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Los Pachucos


Enviado por   •  24 de Julio de 2012  •  10.076 Palabras (41 Páginas)  •  1.202 Visitas

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Universidad de Guadalajara

SISTEMA DE EDUCACIÓN MEDIA SUPERIOR

PREPARATORIA REGIONAL DE AUTLÁN

MODULO: TENAMAXTLÁN, EXTENSIÓN SOYATLÁN DEL ORO

Trabajo: resumen.

Tema: El laberinto de la soledad

De: Octavio paz

*contraportada*

La obra de Octavio paz es de mayor aportación a las letras del siglo pasado, so obra es extensa, donde cultiva la poesía y el ensayo pero como una novela bien estructurada donde nos lleva de la mano por el camino de la reflexión, la pregunta, el amor, la duda la vida y la muerte.

Su novela el laberinto de la soledad, es un estudio del mexicano, del criollo, del mestizo, el indígena, y de muchos más donde su vigencia es impactante.

EL PACHUCO Y OTROS EXTREMOS

I

A todos en algún momento, se nos ha revelado nuestra existencia como algo particular intransferible y precioso. El descubrimiento de nosotros mismos se manifiesta como un sabernos solos; entre el mundo y nosotros. Es cierto que apenas nacemos nos sentimos solos; pero niños y adultos pueden trascender su soledad y olvidarse de sí mismos atreves de juego o trabajo, en cambio el adolecente se asombra de ser, y su ser se manifiesta como interrogación ¿Qué somos y como realizamos eso que somos? Muchas veces las respuestas pueden variar. En lugar de interrogarnos a nosotros mismos ¿no sería mejor crear, obrar sobre una realidad que no se e entrega al que la contempla, sino al que es capaz de sumergirse en ella? Pero así como el adolescente no puede olvidarse de sí mismo pues apenas lo consigue deja de serlo.

No quiere decir que el mexicano sea por naturaleza crítico sino que atraviesa una etapa reflexiva. Contra lo que se cree en nuestro territorio conviven no solo distintas razas y lenguas sino varios niveles históricos. Uno de los más importantes es La minoría de los mexicanos que cada día modela más el país a su imagen, y crece, conquista a México. Todos pueden llegar a sentirse mexicanos con el simple hecho de que cruce la frontera. Muchas reflexiones que forman parte de este ensayo nacieron fuera de México, durante dos años de estancia en los Estados Unidos. Al observar a los mexicanos que se encontraban en la calle nos podremos dar cuenta de que aunque tengan muchos años de vivir allí, usen la misma ropa, hablen el mismo idioma y sientan vergüenza de su origen, nadie los confundirá con los norteamericanos auténticos.

Lo que me perece distinguirlos del resto de la población es su aire furtivo e inquieto, de seres que se disfrazan, de seres que temen la mirada ajena, capaz de desnudarlos y dejarlos en cueros. Este estado de espíritu o de ausencia de espíritu ha engendrado lo que se ha dado en llamar el “pachuco”. Como es sabido, los pachucos son bandas de jóvenes, generalmente de origen mexicano, que se singularizan tanto por su vestimenta como por su conducta como su lenguaje. Ellos no quieren volver a su origen mexicano; tampoco al menos en apariencia, desea fundirse en la vida norteamericana.

En lo cual el pachuco ha perdido toda su herencia: lengua, religión, costumbres, creencias. Solo le queda un cuerpo y un alma a la intemperie inerte ante todas las miradas. Su disfraz lo protege y, al mismo tiempo, los destaca y aísla: lo oculta y lo exhibe. El traje de pachuco no es uniforme ni un ropaje ritual. Es simplemente, una moda. Como todas las modas esta echa de novedad, madre de la muerte, decía Leopardi e imitación. La novedad del traje reside en su exageración. El pachuco lleva la moda hasta sus últimas consecuencias y la vuelve estética.

Ahora bien, uno de los principios que rigen a la moda norteamericana es la comodidad; al volver estético el traje corriente, el pachuco lo vuelve “impráctico”. Niega así los principios mismos en que el modelo se inspira, por una parte su ropa los aísla y distingue; por otra esa misma ropa constituye un homenaje a la sociedad que pretende negar.

El pachuco se vuelve un clown impasible y siniestro, que no intenta hacer reír y que procura aterrorizar. Ante esto la irritación del norteamericano procede, a mi juicio, de que ve en el pachuco un ser mítico y por lo tanto virtualmente peligroso. Su peligrosidad brota de su singularidad. El pachuco parece encarnar la libertad, el desorden, lo prohibido. Algo, en suma, que debe ser suprimido: alguien, también, con quien solo es posible tener un contacto secreto, a oscuras. Él se lanza al exterior, pero no para fundirse con lo que lo rodea, sino para retarlo. No afirma nada, excepto su exasperada voluntad de no ser.

El pachuco es la presa que se adorna para llamar la atención de los cazadores su salvación depende del acceso a esa misma sociedad que aparenta negar.

Si esto ocurre con personas que hace mucho tiempo abandonaron su patria, que apenas si hablan el idioma de sus antepasados y para quienes estas secretas raíces que atan al hombre con su cultura se han secado casi por completo, ¿Qué decir de lo9s otros?. Si nos encerramos en nosotros mismos, hacemos más profunda y exacerbada la conciencia de todo lo que nos separa, nos aísla o nos distingue. Es imposible identificar ambas actitudes: sentirse solo no es sentirse inferior, sino distinto. El sentimiento de soledad, por otra parte, no es una ilusión, como abecés lo es el de inferioridad, sino la expresión de un hecho real: somos, de verdad, distintos. Y de verdad, estamos solos.

En todos lados el hombre está solo. En México el hombre se siente suspendido entre el cielo y la tierra y oscila entre poderes y fuerzas contrarias, ojos petrificados, bocas que devoran.

El mexicano ha olvidado el nombre, la palabra que lo liga a todas esas fuerzas en que se manifiesta la vida. Por eso grita o calla, apuñala o reza, se echa a dormir cien años. En su excéntrica carrera ¿Qué persigue? Va tras su catástrofe: quiere volver a ser sol, volver al centro de la vida de donde un día fue desprendido. Algunas personas pretenden que todas la diferencias en los norteamericanos y nosotros son económicas, esto es, que ellos son ricos y nosotros pobres, que ellos nacieron en la Democracia, el Capitalismo y la Revolución Industrial y nosotros en la Contrarreforma, el monopolio y el Feudalismo. Y no terminan aquí nuestras diferencias. Ellos son crédulos, nosotros creyentes; aman los cuentos de hadas y las historias policiacas, nosotros los mitos y la leyendas. Los mexicanos nos emborrachamos para confesarnos; ellos para olvidarse. Son optimistas; nosotros nihilistas, además somos desconfiados; ellos abiertos.

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