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Las tres religiones abrahánicas


Enviado por   •  12 de Febrero de 2017  •  Informe  •  5.070 Palabras (21 Páginas)  •  334 Visitas

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Las tres religiones abrahánicas

Transformaciones históricas — retos actuales

Hans Küng

I. El centro y fundamento permanente

II. Transformaciones y retos que hacen época

III. Consecuencias para el presente y el futuro


En la actualidad, todos corremos peligro de dejarnos anegar por los caudalosos ríos de información que llegan hasta nosotros, perdiendo con ello la orientación. Incluso de vez en cuando se oye decir a los estudiosos de la religión que, en su disciplina, los árboles apenas permiten ver ya el bosque. Y así, por ejemplo en sociología, hay quienes se dedican a microestudios y no están dispuestos a –o quizá no se hallan en condiciones de– tomar en consideración contextos más amplios. Para comprender los cambios que acontecen son necesarias también nuevas categorías.

        Voy a intentar ofrecerles una cierta orientación general sobre las tres religiones abrahánicas: judaísmo, cristianismo e islam. Por eso, sin más preámbulos, entro ya en materia. Me gustaría abordar tres bloques de preguntas: I. El centro y fundamento permanente: lo que debe ser conservado a toda costa. II. Transformaciones que hacen época: lo que puede cambiar. III. Retos actuales: lo que se impone como tarea.

I. El centro y fundamento permanente

¿Qué es lo que debe ser conservado en cada una de nuestras religiones, qué es lo que debe ser salvaguardado a toda costa? En las tres religiones proféticas existen posiciones extremas. Unos dicen: «No hay que conservar nada», mientras que otros afirman: «Hay que conservarlo todo»:

«Nada» debe ser conservado, dicen los cristianos secularizados por completo: no creen en Dios ni en el Hijo de Dios, ignoran a la Iglesia y prescinden de sermones y sacramentos...

        En el mejor de los casos, estiman la herencia cultural del cristianismo: las catedrales, la música de Johann Sebastian Bach o la estética de la liturgia ortodoxa. E incluso, paradójicamente, valoran al Papa en cuanto pilar del orden establecido. Aunque, como es obvio, rechazan de pleno para sí mismos la moral sexual que enseña y el autoritarismo que acompaña a su figura.

«Nada» debe ser conservado, dicen también los judíos secularizados por completo: no les importa el Dios de Abrahán y de los padres, no creen en sus promesas, ignoran las oraciones y ritos de la sinagoga y se mofan de los ultraortodoxos.

        En muchos casos, han encontrado una religión sucedánea en lugar de su judaísmo vacío: el Estado de Israel y la invocación del Holocausto. La cual, al fin y al cabo, proporciona a los judíos secularizados una identidad y solidaridad judía, aunque no pocas veces también parece justificar el desaprensivo terrorismo de Estado contra los no judíos.

«Nada» debe ser conservado, dicen también, por último, los musulmanes secularizados por completo: no creen en un Dios, no leen el Corán, no tienen a Mahoma por profeta, no dan importancia a los cinco pilares del islam y rechazan rotundamente la sharia.

        En el mejor de los casos, el islam —vaciado, desde luego, de contenido religioso— sirve como instrumento para promover el islamismo político, el arabismo o el nacionalismo.

        Es comprensible que, como reacción a este eslogan de «no conservar nada», el llamamiento contrario rece: «conservarlo todo». Todo debe permanecer como es y como supuestamente siempre ha sido:

— «Del excelso edificio dogmático del catolicismo no se puede extraer ningún sillar, pues el todo se tambalearía», proclaman los integristas católico-romanos al tiempo que descalifican la Reforma y la Ilustración como «deshelenización».

— «No se puede dejar de lado ninguna palabra de la halajá, pues cada una de esas palabras refleja la voluntad del Señor (Adonai)», protestan los ultraortodoxos judíos.

— «No se puede ignorar ninguna aleya del Corán, pues todas y cada una de ellas son, de manera igualmente directa, Palabra de Dios», insisten muchos musulmanes islamistas.

        Así las cosas, son inevitables conflictos por doquiera, no sólo entre las tres religiones, sino sobre todo dentro de cada una de ellas, siempre que estas posiciones sean defendidas de forma combativa o agresiva: con frecuencia, las posiciones extremas se enardecen y radicalizan mutuamente. «Les extrêmes se touchent!»

        Pero tranquilos: la realidad no es tan sombría. Pues, en la mayor parte de los países, las posiciones extremas no son mayoritarias, a menos que se vean favorecidas precisamente por factores políticos, económicos o sociales. Todavía sigue existiendo un número considerable —mayor o menor según el país y la época— de judíos, cristianos y musulmanes que, a pesar de que a menudo viven su religión con indiferencia, apatía o ignorancia, de ningún modo desean abandonar de medio a medio su fe y su vida judías, cristianas o musulmanas. Pero, por otra parte, tampoco están dispuestos a conservarlas inalteradas: no están dispuestos a tragarse el conjunto de los dogmas helenísticos y las doctrinas morales de Roma, si son católicos; ni a aceptar literalmente hasta la última frase de la Biblia, si son protestantes; ni a atenerse en todo a la halajá, si son judíos; ni a observar al pie de la letra la totalidad de los preceptos de la sharia, si son musulmanes.

        Sea como fuere: si, en vez de considerar cualesquiera manifestaciones y expresiones históricas posteriores, se dirige la atención a los documentos primitivos, a los testimonios originarios, a las «Escrituras sagradas» de las diferentes religiones —la Biblia hebrea, el Nuevo Testamento y el Corán—, no cabe duda alguna de que lo «permanente» (lo que ha de permanecer) en cada una de las religiones no es idéntico sin más a lo «existente» (lo que existe en la actualidad). También se echa de ver que lo que constituye el «núcleo», la «sustancia», la «esencia» de cada religión viene determinada por sus «Escrituras sagradas». Así pues, lo que aquí se plantea es una pregunta del todo práctica: en nuestras religiones, en cada una de nuestras religiones, ¿qué debe ser considerado como lo permanentemente válido y siempre vinculante? ¡No todo tiene que ser conservado, pero sí la sustancia de la fe, el centro y fundamento de la respectiva religión, su Escritura sagrada, su fe! Preguntémonoslo ahora en concreto, aunque la respuesta no pueda ser más que esbozada con suma concisión.

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