita en América, donde el dominio español descansaba en un equilibrio entre la administración, la Iglesia, y las elites locales” (p. 303) que se vio trastocado con las nuevas normativas. Es que, con la asunción de Carlos III al trono español, mayor exponente reformista, se sustituyó este carácter pactista debido a la voluntad de instaurar un nuevo orden político. Así, “el regalismo de nuevo cuño que quería sustituir a la figura del monarca pactista con otra que tuviera la apariencia de una pura voluntad soberana” (Morelli, 2008, p. 10) e, invariablemente, las relaciones entre la metrópoli y los territorios americanos cambiaron no solamente en sus prácticas, sino también en sus legitimaciones discursivas.
Pero, ¿Cuál era la nueva matriz filosófica que promovía la empresa imperial? La ilustración: la modernidad política que, según Guerra (1992), se comienza a configurar en el XVIII a partir del pensamiento ilustrado incorporado por las monarquías europeas en el conocido despotismo ilustrado, que fungió como el sustrato filosófico-político de las Reformas Borbónicas.
Las características de la modernidad absolutista consistían en la fe en la ciencia, la técnica, la contabilidad, el progreso, la burocracia, la profesionalización y la razón (entre otras) como fundamentos que sustentaban la concentración del poder llevada adelante por los funcionaros reales. Como el poder no se comparte, hablamos de despotismo ilustrado, de la concentración del poder absoluto en un monarca y una casa real, totalmente antipactista. El problema era que este “absolutismo monárquico estaba ciertamente en ruptura con el imaginario social y las doctrinas políticas tradicionales” (Guerra, 1992, p. 76) que habían caracterizado el viejo pacto colonial, por lo que las resistencias y el conflicto no se hicieron esperar.
La ruptura de este pacto condicionó la emergencia de nociones antagónicas que Carlos Garriga aporta desde el derecho moderno, a saber: "patrias criollas" y "plazas militares". Según Carlos, hasta bien entrado el siglo XVIII la organización jurisdiccional desarrollada en las américas estaba basada en un "pluralismo institucional [...] resultado directo de la concepción corporativa de la sociedad" (Garriga, 2009, p. 11), en el cual existían varias ciudades entendidas como repúblicas (la cursiva es mía) dotadas de poder. Esta amplia existencia de potestades y cuotas de autonomía chocarían directamente con los proyectos de los monarcas de la dinastía Borbón, cuya serie de reformas tenía como fin acabar con el autogobierno corporativo, logrando una centralización del poder que acabe con el "obedézcase, pero no se cumpla" (Garriga, 2009, p. 25), en referencia al carácter de negociación y búsqueda de equilibrio a través de los cuales eran solucionados los conflictos entre la Corona y los cuerpos territoriales hispanoamericanos, muestra de la poca efectividad de los mandatos reales.
Este pensamiento ilustrado también puso en entredicho el origen y la concepción del poder: mientras teóricos como Locke y Hobbes sostenían que este emanaba del pacto social entre individuos, es decir, la fuente de la delegación provenía de las propias personas (lo que era algo completamente nuevo); Bossuet proponía que este se fundaba en el poder omnímodo del rey, investido por Dios mismo. Es por ello que el estado español adscribía en esta segunda concepción, legitimando la “exaltación del poder omnímodo del soberano [...] a la par de una exaltación de la monarquía como régimen ideal” (Guerra, 1992, p. 10).
Sin embargo, estos cambios en el paradigma de pensamiento no podrían cambiar tan fácilmente las estructuras mentales de la época e instaurarse en el territorio americano sin más (como veremos a lo largo del trabajo), y para finales del siglo XVIII a lo que se asistirá es, según Halperin Dongui (1985), a la creación de un “orden nuevo [...] marcado por incongruencias y desequilibrios vistos como amenazas a cualquier estabilidad” (p. 11) que diferenció a la América española de la americana. Esto tiene sentido si se considera que quienes defendieron las glorias de nueva nación ilustrada sostuvieron una imagen utilitaria de América: el Nuevo Mundo servía de referencia sólo para mostrar la potencia expansiva de España y su aporte significativo a la civilización.
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