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Leyendas Ecuatorianas


Enviado por   •  25 de Abril de 2015  •  2.366 Palabras (10 Páginas)  •  351 Visitas

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Leyenda tsáchila del Achiote y del Huito (Wituk)

El origen del achiote

En tiempos muy antiguos, luego que surgió el arco iris sobre los cerros, aparecieron en la Amazonia dos mujeres jóvenes de extraordinaria belleza: eran las vírgenes de la selva. Launa de cabellos rojos y su compañera dé pelo negro azabache, recorrían los bosques en busca de novio. Un día se encontraron con el gavilán Tijera Hanga, espíritu del hombre cazador, que tenía a su morada al interior de la montaña. El ave rapaz se puso a conversar con las sumak warmis (mujeres hermosas) que cedieron antes sus lisonjas y accedieron a ir a su casa en el gran ceibo milenario.

Tijera Hanga les dijo que para que no se pierdan del camino pondrían señales con plumas de su cola. Mas, escondido tras un viejo tronco, otro cazador muy malo escuchaba la conversación: se trataba nada menos que del Apangura Puma (puma sucio), un animal apestoso que andaba comiendo cangrejos, El Apangura Puma se adelantó por el bosque y tomando las plumas dejadas por el gavilán, las cambio con dirección a su guarida. Las jóvenes no dudaron en seguir ese equivocado sendero.

El malvado cazador tomó como esposas a las dos muchachas, pero ellas se sentían defraudadas y sucias. En su desaparición acudieron al gran espíritu de la selva Arutam, el de la eterna juventud, y le pidieron les convierta en plantas útiles, para limpiar sus cuerpos y ser aceptadas por los cazadores y la gente.

Entonces el gran Arutam tuvo lastima de ellas y decidió que la de caballeros rojos se convertiría en maduro o achiote y la de cabello negro en el emblemático árbol de wituk.Desde entonces, las plantas se encuentran por toda la Amazonía para uso y disfrute de sus habitantes.

LEYENDA DEL PADRE ALMEIDA

Narra la leyenda que en el convento de San Diego, de la ciudad de Quito-Ecuador, vivía hace algunos siglos un sacerdote joven, el padre Almeida, el mismo que se caracterizaba por su afición a las juergas y al aguardiente.

Todas las noches, él iba hacia una pequeña ventana que daba a la calle, pero como esta era muy alta, él se subía hasta ella, apoyándose en la escultura de un Cristo yaciente. Hasta que una vez el Cristo ya cansado de tantos abusos, cada noche le preguntaba al juerguista: ¿Hasta cuando padre Almeida? , a lo que él respondía: “Hasta la vuelta Señor”.

Una vez alcanzada la calle, el joven sacerdote daba rienda suelta a su ánimo festivo y tomaba hasta embriagarse. Al amanecer regresaba al convento.

Tanto le gustaba la juerga, que sus planes eran seguir con este ritmo de vida eternamente, pero el destino le jugó una broma pesada que le hizo cambiar definitivamente.

Pues una madrugada el padre Almeida regresaba borracho, tambaleándose por las empedradas calles quiteñas, rumbo al convento, cuando de pronto vio que se aproximaba un cortejo fúnebre. Le pareció muy extraño este tipo de procesión a esa hora, y como era curioso, decidió ver el interior del ataúd, y al acercarse vio su propio cuerpo dentro del mismo.

Del susto se le quitó la borrachera, corrió desesperadamente hacia el convento, del que nuca volvió a escaparse para irse de juerga.

EL SAPO KUARTAM

Esta leyenda pertenece a la cultura Shuar y habla de una variedad grande de sapo o rana, que habita en los árboles del bosque tropical la que, si es objeto de provocación o burla, se transforma en tigre y se come al agresor. Cuenta la historia que un cazador shuar salió a una de sus faenas en el bosque y pese a las advertencias que le había hecho su mujer, al escuchar el peculiar sonido de éste sapo (algo así como “Kuaaarr taaaamm”), no vaciló en imitarlo de manera repetida y burlona. De pronto y sin darle tiempo a nada, el joven cazador se vio atacado desde el propio árbol de dónde provenía el sonido de la rana, por un enrome jaguar (llamado en algunos casos “tigre”), el cual lo destrozó y se comió parte de él. Al percatarse la mujer del cazador de lo sucedido, acudió al árbol en el que habitaba este batracio y al encontrar los restos de su esposo, decidió vengarse del animal, para lo cual tumbó el árbol y al caer murió el sapo que para entonces tenía un enorme vientre. La mujer lo abrió y encontró en su interior los demás restos de su marido y, aunque no lo pudo devolver a la vida, creyó al menos vengarse del malévolo Sapo Kuartam que se transforma en tigre.

LA TUNDA

La Tunda no es negra, es negrísima, como una noche sin luna ni estrellas en una casa sin puertas ni ventanas. LaTunda no tiene boca, ni siquiera bemba, sino bembisisísima, es decir, una bemba así y asá. En vez de pierna derecha maneja una pata de molinillo que suena tum tum cuando camina por el monte, mas cuando ella sonríese ilumina la noche, llueven cocos recién pelados y vuelan mariposas blancas. Entonces la gente que sabe, se dacuenta de que la Tunda anda cerca, lo que significa que de inmediato debe seguir el consejo de mi abuela que siempre dice “el que juye vive, mijito”. Y es que la Tunda no vive allá, sino allúj, o sea, más lejos que allá, pero cuando se viene pacá, es decir, más cerca que acá, la cosa se va poniendo color de hormiga y más tarde olor aguineo pecoso, porque el rato menos pensado, y a veces también el más pensado, se aparece meneando las caderas en los caminos y, con su monstruosa coquetería, convence al caminante distraído para que se coma un “tapao e camarón” hecho por ella. Sí, escucharon bien, un “tapao” que por si no lo saben, es un preparado de la cocina esmeraldeña que sabe a paraíso, a gloria y a cielo, al mismo tiempo. Como dice la misma Tunda “más rico que un tapao de camarón, sólo un tapao de camarón hecho por yo”, así es que como comprenderían, el caminante acepta la invitación muerto del gusto, en especial si ya son más de la tres de la tarde y no ha comido sino un par de majajas frías .Una vez instalado selva adentro, los camarones preparados con yerbas secretas se deshacen en la boca delinvitado. La Tunda, vestida con una preciosa pollera colorá, se deleita preguntándole cada cinco minutos

“¿más?”, y el caminante sólo atina a decir que “sí” con la cabeza, mientras la boca llena de saliva aguada y de una lengua golosa, no deja de saborear el mágico tapao.Al cabo de diez o doce platos, la Tunda ha encendido ya su cachimba de carrizo y, con las piernas cruzadas, fumatranquila al pie de un guabo o de un manguero, lo que esté más cerca de sus anchas espaldas. Mientras tanto,satisfecho hasta los huesos, el invitado sorbe tragos lentos de un tazón de agua zurumba que ella mismo le ha preparado con puñados de panela y filosas hojas de limoncillo.

Es en ese instante cuando todo empieza a transformarse pues,

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