Los Derechos Humanos En Un Contexto Intercultural Miguel Giusti
Enviado por xime.2307 • 24 de Mayo de 2012 • 4.785 Palabras (20 Páginas) • 932 Visitas
No debe considerarse una casualidad que los trabajos filosóficos que se han venido
publicando con motivo de la celebración de los 50 años de la Declaración de los
Derechos del Hombre tengan como marco privilegiado de referencias el problema
de la interculturalidad. Algo verdaderamente serio en nuestra concepción de los
derechos humanos debe estar siendo puesto en cuestión por los fenómenos del
multiculturalismo como para motivar semejante coincidencia. Más que casual, la
coincidencia es pues reveladora. Y lo primero que ella nos revela es que el
interculturalismo es un signo de los tiempos, una suerte de nuevo fantasma que
recorre el mundo y que lo recorre en un sentido exactamente inverso al llamado
proceso de globalización, que se caracteriza por ser precisamente un proceso
culturalmente uniformizante. “Las tribus han regresado” (“the tribes have
returned”), como dice Michael Walzer
(1)
. Han regresado en el Este, han regresado
en el mundo árabe y en el mundo asiático, pero han regresado también a su
manera, o han resurgido, en el interior del mundo occidental mismo por la
presencia en él de viejas y de nuevas formas de identidad cultural que reclaman su
derecho a existir con autonomía. El tribalismo y la globalización parecen ser dos
fenómenos contrapuestos que imprimen su sello a la situación en que se encuentra
la cultura mundial a fines del milenio.
Por qué esto es así, es decir: por qué el tribalismo ha adquirido de pronto
legitimidad y ha hecho en cierto modo vulnerable la concepción teórica de los
derechos humanos, es algo sobre lo que volveré más adelante. Por el momento
quisiera sólo recordar que este proceso está estrechamente emparentado con el
cuestionamiento (también el autocuestionamiento) al que ha sido sometida la
propia cultura occidental, y que en fecha reciente ha dado lugar a movimientos
filosóficos como el de la postmodernidad o el comunitarismo. Estamos pues ante las
dos caras de una misma moneda: la obtención de legitimidad de las
reivindicaciones culturalistas es el anverso, o el reverso, de la pérdida de
legitimación de las pretensiones universalistas de la cultura occidental. Se dice por
eso justamente que las tribus están “regresando”, no que están apareciendo;
siempre estuvieron allí, pero fueron en apariencia sojuzgadas por sistemas políticos
universalistas y uniformizantes que minimizaron su relevancia. Su retorno coincide
pues con la crisis de aquellos sistemas. Y que no se crea tampoco que esto es sólo
pertinente respecto de las tribus del Este o del Oriente. También en el interior de la
sociedad capitalista liberal están emergiendo voces tribales que hacen pensar en las
limitaciones de este sistema para procesar adecuadamente las diferencias
culturales.
Por lo que vengo diciendo, tampoco será una casualidad si los trabajos filosóficos a
los que me he referido giran en torno a un mismo universo de problemas. Si todas
ellos se ocupan del cuestionamiento culturalista a la pretensión de universalidad de
los derechos humanos, veremos entonces reaparecer en ellos los mismos tópicos,
seguramente incluso las mismas aporías. Como no tiene mucho sentido pretender
hacer aquí un recuento exhaustivo de las concepciones pertinentes ni de los
debates sobre el tema llevados a cabo en los últimos años, lo más conveniente me
parece entonces proponer una interpretación global del problema, que pueda servir
de base para una discusión posterior. Lo que quisiera es presentar el debate sobre
el cuestionamiento culturalista de los derechos humanos a la manera de una
secuencia argumentativa compuesta de tres pasos, que constituyen a su vez tres
diferentes niveles de discusión del problema. La idea de una secuencia de
argumentos y de niveles me parece esencial, porque creo que es preciso abandonar
las posiciones simplistas o fundamentalistas de ambas partes, y que es preciso
también reconocer las buenas razones que asisten a los críticos de ambas
1posiciones. Se notará quizás una cierta arbitrariedad o una cierta simplificación en
la selección de los pasos, pero espero que se note también la coherencia en su
concatenación. Y como he dicho que los pasos son tres, los enumero antes de
desarrollarlos, para facilitar así su seguimiento.
(1) En primer lugar, tomaré como punto de partida, y describiré brevemente, el
nivel de confrontación abierta entre culturalistas y universalistas con respecto a la
validez de los derechos humanos. Trataré de mostrar por qué parece haber
inconmensurabilidad entre las posiciones de ambos grupos.
(2) No obstante, como esta confrontación me parece artificial, pasaré, en un
segundo momento, a presentar las razones que asisten a ambas partes para dudar
de la rigidez de la posición contraria. Esta será la parte más larga de mi exposición.
Me interesa sobre todo que prestemos atención a la heterogeneidad de los
argumentos que se emplean, porque creo que es por no hacerlo que se produce la
mayor parte de los malentendidos.
(3) Finalmente, en tercer lugar, sugeriré que debemos evitar recaer en una nueva
forma de fundamentalismo, que consistiría en aferrarnos a una de las posiciones en
disputa, aun a sabiendas de la relatividad de su valor. A cambio, propondré una
solución dialéctica -en el sentido estricto de la palabra- que, reconociendo la validez
de las posiciones contrapuestas, pueda ayudarnos a encontrar un terreno
consensual común en defensa de los derechos humanos.
1. Primer paso: la confrontación abierta
Comienzo pues en primer lugar con la confrontación principista y abierta entre los
culturalistas y los defensores de los derechos humanos. Las críticas culturalistas
han comenzado a hacerse sentir, como ya dije, en fecha reciente, y no sólo,
aunque sí principalmente, en contextos culturales ajenos a Occidente. En esencia,
lo que se cuestiona es la concepción individualista e instrumental subyacente a la
noción de derechos humanos, concepción que es, sí, propia de la cultura occidental,
pero que quiere hacerse pasar por una concepción válida en un sentido universal,
es decir, supuestamente independiente de condicionamientos culturales y
consecuentemente vinculante
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