Leyendas De San Cristobal
Enviado por aurora0995 • 25 de Mayo de 2014 • 2.290 Palabras (10 Páginas) • 606 Visitas
LEYENDAS: La extraña misa del Carmen.
Hace varios siglos, en el pueblo de San Cristóbal de las Casas vivía una respetable mujer, la viuda María Josefina, que desde el momento en que falleció su esposo había dedicado una parte de su cuantiosa fortuna a ayudar a los desamparados; era una mujer muy querida en San Cristóbal, siempre solidaria, bondadosa y cariñosa con todo el que se acercara a ella.
Entre sus múltiples actividades diarias, María Josefina acostumbraba asistir a misa de cinco y todas las mañanas, sin dar oportunidad de que saliera el sol, la viuda llegaba puntualmente a la Iglesia del Carmen, el templo más respetado y admirado de la población, a donde los fieles, devotos como ella, asistían cada día a escuchar la palabra del señor.
Échale ganas mujercita que este asunto de la chamba siempre tiene sus complicaciones… yo ando con la misma impotencia de la semana pasada pero aun así hay que darle, sea lo que sea estoy aprendiendo no? y eso es lo importante. Ah! Recuérdame contarte unas sospechas que tengo de aquí de mi trabajo… obvio no te lo puedo comentar desde aquí porque no vaya a ser que alguien pase y lea un cachito de lo que te ponga y….ssss se pondría muy interesante el asunto… bueno más bien creo que pasaría de interesante a incómodo y la neta es que es mejor que luego te cuente.
Me cayó bien Mauricio, es alivianado, ya te diré mi idea de él pero se ve buen chavo… algo chistoso, no sé
La nobleza de Doña María Josefina la hacía considerada y nunca hacía sonido alguno que pudiera despertar a su criado para abrirle la perta a tan tempranas horas del día; lo sabía anciano, débil y enfermo y prefería ella abrir y cerrar la puerta. Al regresar de su diaria e impostergable misa, María Josefina tenía esperándola un exquisito café caliente y unos panecillos para acompañar, después del desayuno continuaba su rutina para mantener la casa impecable y a los desamparados atendidos.
En una ocasión, Maria Josefa despertó por las campanadas de la iglesia que llamaban a todos sus fieles. Preocupada por su rastrazo se apresuro, sin permitir que su prisa provocara un ruido que despertada a su fiel y anciano criado.
La viuda caminó apresuradamente por las calles obscuras de San Cristóbal, llevaba su rosario y su Biblia bien agarrados de la mano y su paso veloz se hacía notar con ritmo en las banquetas del pueblo.
Al momento de llegar al templo, tomó su acostumbrado lugar, apartado pero frente al altar principal, especialmente escogido para atender misa sin distracciones ni intromisiones. Como todos los días Doña María Josefina comenzó a leer su Biblia, esperando a que la misa comenzara pero había un silencio inexplicable que le hizo parar su lectura y levantar su cabeza para ver al resto del templo. Al momento de incorporarse se dio cuenta que todos los fieles estaban sentado mucho más adelante que ella y entro en pánico al percatarse que todos los presentes no tenían cabeza.
María Josefina no supo cómo reaccionar, dio un gemido ahogado y vio que el padre que comenzaba a oficiar misa también estaba degollado. Sus piernas no reaccionaban, su respiración se había detenido y su mente había quedado estupefacta. De repente sintió que una mano que le apretaba el hombro, con terror desenfrenado, decidió voltear a ver quién estaba detrás de ella. Recorrió el habito del personaje y comenzó a tranquilizarse al ver que era un fraile pero al momento de terminar de recorrer el cuerpo, se dio cuenta que el religioso tampoco tenía cabeza, mientas éste le decía: “hija mía, esta no es una misa para los vivos, es para los difuntos”.
María Josefina no sólo tuvo fuerzas para sentir levemente con la cabeza y con un esfuerzo desmesurado caminó hacia a fuera del templo. Su cuerpo se sentía pesado, por más que quería huir de ese lugar no era capaz de acelerar el paso. Después de un inmenso esfuerzo logro regresar a su casa y mientras abría la puerta, comenzaron a sonar las campanadas de la iglesia, indicando que era la medianoche.
Desde ese momento, cualquiera que se atreva a pasar a las 12 de la noche por la Iglesia del Carmen, teme entrar al templo, porque se dice que aún se oficia una misa para todos los difuntos que aún en el otro mundo asisten fieles a este templo de Dios en San Cristóbal de las Casas.
MITO: “EL TAXISTA”
Lo que aquí se narra, ocurrió recientemente, quizá de esta fecha a unos 25 o 30 años atrás. Este fue un caso sorprendente en el que aseguran, les costó la vida a un taxista a quien llamaremos Pedro, porque sus familiares nos pidieron no mencionar su nombre real.
Nuestro relato empieza cuando comienza un día cualquiera para un manejador y propietario de un coche de alquiler, de un “carro cerrado” o de un “turismo”, como se le solía llamar a los taxis hasta no hace mucho aquí en San Cristóbal, Dicen que ese día, muy de mañana se le acercaron a Pedro, que estaba limpiando su unidad, dos señoras con sendos ramos de flores y le pidieron que las llevara al panteón de la localidad. Las mujeres subieron al coche y se hizo el rápido viaje de no más de cinco minutos. Se Cree que como a las 7 de la mañana, y casi para enfilarse de nuevo a la ciudad, Pedro se sobresaltó, cuando una voz en la parte posterior del coche, le ordenó que la llevara al centro de la ciudad. Intrigado en la forma en que había subido la mujer al coche, mientras va circulando por el zócalo de San Cristóbal, no deja de ver por el espejo retrovisor a aquella mujer que cubre su blanco rostro detrás de un velo negro. Al llegar a la altura del templo de Nuestra Señora de La Merced, la mujer ordena al taxista a pararse y le dice que la espere. Baja del coche y Pedro se da cuenta del bien delineado cuerpo de la mujer que se dibuja en un entallado vestido negro. Es alta, blanca y se adivina tras del velo que cubre su rostro, sus bellas facciones. La mujer tarda un rato en el interior del templo y después, en vez de subir al carro, hace señas al taxista para que siga esperándola y ella va hacia el templo del Calvario. Un rato después, la mujer regresa y se introduce de nuevo al carro, ordena ir al barrio de Guadalupe y hace lo mismo. Baja del carro y entra al templo, para salir un rato después y ordenar que la lleve a otro barrio, para visitar otro templo.
Así pasan las horas y el día se va muriendo, finalmente, ya que han visitado todos
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